Capítulo 1

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Las vacaciones habían empezado hacia una semana y los chicos estaban en el Jam & Roller disfrutando de su merecido descanso. Estaban Delfi y Jazmín sentadas a una de las mesas, y Luna y Nina en otra, un poco apartadas. Simón, Nico y Pedro trabajaban en el bar como siempre. Ramiro, Gastón y Matteo estaban patinando en la pista con Jim y Yam, solo para pasar el rato. Juliana los observaba por el deseo de hacerlo.
Ramiro, Gastón, Matteo, Jim y Yam iban de aquí para allá en la pista de patinaje. No había muchas personas patinando aparte de ellos, así que tenían oportunidad para deslizarse a sus anchas. Tenían todos una amplia sonrisa en la cara, se pasaban cerca y se miraban, daban vueltas, saltos. Casi se habían olvidado que habían perdido la competencia, pero estaban convencidos de que aquello no los debilitaría y que la próxima competencia la ganarían ellos. No había nada que les sacara la sonrisa, porque tenían la certeza de que aquello iba a pasar. Nada, ni siquiera el hecho de que el Jam & Roller ya no era el Jam & Roller. Al volver de Cancún, se habían llevado la espantosa sorpresa de que todo había cambiado. El color de las paredes, las sillas y las mesas de la cafetería eran de color rojo y, en la pista, las paredes y gradas eran rojas también. Pero lo peor fue que las letras que formaban Jam & Roller en el bar y en la pista había sido reemplazado por Red Sharks.
      Ante aquello, se habían quejado y habían sentido que una parte de ellos desaparecía, se perdía o se rompía, pero eso no sirvió de nada, y las cosas siguieron como estaban. De igual modo, no dejaban de aparecerse ahí, porque para ellos, más allá de los nuevos colores y del nuevo nombre, aquel lugar siempre sería el Jam & Roller, tanto era así que no mencionaban “Red Sharks” cada vez que hablaban del sitio.
Aquel día solo Ámbar faltaba para completar el grupo y Simón ya se había dado cuenta. Estaba tras el mostrador y no podía evitar pensar en ella. Mientras, Ámbar estaba en su habitación, sentada en la cama. Había tenido una conversación con Luna antes de que esta se marchara al Jam & Roller. Luna se había acercado a ella y pedido si, por favor, podían hacer las paces, porque, si iban a vivir juntas, era mejor que hubiera paz, pero a ella se le había escapado una pequeña risa de incredulidad, para que luego Luna le pidiera que la acompañara al Roller. Se hacía la buenita, había pensado Ámbar. “No, no te preocupes, Lunita, tengo muchas cosas que hacer, así que me quedo acá”, le había dicho ella. Después de decir aquello, Luna se fue y Ámbar había largado un soplido de cansancio y disgusto. Pero sentada en la cama, también recordó que Alfredo se había acercado por atrás y la había llamado. Había intentado hablarle desde que se enteró de que Luna era Sol Benson, pero  ella lo evitaba en todo momento. En aquel instante, el llamado la había tomado desprevenida, por lo que se había dado la vuelta de forma automática, lo que la había hecho parpadear varias veces al caer en la cuenta. Sin embargo, al segundo ya giraba en dirección a la escalera para ir a su cuarto.
—Ámbar, Ámbar, esperá, tenemos que hablar.
         Alfredo la había seguido mientras subía la escalera.
—¿Qué te pasa? ¿No vas a hablar con tu abuelo?
     Ámbar se había parado en seco, su rostro se había transformado al escuchar eso, sus ojos de pronto parecían de hielo. “Abuelo” No, era el abuelo de Lunita y tarde y temprano él iba a caer en la cuenta y ya iba a dejar de importarle. Lunita le había sacado todo lo bueno que tenía y seguía haciéndolo.
—No sos mi abuelo, eso está claro —dijo ella y reanudó sus pasos hasta su habitación.
     Alfredo había quedado a mitad de la escalera, confundido y triste por lo que Ámbar le acababa de decir.
Y ahora estaba sentada en la cama, pero con gran frustración, se levantó y se sentó ante el espejo.
—Sos Ámbar Smith, y sos más oscura que antes. Lunita no va a poder con vos esta vez. Tenés que quitarle todo lo que te quitó, Ámbar. No podés permitirle que se salga con la suya. Nadie te quiere, Ámbar, todos te dejan sola. A nadie le importás. Ya no te tiene que afectar, tus sentimientos están muertos —dicho esto, se sacó bruscamente las lágrimas de la cara con sus manos y dejó de mirar el espejo.
     Sentía de pronto que su exterior debía reflejar lo que su interior estaba sintiendo, lo que le estaba pasando y lo que era ahora ella por todo eso.
Simón le pasaba el trapo a unos vasos, pero la mirada estaba como ausente. No entendía por qué le pasaba eso. Después de todo lo que había pasado con Ámbar esos últimos días, después de que se hubieran enterado de que ella había incendiado el Roller, después de todo eso, y ahora que no la veía hacía días, pensaba en ella y la extrañaba. Dio un golpe con el puño en el mostrador, no podía estar pensando en ella. Jazmín se encontraba con Delfi a dos mesas del mostrador y le lanzaba miradas de vez en cuando.
—Jazmín, dejá de mirarlo… —le pidió Delfi, sentada de espaldas al mostrador y, por ende, a Simón. Jazmín estaba frente a él.
—Está triste —Jazmín no apartó la mirada de él al contestarle a su amiga. Su rostro evidenciaba que estaba triste por verlo así. —¿Será por la competencia? —preguntó decididamente a Delfi—. ¿O por Ámbar? Ay, no, por favor, que me muero.
      Delfi volteó a mirarlo para constatar que Jazmín tenía razón. Solo con el hecho de mirarlo a la cara, uno se daba cuenta en seguida del estado de ánimo de Simón.
—¡Voy a hablarle! —casi gritó Jazmín, toda decidida, levantándose de su asiento y apoyando las manos en la mesa.
—¡Shh! ¡Jazmín, sentate! Tal vez quiera estar solo.
—¿Y si no? —preguntó, pero al alzar la mirada hacia Simón, vio que este ya no estaba más ahí. Se desanimó un poco, pero luego sonrió, y volviéndose a sentar, le explicó a Delfi—: ¡Igual, ya sé lo que voy a hacer para que se distraiga y se sienta mejor!
Delfi la miró algo cansada.
—¿Qué es lo que pensás hacer?
—Es algo con la banda. Es algo bueno para tu chico también. Van a saltar al estrellato, vas a ver, van a deslumbrar. ¡Y yo también!
      En ese momento, Pedro se acercó y se puso al lado de Delfi, quien lo miró.
—Nico y Simón dicen que me cubren y cierran ellos, ¿querés que salga temprano y vayamos a algún lado?
Delfi sonrió anchamente al escuchar eso.
—Sí, me encantaría.
      Jazmín suspiró y apoyó su cara sobre su puño, sonriendo ligeramente. En su mente volaban imágenes de ella de ese modo con un chico.
—¿A dónde vamos?
—No sé, a dónde vos quieras. Después lo charlamos, voy a seguir trabajando.
     Pedro se agachó hacia Delfi y se dieron un beso que duro varios segundos. Jazmín los seguía mirando de aquella manera. Cuando Pedro se retiró del todo, Jazmín lanzó un suspiro.
     Delfi rió un poco
—¿Qué te pasa? —le preguntó
—¿Cuándo me pasará eso con Simón?
—¿Y por qué no  intentás ponerlo celoso? —sonrió Delfi. No estaba segura de que fuera a funcionar, pero quería ayudar a su amiga de alguna manera.
—¿A Simón? ¡Ay, qué buena idea! ¿Cómo no se me ocurrió? —se entusiasmó—. Sí, ¿pero con quién? —preguntó seriamente.
Delfi miró entonces alrededor, hacia los chicos que estaban sentados y hablando, hasta que vio a Nico detrás de su mesa sirviendo papas y jugo a Nina y Luna. Delfi sonrió y le señaló con la cabeza al chico. Jazmín se dio vuelta casi por completo para ver qué señalaba.
—¡Jazmín, disimulá un poco!
—¿Vos decís que tal vez ellos sepan de alguien con quien poner celoso a Simón?
Delfi rodó los ojos.
—No, Jazmín, Nico puede ser ese alguien.
—¿Nico? —preguntó Jazmín, dudosa. Volvió a darse vuelta para mirarlo de arriba abajo. Después volvió a mirar a su amiga. —No, amiga, no es mi tipo, ¿quién lo va a creer?
—Bueno, no sé —espetó Delfi, rindiéndose y agarrando su jugo. Empezó a tomar.
     Pero Jazmín volvió a darse vuelta, esta vez al mismo tiempo en que él también estaba girando para marcharse y pasar por al lado de su mesa, pero se encontró con la mirada de Jazmín. Él sonrió y la saludó con la cabeza. Ella le respondió haciendo lo mismo y después él siguió camino hacia el mostrador.  Jazmín volvió a mirar a Delfi.
—No, definitivamente, no.
Más tarde, Delfi y Pedro caminaban por el parque, bajo un sol radiante, había un poco de viento, pero el día no podía ser mejor. Pedro rodeaba a Delfi por los hombros y ella de vez en cuando reclinaba la cabeza para tocar la cabeza de su novio, se miraban y sonreían.
—Quiero estar todo el tiempo así, que esto no se acabe nunca —comentó Delfi.
—Si no te vas a buscar otro chico… Si no me volvés a cortar —le recordó Pedro en broma, pero Delfi le dio una palmadita en el hombro.
—Ya deja de recordarme eso —dijo seria.
Ambos se pusieron frente a frente.
—Fue lo más estúpido que hice en mi vida.
—Pero estamos juntos otra vez.
—Y espero que para siempre.
—Así será —confirmó Pedro, acariciándole el rostro. No se veía sin ella y no permitiría que nada arruinara su relación. Delfina sentía lo mismo, y en ese momento, se sentía en el paraíso. —Bueno, ¿qué querés hacer?
—Podemos ir al cine, hay una película muy buena, que quiero ir a ver.
—Perfecto, vamos —dijo Pedro, reanudando el camino, pero Delfi se quedó quieta.
—Mirá que es de terror, hay monstruos y esas cosas.
—No te preocupés, estoy acá para protegerte. No vas a tener miedo.
—Mmm yo no sé quién va a tener más miedo.
—¿Decís?
     Delfi asintió con la cabeza en ese momento, sonriendo. Pedro había frenado y estaba retrocediendo otra vez hacia ella.
—Bueno, en ese caso, estoy con vos, no va a pasar nada malo. ¿Me protegerás? —Dicho esto él tomó ambas manos de ella, poniéndose frente a frente.
—Siempre.
     Se sonrieron dulcemente y se acercaron a besarse con un amor que crecía y crecía.
      Mientras tanto, en la cafetería del Jam & Roller, Luna y Nina hablaban de sus cosas.
—Y últimamente mis papás me están dando más atención y cariño, me contienen mucho, y con mi abuelo cada día estoy mejor.
     Nina sonreía a lo que le contaba su amiga.
—Me alegro mucho, amiga. Tenés una familia hermosa.
—Gracias, Nina, la verdad que sí —sonrió Luna, pero después se le borró un poco la sonrisa—, pero no sé… Mis pesadillas con mis padres biológicos y el fuego no terminan. Y ahora aparece Sharon con ese rostro…—hablaba Luna, haciendo mímicas con las manos, y aparentemente, asustada y confundida—. Pero no sé, Nina, ¿cuándo se me van a acabar estos sueños?
—Espero que pronto. No te preocupes, es todo muy reciente, por eso.
—Sí, puede ser. Pero, ¿qué pasa contigo?
—¿Conmigo?
—Sí, Nina. ¿Estás mal porque Gastón se va a Oxford, no?
      Nina al escucharla decir aquello, agachó un segundo la cabeza antes de mirar a su amiga y responderle.
—Lo voy a extrañar mucho, Luna. ¿Y si se olvida de mí?
—Si se  olvida de ti, es un tonto. Pero no creo eso, Nina. Gastón está enamoradísimo de ti. Creo que él está más preocupado por si tú lo olvidas…
—¿En serio lo decís?
—Claro que sí, Nina, él no puede vivir sin ti.
      Nina sonrió al escuchar eso.
—¿Y tú qué estás haciendo aquí? Ve a patinar con él. ¡Ve! ¡Ve!
—Luna, sabés que no sé patinar.
—Nina, anda a pasar un rato con Gastón, necesitan pasar tiempo juntos.
—¿Decís?
—Sí, sí, ve.
       Nina le hizo caso. Se puso de pie y corrió a prepararse para patinar, mientras Luna la observaba en su recorrido, riendo. Esperaba que la ida de Gastón a Oxford no fuera tan terrible para Nina.
       Cuando Nina llegó a la pista se detuvo antes de adentrarse, para observar a Gastón, que estaba junto a la baranda de enfrente hablando con Matteo. Se dio valor, respiró profundo y patinó, lento pero seguro, hasta Gastón. Matteo la vio primero y la señaló con la cabeza para que su mejor amigo viera que se acercaba. Gastón la vio y se sorprendió gratamente.
—Vine a patinar un rato con vos si no te molesta.
—Me encantaría que patinemos juntos. ¿Cómo me va a molestar? Estás patinando muy bien.
—Sí, si lo hago despacito y no doy muchas vueltas.
      Gastón rio un poco para después tenderle la mano para que se la agarrara. Ambos sonrieron y se tomaron de las manos. A continuación se adentraron más en la pista. Matteo se los quedó mirando serio.
—Yo voy a estar bien, vayan a patinar —les gritó con un sarcasmo divertido. Ninguno lo miró y él solo largó una risita.
      Más tarde, como se había quedado sola porque Delfi se había ido a su cita con Pedro, Jazmín había decidido hacer un video para reflejar el sentimiento de disgusto que provocaba el gran cambio del Jam & Roller y para que, al ver el video,  provocara el mismo disgusto por el cambio a sus suscriptores. Primero, pasó por la pista interponiéndose en el camino de cada patinador, que debía frenar bruscamente para no llevarla por delante, lo que provocó una o dos caídas de los que patinaban. Pero eso no la detenía y les preguntaba qué sentían con respecto a la Red Sharks. Luego de terminar con los que patinaban, corrió a preguntar en la cafetería.
      Se acercó, corriendo con la tablet, enfocando con esta, a un chico que estaba solo con su laptop y tomando jugo.
—Hola, estoy grabando un vídeo para mi canal Ja Jazmín, seguro que lo conocés, ¿te puedo hacer una pregunta? Sí, bueno —no había dejado hablar al aturdido chico—. ¿Qué sentís con respecto al cambio que le hicieron al Jam & Roller? —el chico abrió la boca—. ¿Que es terrible, no? Sí, lo sé. Te comprendo.
—A mí me da igual. Aunque creo que me gusta más así.
—Claro, una persona que viste de este modo, no puede pensar otra cosa. De mal gusto tu comentario. Esto claramente no va al aire.
      Dio media vuelta, dejando al chico más confundido. Corrió directo a Nico y Simón, que la miraban igual de desconcertados que el desconocido, tras la barra. Nico secaba vasos y Simón simplemente lo acompañaba. Jazmín frenó frente a ellos al otro lado de la barra.
—Chicos, ¿qué sienten respecto al cambio de Jam & Roller a Red sharks?
—Creo que es totalmente innecesario, acá ya no me siento yo —habló Nico.
Jazmín puso cara de pena y le agarró la mano y se la apretó unos segundos, dándole ánimos. Simón y Nico se miraron unos segundos, confundidos, mientras que no sabían si reír. 
—¿Y vos, Simón? —preguntó, soltando a Nico y mirando y enfocando a Simón con la tablet—. ¿Qué pensás de este cambio?
—No estoy de acuerdo. Esto no es lo mismo que Jam & Roller, nada lo va a superar.
—Estoy segura que cada uno de nosotros va a traer a la memoria al Jam & Roller. No lloren. Ya todo cambiará  —los trataba de animar Jazmín.
—No, no estamos llorando —aclaró Nico.
       Jazmín se grabó.
—Es así como deja el cambio del Jam & Roller a todos: tristes, desolados y disgustados. Nadie quiere al Red Sharks, quieren de vuelta el Jam & Roller. No hay dudas de que ha sido un gran error. ¿Y pintar todo de rojo? ¿A quién se le ocurre? No es tan In como todos piensan.
      En ese momento, Juliana  seguía en la pista, mientras que solo Yam,  Ramiro y Matteo continuaban patinando después de un descanso. Gastón y Nina se fueron a una cita que acordaron a último momento. Yam y Ramiro se habían puesto a patinar juntos esta vez, agarrados de la mano. Fue en ese momento en que sonó el celular de Juliana y ella atendió. Los chicos tuvieron que parar y escuchar lo que hablaba Juliana, porque se notaba que se quejaba y escuchaba ceñuda.
—No quiero eso. No quiero que esté. No tiene nada que hacer acá. Además, ya está en otro equipo. —Esperó un rato en silencio, tal vez escuchando a su interlocutor. No podía dejar de fruncir el ceño, pero finalmente habló. —Te envío el número en un mensaje de texto —dicho esto, con una voz dura, cortó. Se puso la mano en la frente, sin poder creerlo.
—¿Qué pasó, Juliana? —preguntó Yam, confusa.
Juliana los miró algo afectada.




Red Sharks vs. Jam & RollerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora