Capítulo 4

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Mónica le dejó el desayuno a Ámbar sobre la mesa del comedor. La costumbre no había desaparecido todavía porque pensaban que iría a ser un gran cambio para las chicas, pero la razón principal de que Ámbar comiera sola era porque así había sido su decisión. Hasta que consiguieran a alguien, Mónica seguía dedicándose a la comida y a pedido de la rubia le dejaba la comida allí para que comiera sola, mientras Mónica, Alfredo, Luna y Miguel comían todos juntos en la cocina. Así que ese día no era la excepción. Le habían insistido pero Ámbar había dejado en claro lo que quería, por lo que solo la respetaban. Como todos los días, bajó temprano y se sentó en la mesa. Esta vez Luna también se había decidido levantarse temprano y estaba en la cocina. Trataba de hacer como si realmente estuviera sola, pero las voces y las risas traspasaban las paredes hasta ella. Realmente, quería evitarlos. No quería escuchar cómo la pasaban bien, se divertían sin ella. Sin soportarlo más, se puso de pie, colocó todo en la bandeja y se dirigió a su habitación.
      Después de desayunar, Luna se fue a su cuarto y se sentó pesadamente en la cama todavía deshecha para agarrar de debajo de la almohada el anillo que Matteo le había regalado. Esta vez la luz que cada noche veía brillar se había apagado. Cada noche se acostaba con el anillo apretado en su mano, y más de una vez parpadeó con la luz de los recuerdos. ¿Por qué todo se había ido a pique? La relación con Matteo no funcionó, pero no podía extrañarlo más.
     Más tarde, fue Luna la que primero se acercó al Red Sharks, porque se iba a encontrar con Nina. Se sentía tan mal que estar un rato con Nina y patinar la iba a hacer sentir mejor. En esos días había muchas cosas que pesaban en ella y la hacían sentir bastante deprimida. A Nina mucho no le había hablado sobre lo que le estaba pasando con Matteo, tal vez le insistiría a que hablara y volviera con él, pero Luna ya sabía cómo eran las cosas con Matteo y, si no funcionó la relación con él una vez, otra vez tampoco. Pensó en el Open que se acercaba y no tenía una nueva canción, no había estado de ánimos para pensar en otras cosas, pero sabía qué canción cantar, aunque ya la había cantado.
     Nina estaba sentada en las gradas de la pista mientras Luna patinaba. Ella se encontraba muy concentrada en su tablet, pero de vez en cuando miraba patinar a su amiga, y, si Luna le devolvía la mirada, se sonreían. Nina estaba viendo la página (vieja) del Jam & Roller, donde se anunciaba el Open Music, que se acercaba. Estaba pensando acerca de algo, tenía que tomar una decisión pronto, pero no tardó demasiado en llegarle una sonrisa a la cara al recordar sus momentos con Gastón. Deseaba enormemente cantar con él, así podían pasar un momento inolvidable antes de que se fuera a Oxford. Estaba decidida ya. Debía hablar con él.
      Eran las dos de la tarde cuando finalmente Ámbar entró al bar. Estaba casi vacío porque, generalmente, la gente llenaba el lugar a partir de las tres o cuatro de la tarde. Se detuvo cerca del escenario, pensando que debía prepararse para el Open. Fue entonces cuando miró alrededor y se decidió por sentarse contra la pared en el fondo. Antes de avanzar, observó a Nico, Pedro y Simón, que estaban detrás de la barra.
     Los tres la estaban mirando nada disimulados.
—¿Qué miran? ¿Tengo monos en la cara? —les espetó.
     Los tres miraron a otros lados mientras Ámbar fue y se sentó en el lugar elegido. Los chicos, a la vez, sabían que tenían que preguntarle qué quería, pero se limitaron a mirarse entre sí. Cuando Simón y Pedro se miraron, Simón negaba con la cabeza. Pedro entendió que no quería acercarse ni hablar con ella.
—¿Qué vas a querer, Ámbar?  —le preguntó Pedro desde la barra.
—Un licuado de frutilla  —respondió ella mirándolos, y luego abrió su bolso. Pero al milisegundo—: ¡No! —Pedro se quedó como una estatua con el vaso en la mano. —Un jugo de naranja. No, mejor un licuado de manzana.
—Ya te llevo.
            Ámbar siguió con lo suyo, y Pedro estaba a punto de prepararle cuando Simón lo agarró del brazo y le dijo:
—Llévale agua con gas
—Pero dijo…
—Hazme caso.
—Bueno, está bien —Pedro estaba confundido, pero hizo lo que le pedía.
      Cuando Pedro se estaba acercando a la mesa de Ámbar con la bandeja y el agua con gas:
—¿Y Pedro ya está lista mi agua con gas? —Recordaba que había pedido otra cosa, pero no quería reconocer que había cambiado de opinión, como siempre le pasaba. Vio a Pedro detenerse junto a su mesa y dejarle el agua —¡Ah! —exclamó, anonadada.
Pedro se fue y Ámbar estaba por tomar cuando  miró hacia la barra. Simón la estaba mirando y era más que seguro que él se había adelantado a sus deseos, sonrió casi sin darse cuenta. Simón la conocía en esos pequeños detalles.
     Simón dejó de mirarla, todo ese tiempo serio. Ante eso, la frialdad volvió a Ámbar y siguió con lo suyo.
      Mientras tanto, Nina se había dejado convencer por Luna para patinar con ella. Luna y Nina estaban enfrentadas y Luna la agarraba de ambas manos mientras patinaba hacia atrás. Estaban riéndose a carcajadas.
—Luna estás yendo muy rápido, pará —parecía asustada, pero al mismo tiempo seguía riendo.
—Pero Nina lo estás haciendo muy bien —dicho esto volvió a carcajearse. —Ahora te voy a soltar, Nina, eh, te voy a dejar libre como un pájaro —volvió a reírse.
—Ojalá fuera un pájaro así puedo volar antes que me —Luna la soltó en ese momento—.caigaaa —se cayó.
Luna se tapó la boca con las manos y luego dijo:
—Nina, Nina, ¿estás bien? —Se acercó a ayudarla a levantarse. Ambas reían. Cuando Nina pudo ponerse de pie y mientras se sacudía, Luna vio que entraba Gastón a la pista. —Nina, Nina, llegó tu príncipe azul.
     Nina volteó a mirar y, efectivamente, Gastón estaba en la baranda, la saludó con una sonrisa. Y ella también.
—Bueno, Luna, tengo que hablar con Gastón.
—Sí, ve, tú tranquila —le sonrió Luna.
     Gastón se acercó a Nina y con una sonrisa se acercaron a darse un beso de varios segundos, hasta que escucharon un aplauso y un “¡Wow!” de Luna que los miraba. Nina sonrió, bajando la cabeza un poco avergonzada. Gastón sonrió, pareciéndole dulce la sonrisa que Nina había hecho.
—Bueno, vení, vamos a sentarnos y me contás lo que querías decirme.
      Gastón la ayudó a llegar y sentarse en una de las sillas, que ahora eran rojas, y luego se sentó él.
—¿Qué te parece si cantamos juntos en el Open?  Ya sé que falta poquito, pero podemos cantar una canción conocida. Bueno, si querés. Si querés cantar solo, no me molesta, no pasa nada.
      Gastón sonreía.
—Claro que quiero, Nina. Te iba a pedir lo mismo.
      Nina sonrió.
—Me encanta que me lo hayas pedido. A vos siempre te dio mucha timidez estas cosas y que te hayas decidido y me lo hayas pedido, lo valoro mucho —dijo Gastón, agarrándola de las manos. Al terminar, sonrió.
      En ese momento, Jazmín se encontraba tras la barra con Delfi, hablando con Simón, Nico y Pedro, los tres con los uniformes que Gary les había mandado. Se trataba de shorts rojos y una remera negra con un tiburón rojo en el lado derecho del pecho. Debajo de ese tiburón decía: Red Sharks.
–Ese uniforme está out, no pueden permitirlo. Prefiero su estilo, aunque también esté out —habló Jazmín.
—Cállate, Jazmín —pidió Delfi.
—No me gusta que hablen mal de nuestro estilo —replicó Pedro.
     Nico miraba a Jazmín ceñudo.
—Vos estás bien, Simón, a vos todo te queda bien —Y le hizo ojitos.
—Bueno, estábamos pensando en qué hacer para que el tío de Nico desista de querer que usemos uniforme —cortó Simón rápidamente a Jazmín.
—Tenemos que pensar en algo para que desista de todo, chicos —corrigió Delfi—. El Jam & Roller no existe más, la banda.
—Sí, Delfi tiene razón —habló Pedro mirando a Nico y a Simón.
     Mientras pensaban en algo, Emilia entró al Red Sharks. Ámbar había hablado con ella para saber si había decido finalmente abandonar a los Sliders para estar en el equipo del Red o no. Emilia le había dicho que iba a hablar con ella personalmente, y ahí estaba. Miró alrededor, sonrió con una sonrisa al costado, de orgullo, a Delfi, Jazmín, Pedro, Nico y Simón, que la miraban bastante serios, y luego siguió camino a donde había divisado a Ámbar. Se quedó quieta al lado de la mesa y la otra rubia alzó la cabeza para mirarla.
—Los Sliders no están tan alegres por nuestra retirada del equipo —solo dijo, pero aquello dio a entender a Ámbar que sí había aceptado estar en el equipo del Red. Se puso de pie y le preguntó:
—¿Y por qué te fuiste entonces?
—Juntas no nos vence nadie —respondió Emilia.
—Estoy de acuerdo —corroboró Ámbar, y se sonrieron.
     Emilia y Ámbar luego decidieron ir a patinar un rato, y en el camino se cruzaron a Nina y Luna que ya no querían patinar. Gastón se quedó en la pista, esperando a Matteo.
—¡Qué buena idea! —exclamó Jazmín, entusiasmada.
    Simón había dicho una idea que les encantó a todos, pero debían pensarla mejor y con cuidado. También pensaban realizarla luego del Open.
—Hola, chicos, ¿qué hacen? —Era Luna, toda sonriente, y llegaba Nina con ella, pero al ver sus caras, la sonrisa desapareció en un segundo—. ¿Qué pasa?
—Luna, ¿estás en la luna? —Jazmín le preguntó, y luego río, pero nadie más la siguió—. ¿Qué pasa? Es re gracioso —Estaba confundida, pero igual seguía riendo.
      Ante aquello, Delfi revoloteó los ojos, Nico largó una risa, y los demás siguieron serios.
—Espérate, espérate —habló Luna, mostrando la palma—. ¿Alguien me explica? No entiendo nada.
      Se acercó Matteo entonces, que había estado escuchando.
—La banda de tu noviecito está en peligro —dijo.
—¿Qué? —Luna cada vez entendía menos, Simón lo miró furioso. Pero Matteo miraba fijamente a Luna.
—¿Qué? ¿Son novios? —se alteró Jazmín.
—No sé qué te pasa, chico fresa, deja de decir tonterías. Y a ver ¿me pueden explicar? ¿Cómo es eso de que la banda está en peligro?
—Mi tío quiere otra banda para el Red y no nos deja tocar acá.
—Ni hablar de los uniformes que están usando, un horror.
—¿Qué? No puede ser.
—Pero se nos ocurrió una idea —habló Simón.
—A ver, guitarrista, quiero escuchar tu brillante idea.
—¿Se puede saber qué te pasa, Matteo? —espetó Luna.
—Chicos, ahora no es momento de pelear, la banda nos necesita —habló Nina, un poco temblorosa.
—Yo pienso en montar algo grande. Un evento, una presentación. Que el equipo del Roller armemos coreografías, y la banda toque en vivo. Traeremos a la mayor cantidad de personas que amen al Jam & Roller. Y principalmente, tenemos que hacer venir a Gary, para que vea lo que el Jam & Roller consiguió o puede conseguir.
—Bueno, con el Open y después la presentación, tu tío tiene que entrar razón, Nico —opinó Nina.
—Sí, ojalá —deseó Nico.
—Obvio que sí —habló Jazmín.
—Cuenten conmigo —habló Matteo.
    La Roller Band le dijo gracias, Simón un poco confundido, y Luna miró a Matteo como si fuera lo mejor que le hubiera pasado en la vida, y sonrió. Matteo la vio pero no se le movió ni un músculo.
—Lo hago por el Jam & Roller —aclaró con seriedad—. Yo hablo con Gastón —dicho esto fue en dirección de la pista.
—Bueno, chavos, ¿entonces lo hacemos?
     Todos asintieron y acordaron comunicarles a Ramiro, Jim y Yam sobre el asunto, Luna y Nina se fueron a tomar aire afuera, Nico, Pedro y Simón siguieron con el trabajo, y Jazmín, preocupada, necesitaba respuestas. Aprovechó que Delfi había ido al baño para acercarse a Nico, que estaba levantando vasos sucios de una mesa.
—Nico, Nico —Jazmín se dirigía a Nico con los zapatos repiqueteando en el piso. Nico se dio vuelta.
—¿Qué pasa, Jazmín? —le preguntó él algo cansado.
—Simón y Luna no están saliendo, ¿no? Otra vez.
—Simón no nos dijo nada, no creo —respondió Nico y Jazmín suspiró de alivio, poniéndose una mano en el corazón.
—¿No era que ibas a enfocarte en vos? —comentó Nico.
—Lo intenté… Fueron los peores 2 minutos de mi vida —contestó Jazmín apenada.
     Nico rio.
—Mira, Jazmín, no te preocupes —dijo él, viendo que ella seguía mirándolo un poco triste.
—Entonces, Nico, ¿crees que tengo oportunidades con Simón? —Y en ese momento alzó la tablet para grabarlo.
—Jazmín, ¿qué hacés?
—Tengo un vídeo diario.
—¿Un qué?
—En vez de escribir en un diario íntimo, me grabo contando todo lo que me pasa.
—¿Y por qué me grabás a mí?
—Para hacerlo más real. ¿Y tengo esperanzas con Simón? —Jazmín seguía enfocándolo con la tablet.
—Eso  lo tenés que hablar con él, pero te recomiendo que no lo hagas, no está en un buen momento ahora. Jazmín, hacele caso a Simón. Es un buen consejo, pensá en vos, en lo que te gusta hacer, concéntrate en eso.
     Y le sonrió.
—Así no sufrís.
      Le puso la mano en el hombro y se sonrieron.
—¿Vos cómo estás, Nico? ¿Alguna chica rondando otra vez ese corazoncito? —Dijo esto alzando la tablet otra vez, para grabarlo.
—Dejá de grabar.
—Está bien, lo dejamos para el reality, documental de la banda.
—Eso lo vamos a ver.
—¿Y bueno? ¿No querés contarme? —alzó las cejas varias veces y sonreía.
—No hay ninguna chica, Jazmín. Trabajo, estoy con la banda, vengo acá.
—¿No extrañas a Jim?
—Jim es solo una amiga… pero reconozco que tengo ganas de volver a enamorarme.
—Ay, ya te va pasar —Entonces lo agarró de la mano unos milisegundos y él sonrió.
—Gracias, Jazmín, pero discúlpame, ahora tengo que seguir trabajando.
      Jazmín resopló disgustada cuando se fue.
—Tengo que seguir investigando —dijo, mirando alrededor. Fue entonces que vio a Pedro pasándole un trapo mojado a unos vasos. Corrió hacia él—. ¡Pedro, Pedro!
—Sí, Jazmín, ¿Qué pasa?
—¿Simón y Luna están juntos no? No es que me interesa.
—No voy a responder eso —Solo dijo él—. No hablo de la vida de mis amigos, permiso —dicho esto, se dio la vuelta y se fue.
—Tengo que seguir investigando —repitió.
      Pero llegó Delfi y dejó el tema un poco apartado. Delfi le había dicho que se había mensajeado con Jim y Yam por el tema de la banda. Estaban de acuerdo, pero tenían que ensayar. Como faltaban solo unos días, más de una semana, para el Open, creían mejor volver a cantar Mano a mano hasta que tengan nuevas canciones. En ese momento, Nina y Luna entraban a la cafetería.
—Nina, me alegro muchísimo que le hayas propuesto a Gastón cantar con él en el Open, van a estar increíbles.
—Gracias, Luna.
—¡Ay, vas a cantar con Gastón! —se emocionó Jazmín—. ¡También me alegro mucho! ¡Son la mejor pareja!
Delfi la miró entre enojada y boquiabierta.
—Bueno, gracias, Jazmín. ¿Nos tomamos un licuado? —Le preguntó a Luna, y ambas se acercaron a una de las mesas que estaban en el fondo.
—Ay, sí, Gastón y Nina la mejor pareja, ¿o no? Luna y Matteo también… —Jazmín dijo eso porque Matteo acababa de entrar y se sentaba en el escenario con la guitarra para ensayar para el Open.
—¿Cómo la mejor pareja? ¡Jazmín! ¿Y Pedro y yo?
—Bueno, Pedro y vos también.
—¿Y lo decís así, Jazmín? —Parecía que solo lo había dicho para complacerla.
—¿Y cómo querés que lo diga, Delfi?
—No sé —empezó a responder haciendo mímica con las manos—, con más entusiasmo… no sé…
—¡Ay, ya sé qué hacer para mi canal!
      Delfi resopló.
Matteo ensayaba Allá voy, mientras Luna lo miraba de vez en cuando. Nina se hacía la que no se daba cuenta, pero estaba al tanto. De pronto, una chica se acercó a Matteo y lo llamó (“Matteo”). Matteo dejó de tocar y levantó la cabeza para mirarla.

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