Quedate (por favor no te vayas)

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"...Puedo jurar que en los momentos que estábamos juntos, el tiempo se detenía. Era casi como la gravedad, imposible de evitar y llevarle la contra. Tu risa era ese margen que separaba mi vida cotidiana de una vida de plenitud. Y, se que puede sonar exagerado, se que podes pensar que lo digo por decir algo lindo, pero no, lo digo enserio. Hasta ese momento, no sabía lo que era enamorarse de alguien, a falta de una vez, varias veces. No fue hasta la segunda vez que nos vimos que supe que eso es lo que eso había pasado, que mi tiempo se había detenido en el momento en que volviste a mi vida, en el momento en que dijiste que sí. Con vos comprendí que querer a alguien, realmente quererlo, es compartir tiempo. Porque cuando nos veíamos, no necesitaba absolutamente nada más que a vos...mirándome. En tu mirada, podía ver todo eso que nos unía. Sólo con mirarte me sentía segura, sentía que si me quedaba ahí, reflejada en vos, siempre ibas a ver lo bueno de mí, siempre ibas a acordarte de mi sonrisa o el color de mis ojos. Quizás en el fondo, sabía que lo que necesitaba era que vieras que valía la pena, que valía tu esfuerzo y tu tiempo. Para que vieras que sólo tenías que decir que sí, y yo te hubiese bajado la luna si lo pedías.
Supongo que la primera vez que nos vimos me impactó lo mucho que necesitaba de esto. Y todo ese tiempo que esperé, para tenerte, hacía que mi ansiedad por tener más de esa plenitud y felicidad que me dabas se convirtiera en mi gran enemigo. No, te equivocas, no necesitaba solo de tu cuerpo. Me moría por estar con vos, sin importar qué hiciéramos, porque lo que me importaba es que fuese con vos. Me moría por no perderte. Y cuando salimos esa segunda vez, cuando fuimos caminando hasta el cine, algo tan simple como caminar a tu lado me hizo creer que podía formar parte de esa normalidad de la que tanto me habías apartado por todos esos años que nos hablamos. Compartir la simpleza con vos, se volvía algo especial y único. Si cierro los ojos y lo recuerdo, puedo vernos esperando para entrar a la función, yo sentada y vos acariciándome el hombro. Ni siquiera me tocabas la piel y podía sentir la electricidad. La electricidad que sólo recorre a dos personas que se conocen el alma a la perfección. Porque lo mío con vos, iba mucho más allá de lo físico, de lo superficial.
Cuando nos acomodamos en las butacas y las luces se apagaron, pusiste tu mano sobre mi pierna y yo no dude, no pensé, sólo me dejé caer en tu hombro y tu mano no dudó en escabullirse hasta mi mejilla derecha donde jugabas a acariciarme como si no pudiera notarlo. La película francamente me importaba poco y nada, porque sólo podía concentrarme en lo que vos hacías. De a momentos te miraba de reojo y sonreía y pensaba "que linda es la vista cuando miras a alguien que queres, que queres tanto que no te importa nada más".
Y esa noche, cuando volvimos a mi departamento y nos acostamos, por primera vez sentí que necesitaba el contacto de piel a piel. Me abrazas y entre risas y malentendidos te beso. Te bese como si fuese un resumen de 9 años de espera, te bese como si fueses a irte en cualquier momento, te besé como si quisiera mostrarte cuanto te quiero sin palabras...y por primera vez, sentí que me querías, que me querías bien. Y sin tener una religión ni creer en un Dios, sin profesar nada, me sentí como si tuviese que agradecer. Gracias...gracias vida, gracias quien sea o lo que sea que me salvó, gracias a las segundas oportunidades, gracias a los reencuentros...gracias a vos...por existir, y por haber aparecido en mi vida, gracias por hacerme sentir así de bien, gracias por ese sí..."

Dear "A"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora