La dolencia del corazón

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"...No voy a decir que no. Me enojó y me ofendió que la única persona que siempre esta para vos, sea la única a la que nunca pareces darle prioridad en tu vida. Y todas esas veces en que yo te la di a vos, se sienten como realmente desproporcionadas. Se siente como si yo siempre te quisiera más de lo que vos podrías quererme a mí. Porque sí, cuanto queres a alguien es igualmente proporcional a lo que harías por esa persona. Y al parecer, no parezco aprender que siempre te quise más de lo que un día vos vas a quererme a mí. Porque es probable que si ese día llega, en el futuro, ya no vas a poder llegar a mí.
Cuando llegaste en mayo generaste un gran revoltijo en mí. Tenes esa capacidad de ingresar a mi vida y desarmar todo lo que vengo construyendo en tu ausencia. Estuve muy mal, durante esos meses que elegiste no elegirme, no sólo por eso, sino porque de salud no estaba bien. A veces la vida te pone en situaciones en las que tenes que elegir entre la vida y la muerte, entre vivir o sobrevivir, y fue en febrero después de meses de síntomas inexplicables para los médicos (y más para mí) que decidieron que si no me operaban, era cuestión de tiempo para que todo se fuese por la borda, para que mi vida lo hiciera. Fueron meses difíciles no sólo para mí, sino para las personas que me rodean, para esas personas que en el día a día se encargaban de alentarme o simplemente aceptar que hay cosas que suceden y uno tiene que aprender a vivir con eso o en caso contrario, uno sólo puede sufrir más. No tenes idea de lo mucho que te necesitaba, o será que quizás necesitaba a alguien que no me mirara como si fuese a romperme en cualquier momento. Toda mi vida siempre fui de cuidar al resto y primera vez necesitaba que alguien cuidara de mí. Me preguntaba a veces por qué es que yo siempre podía estar para vos, pero vos nunca para mí, por qué siempre había alguien o algo más importante, si todas esas veces que vos urgías de mi presencia, yo corría a vos. Muy a pesar de todo, vos no estabas, y no me atrevía a compartir mis dolores y cuestionamientos más profundos con mi familia que ya la pasaba lo suficientemente mal. Así que callaba...aprendí el arte del silencio y la reflexión.
Pensaba que así como uno se acostumbra a hablar todo el tiempo con alguien, con el tiempo uno también aprende a desacostumbrarse de hábitos de los cuales uno ya no puede disfrutar. Y de a poco fui dejándote atrás, como un eco entre las montañas, y empecé a concentrarme más en lo que me pasaba a mí. La única persona con la que podía compartir lo que me pasaba al cien por ciento, sabiendo que no iba a lastimarlo, era mi psicólogo, quien a veces (debo confesar) también se quebraba conmigo, lo sé porque podía ver cómo sus ojos se ponían como cristales, podía verlo contener las lágrimas por mí. En fin, como nadie podía cuidarme, cuidé de mi misma, con lo poco que quedaba de mí, me convencí de que podía sobrepasar el mal pronóstico e incluso, incentivarme a encontrar en mí una nueva forma de ver la vida, una nueva forma de vivirla. Por meses viví como si no hubiese un mañana. Y de vez en cuando, cuando creía que iba a deshacerme aferrando mi cuerpo en la cama, se me cruzaba tu nombre por la cabeza. Y pensaba en qué estarías haciendo, aunque con quien ya lo supiera. Creo que una sola vez me animé a entrar a tus redes sociales, y cuando lo hice, no sentí nada más que esa paz de quien ve a alguien que quiere ser feliz, aunque sea con alguien más. Y sin darme cuenta...sin siquiera dejar de quererte...te solté.
Ese 11 de julio en que me operaron, al despertar y sentir ese dolor tan visceral, al punto de creer que nada en mi vida dolió ni volvería a doler así, después de haber escuchado a los médicos explicarme cómo es que había dejado de latir mi corazón para después obligarlo a volver a hacerlo, después de haber muerto y volver a abrir los ojos, de haber vuelto a respirar...después de haberme perdido en la profundidad y oscuridad del bosque...salí a mi encuentro...con una nueva yo, una nueva vida, y aún así...aún habiendo cambiado todo...vos seguías ahí. Sobreviviste al fuego del olvido y al silencio de mi muerte, y todo sin que siquiera te percates de ello..."

Dear "A"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora