El destino llama dos veces

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– ¿Qué día es hoy? –preguntó Sam.

–Es 21 de Marzo –respondí– ya sabes, día de la primavera.

Y de soltar la sopa, pensé pero no me atreví a decirle. Me había estado preparando para mostrarle nuestro plan a Steve hoy. Habíamos trabajado duro en él, con la ayuda de los chicos había quedado perfecto, la parte difícil era hacerme entrar, también era la parte que más tiempo llevaba.

– ¿Primavera? –pregunto Sam de nuevo, haciéndome regresar a la realidad.

–Sí, primavera ¿Acaso eres ciego? No cae nieve desde principios de mes –él levanta los hombros.

–No son cosas en las que ponga demasiada atención –se detuvo en mitad del pasillo por el que caminábamos y puso los ojos en blanco–. Oh no, no frente a mí.

Delante de nosotros apareció Steve con esa sonrisa que solo era para mí, en cuanto estuvo más cerca me tomo de la cintura y me beso con cariño. Sam fingió arcadas hasta que nos separamos.

–No sabía que podías ser tan dramático, Sam –le reprende Steve con una sonrisa.

–Solo en emergencias –responde él.

Me rió pero la verdad no lo disfruto, tengo una extraña sensación de opresión, supongo que son los nervios y trato de tranquilizarme tanto como puedo, no es momento de echarme atrás.

Soy paciente, esperó hasta que Sam no resiste nuestros cariñitos y se va, entonces pierdo el ánimo y Steve no tarda en darse cuenta.

–Tenemos que hablar –le digo antes de que pregunte que pasa– pero necesito que me escuches en todo momento ¿Bueno?

Se lo piensa y se lo vuelve a pensar aun después de asentir, le da vueltas a lo que podría decirle, estoy segura de que piensa todos los escenarios que hay y todas las respuestas posibles, no la pasa bien pero estoy segura de que lo pasara peor en cuanto le cuente.

Lo llevó fuera, a cualquier lugar en donde no nos encuentren, hace unos días mientras corría afuera descubrí esta arboleda y algo me dijo que este era un buen lugar, entre los árboles había un pequeño claro en el que cabíamos ambos bastante juntos.

Pongo mi mano sobre su corazón y respiro. Bueno esto es más difícil de lo que en teoría me parecía. Me hago empezar con la verdad:

–Te mentí –no lo miro, no puedo ni quiero soportar su desaprobación, su decepción–. Sam y yo no estamos trabajando en un jet.

Y así, comienzo a soltarle toda la historia de nuestro plan, de mi plan. Le dejo eso bien en claro para que no pueda esparcir culpas a mis ayudantes. Noto como se acelera un poco su corazón cuando comienzo a detallar lo que voy a hacer pero no me detengo, ni dudo porque si lo hago le doy una buena razón para decir que no en definitivo y nadie más apoyara mi locura, teniéndolo a él de mi parte sé que tengo la mitad del camino.

–Eso es –finalizo– ¿qué piensas?

–Yo lo sospechaba –dice luego de lo que parece el segundo más largo– pero fue difícil oírte hablar de todos los detalles. Necesito que me contestes algo ¿Qué pasa si yo te digo que no, que no voy a apoyar este plan tuyo?

–No quiero que digas no, ese es el punto de que te lo esté contando –lo miro a los ojo por fin, el azul en perfecta calma aunque un poco fríos.

–Pero si lo hago ¿Qué vas a hacer? –insiste.

No está diciendo que no, aun no pero casi lo siento así, tengo que ser más lista que él por ahora.

–Eres mi superior, tendría que obedecerte –digo con sumisión, bajando la mirada de nuevo–. No pondría en peligro una misión solo por hacer mi voluntad.

Rompiendo el mito: Capitán AméricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora