Rompiendo el mito: Capitán América

Encerrada

Estaba haciendo un frío de los mil demonios. Aun sentía la sal en mi cabello y claramente la podía ver en el de Steve, se estaba quedando dormido en el asiento del conductor, los vidrios estaban arriba y la calefacción al máximo provocando que cada ventana estuviera empañada. Me había traído a Long Island y había decidido que iba a ser divertido tirarme a las frías aguas, yo no le deje ir y de ese modo habíamos terminado los dos empapados tiritando dentro del auto mientras empezaba a nevar afuera.

-Tienes que despertar –dijo él con los ojos cerrados-. Hazlo ahora.

Entonces me miro y reconocí la cara de desesperación con que había mirado por última vez, sabiendo que no quería dejarme ir pero que lo había acordado conmigo.

Ahí fue cuando me desperté, tarde un momento en superar el terror inicial de saber que no estaba segura, que de hecho me había dejado caer en la boca del lobo. Me hubiera gustado sentir confusión, simplemente no saber en dónde estaba hubiera sido un bendición para mí pero ni eso tenía permitido.

No me moví, quería saber que estaba completa primero. Ya no llevaba mi traje de combate ni los brazaletes, llevaba ropa diferente, más holgada, mis pies estaban descalzos y estaba cubierta por una manta. Definitivamente no estaba atada en una silla como había pensado antes que harían, estaba recostada en una buena cama, pero el frío y la oscuridad eran todo lo que distinguía.

Sonde con mi poder la habitación en busca de electricidad pero no encontré nada, solo un silencio que me puso más nerviosa. Y en ese momento me di cuenta de lo que había hecho y de cómo ya no había vuelta atrás, estaba encerrada a merced del hombre que más daño me había hecho y había venido por mí misma. Me contuve todo lo que pude de llorar, ni siquiera había empezado en forma a batallar con esto y ya me estaba dando por vencida.

Respire profundo, contando hasta que perdí la cuenta y entonces me presione a moverme. Primero abrí los ojos, todo estaba tan oscuro como si los hubiera dejado cerrados, los deje así para que se adaptaran pero la oscuridad era tan profunda que nada cambió luego de un rato. Comencé a tocar lo que tenía alrededor; a la derecha había una pared, estaba fría y era demasiado lisa para ser concreto común y corriente, sobre mi cabeza había otro pedazo de pared por lo que supe que estaba en una de las esquinas de aquella habitación.

Aun me quedaban dos lados por analizar cuando una luz se encendió dejándome ciega por un minuto, me cubrí los ojos de inmediato y espere un poco, cuando me sentí capaz revise el resto. Había una puerta justo frente a mí y a mi izquierda había una cajonera me sorprendí un poco al ver que era transparente y podía ver perfectamente lo que había dentro, que era ropa doblada en algún orden. Revise la pared y ciertamente si había concreto ahí pero sobre él había un muro de plástico.

Me senté muy rápido, lo que fue un error, seguía muy mareada por lo que sea que fuera el gas que había inhalado, me tomo un rato estabilizarme y cuando lo logré me puse en pie muy lento, no era rival para nadie en este estado pero no planeaba pelear a menos que fuera necesario. Fui directo a la puerta, no estaba cerrada lo que me sorprendió de primer momento pero cuando la empuje y vi que tan solo era el baño casi me reí por creer que Banzer me tendría tanta confianza.

Todo estaba equipado con lo necesario, no más, no menos. No había nada para entretenerse aquí. No tenía acceso a la electricidad, la luz aunque eléctrica venia de fuera de las paredes de plástico que conseguían aislar la electricidad ninguna ventana y ninguna puerta que viera por ahora, tendría que arrastrarme hasta saber por dónde había entrado. No me preocupaba el rastreador, sabía que funcionaria, lo había probado en circunstancias mucho peores, no me atreví a tocar mi costilla por miedo a avisarle a alguien (si es que había alguien viéndome) de lo que escondía.