Capítulo 11

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11
Esa noche, cuando los chicos llegaron al loft, encontraron a Gary esperando a Nico para hablar con él. Pedro y Simón fueron a la cocina a preparar la comida y trataron de hacer ruido, para respetarlos, pero lo que más querían era escuchar lo que se decían.
—¿Qué fue todo eso, Nico? —Comenzó Gary preguntando.
—Ya te dijimos.
—No puedo creer que vos quieras pasarme por encima así.
—No es eso. Tío, no es contra vos…
—Ya veo que sí.
       Gary realmente se había enojado y decepcionado de él, y Nico no quería eso.
—Hasta con los uniformes me pasaron por encima. Los usaron un poco el año pasado, y después los dejaron de usar. Pero como ven, eso sirvió solo para que yo tuviera tiempo de darle otro diseño. Tal vez tenga que volver a colocar cámaras en el sitio. Estás defraudando mi confianza.
—No quiero pelearme con vos, tío.
       Gary lo miró en silencio unos segundos.
—No me hagas esto entonces, Nico —pidió Gary—. Ya me voy.
      Con la frialdad por Nico todavía instalada, Gary salió del loft hacia su otro departamento.
       Simón y Pedro habían estado escuchando a escondidas.
—Nico, ¿estás bien?
      Nico negó con la cabeza.
—Vamos a comer —solo dijo.
      Durante la cena…
—No puedo creer lo de los instrumentos —habló de pronto Pedro.
—Mi guitarra, chavos. —Simón golpeó con el puño la mesa.
—No lo puedo creer yo tampoco —habló Nico, abrumado por lo de los instrumentos y por la pelea con su tío.
      Siguieron comiendo y se fueron a dormir casi sin hablar. Nico y Simón estaban despiertos porque no podían dormir. Tenían una opresión que no se les iba más.
      Simón recordó lo que había hablado con Ámbar. Pero la rubia, acostada en su cama en el cuarto de la mansión, también.
Los dos se habían quedado mirando, no estaban cerca, pero aún así parecía que estuvieran acariciándose con los ojos.
—¿La guitarra está muy estropeada?
      Simón alzó la guitarra para mostrarle, le faltaban las cuerdas y el pedazo de las perillas.
—Míralo tú misma. ¡No sé qué voy a hacer ahora! —se desesperó el chico, pasándose la mano por la cabeza.
     Ámbar lo miraba preocupada y ni se acordó de fingir que no. Ella estaba acercándose a él.
—No, Ámbar, no. Quiero estar solo —dijo esto, dio media vuelta y se fue del camerino.
     La seguía odiando, había pensado Ámbar. Tenía que dejar de actuar de esa manera. Se limpió las lágrimas y también salió.
      Nico se puso de pie y fue al baño con el celular en la mano.
     La pelea con su tío lo había desanimado, y si eso se le agregaba lo de los instrumentos, peor, y no sabía qué hacer. Tenía bronca y dolor y empezó a ver los contactos del celular. Jazmín. Llamar o no llamar.
—¿Qué? ¿Qué estoy haciendo?
    ¿Cuándo sintió la necesidad de llamar a Jazmín por algo que le había pasado? Tampoco creía que Jazmín lo considerara tan cercano para que ella le respondiera el llamado.
      Podría haber pensado en Jim, hasta en Ada, aún tenía el número, pero no…
     No llamaría a nadie. No hablaría con nadie. Soportaría ese dolor. Se quedó apoyado contra la puerta.
      Al día siguiente, los ánimos en el Red Sharks estaban abajo, salvo para Emilia, Ámbar y Benicio, que brindaban por el éxito del evento. Los chicos los miraban penetrantemente, aunque Simón solo por Benicio. No le gustaba nada que el chico hubiera regresado y tampoco le había gustado lo que había pasado cuando entró Benicio al sitio:
     Emilia y Ámbar estaban sentadas a una mesa cerca de la barra, parecía que discutían, y el chico entraba al lugar como si fuera suyo, pavoneándose. Benicio miraba a Nico, Pedro y Simón como si se hubiera comido el mundo al tiempo que se acercaba a la mesa de las chicas.
—¡Hola, mi amor! —exclamó Ámbar al verlo. Se puso de pie y le dio un suave beso en la mejilla, cerca de los labios, mientras miraba en dirección de Simón para ver su reacción. Simón sintió sorpresa de la mala al ver eso. Trató de no mostrarse dolido porque se dio cuenta de que Ámbar estaba atenta, pero cuando se distrajo, él miró a sus amigos, que también lo miraban al notarlo triste. Trató de componerse y que las lágrimas que había llegado a sus ojos no cayeran. Los chicos no querían verlo así.
—Jazmín es muy dulce, tal vez podrías darle una oportunidad. Podrías salir al menos una vez con ella —le dijo Nico. Se le había ocurrido de la nada. Pero ¿y si a Simón le empezaba a gustar?, se preguntó de repente. “Qué me importa, y esa es la idea”, pensó después el chico confundido.
—Dale tú una oportunidad —le dijo Simón, pero esta vez más aligerado.
—Ella está enamorada, enamoradísima, de vos —aclaró Nico.
—Eso quiere decir que sí le darías una oportunidad… Aaay, aaay, aaay —habló Pedro, para cambiar el ambiente. Estaba dando resultado, Simón estaba casi por reír—. “Tu novia” —recordó Pedro. Simón y él rieron apenas.
—No sé de dónde sacó mi tío eso —comentó Nico.
—Bueno, pero pegaste onda con Jazmín, ¿o no? Se nota.
—Sí, la verdad. Me sorprende. Pero solo eso.
—Sí, claro, solo eso. Claro. Claro. Claaaro —bromeaba Pedro, sonriendo. Nico le pegó un latigazo en la cabeza con el trapo que estaba usando para limpiar las bandejas.
      Al segundo se acordaron de la banda, los instrumentos destrozados, Benicio, Benicio y Ámbar, y volvieron a desanimarse. Resoplaron y se pusieron a trabajar otra vez. Emilia, Ámbar y Benicio se pusieron de pie y fueron al camerino, ya que sentían que ahí podían hablar tranquilos. O discutir tranquilos. Ámbar había sacado el tema de los instrumentos y la acusaba a Emilia de haberlo hecho. Benicio miraba a las chicas discutir, de brazos cruzados y sonriendo.
     Entró una chica al Red Sharks, se detuvo cerca de la barra y observó como si estuviera perdida o como si estuviera buscando algo o a alguien, o ambos. Tenía el pelo largo castaño rizado y llevaba una cámara de fotos profesional colgada al cuello y una tablet en la mano. Pedro estaba por preguntarle si necesitaba ayuda cuando la chica empezó a grabar el lugar con la tablet.
—¡Y acá estamos en el Red Sharks!
     Nico se detuvo con la bandeja en la que llevaba un pedido, la dejó sobre una mesa cercana y se la quedó mirando confundido. Vio que bajaba su mirada de la tablet y luego la alzaba para encontrarse con la mirada de Nico en ella. Sonrió y se acercó a él.
—¡Hola! Mi nombre es Maia —se presentó la chica mostrándole la mano para estrechársela.
—Y yo soy Nico —dijo él, estrechándole la mano. Cada vez entendía menos. —¿Necesitás algo? —preguntó amablemente Nico, pero también confundido y todavía agarrados de la mano, porque, aunque lo intentaba, Nico no podía soltarse porque la chica lo agarraba con fuerza. Tosió. —La mano —dijo.
—Ah, sí, perdón —Y lo soltó—. ¿Vos sos de la Roller Band, cierto? —sonrió Maia, poniéndole la mano en el hombro.
     En ese momento, entraba Jazmín y los veía. Jazmín sintió en ese instante que la chica no le caía nada bien. Sin pensar, se acercó y se interpuso entre ellos. Nico alzó las cejas, sorprendido, porque no lo había visto venir.
—Ah, hola, Jazmín.
—Hola. ¿Cómo estás, Nico?
—Si no pienso en nada, mejor —respondió el chico.
—Tengo que hablar con ustedes sobre el documental así empezamos —continuó Jazmín.
      Jazmín volteó a mirar a Maia con seriedad y después volvió a mirar al chico, sonriente.
—Sí, claro, Jazmín, en un segundo arreglamos, tengo que dejar este pedido.
     En el camerino, las chicas seguían discutiendo y Benicio mirándolas con una sonrisa.
—Ámbar, a mí no me interesa romper nada de Simón.
—¿Podrían darme el crédito? —interrumpió Benicio finalmente, con una sonrisa de orgullo. Ambas dejaron de hablarse y miraron al italiano al mismo tiempo. Él tenía una mirada prepotente.
—¿Fuiste vos?
—¿Fuiste tú?
     Ámbar y Emilia se miraron cómplices y después dirigieron la mirada a Benicio, largando un resoplido furioso.
—Ámbar, sigues viéndote hermosa… —le dijo el chico.
      Ella rodó los ojos.
—Podrías haber sido más cuidadoso. Ahora todos creen que fuimos nosotras.
—¿Es eso lo que te importa o Simón? —preguntó Benicio, cruzándose nuevamente de brazos.
—Ustedes son tal para cual —dijo Ámbar, refiriéndose a que tenían siempre que insinuar que le pasaba algo con Simón.
—No soy estúpido. Tu saludo fue muy sobreactuado. Y quiero dejarte algo en claro: no me gusta que me usen.
—Sí, quería poner celoso a Simón, ¿y qué? —admitió Ámbar.
     Emilia y Benicio se dirigieron una mirada, Emilia sonreía, pero el chico, no.
—Quiero que sufra un poco —les aclaró, aunque no era la verdad.
—¿Solo es por eso? —preguntó Benicio—. ¿O sigues sintiendo algo por él? —cuestionó luego, con suspicacia.
—Ustedes dos me tienen harta con Simón. Son tal para cual —repitió. “Nefastos los dos”, pensó y se retiró dejándolos solos.
     Emilia y Benicio se dirigieron la mirada, estudiándose mutuamente, intrigados uno por el otro.
     Jazmín y la Roller Band ya habían acordado un día a la semana para juntarse todos juntos y empezar el documental, aunque Pedro estaba algo reticente porque no tenían cómo ensayar por la falta del bajo de Nico. Pero Jazmín empezó a grabar el escenario, como apertura del proyecto.
—Jazmín —le empezó a susurrar Delfi, pero ella seguía en lo suyo—. ¡Jazmín! —Delfi estaba preocupada.
—Pará, Delfi, estoy grabando.
     La cara de Gary se le apareció de pronto en la pantalla de la tablet, diciendo:
—No grabés más.
—¡Ay, qué horror! —exclamó Jazmín, llevándose la tablet al pecho. Delfi se tapaba la boca con las manos mientras veía todo lo que pasaba.
—No hace falta que grabes…
—Solo será un segundo. Si se puede correr… Un poco a la izquierda, por favor. Después me tiene que decir dónde compró esa remera, seguro a mi padre le encanta… —le comentó Jazmín enfocando nuevamente con la tablet.
—¡Jazmín! —le espetó Delfi, temerosa.
—Bajá eso, por favor.
—¿Nos está diciendo que no vamos a poder grabar nada? —Comprendió Delfi.
—De eso se encargará otra persona. Ya daré el anuncio oficial. Si quieren pueden grabarse en el sitio, pero no pueden grabar ni las instalaciones, ni los entrenamientos, ni las pruebas, los ensayos de la banda, ni nada que tenga que ver con el Red Sharks, menos para ser usado como competencia. No sé, grábense pintándose las uñas o algo así…
—¿Las uñas? ¿Las tengo mal? —preguntó Jazmín, dejando la tablet en la mesa que estaba junto a ella y alzando las manos a la altura de su cara para mirarse las uñas, desconcertada y algo asustada. Sus uñas eran largas, bien limadas, redondeadas perfectamente y pintadas de rojo—. No, están bien.
—¡Cállate, Jazmín!
—Todo lo que es del Red Sharks, se queda en el Red Sharks, y en la página y canal oficial —recordó Gary, sin hacerle caso a Jazmín.
—¿Pero cómo voy a hacer? Mis suscriptores quieren saber sobre este lugar.
—Lo harán desde la página o canal oficial.
     Las miró penetrantemente con la esperanza de que las chicas le hicieran caso y fue a buscar a Maia. Sabía que ella había estado allí, pero parecía que volvía a desaparecer. Creyó que tal vez estuviera viendo el lugar.
     Luna había entrado al camerino y buscaba alguna irregularidad después de haber sido destruidos los instrumentos de los chicos. Creían que fueron Ámbar y Emilia, ¿pero y si no?
     Gary apareció de pronto y la asustó.
—Era usted —dijo Luna.
     Gary la miraba serio.
—La bromita de ayer…
      Luna apretó los labios.
—No fue ninguna bromita. Hicimos lo que sentimos.
—Entonces se habrán dado cuenta de que hacer lo que uno siente no sirve para nada.
—Sirve y se lo vamos a demostrar. Mañana en las pruebas —Gary había informado la fecha de las pruebas por la página web de los Red Sharks. La página del Jam & Roller había desaparecido de la nada desde la mañana. Si alguien quería entrar, aparecía un cartel de “Esta página no existe”. —Vamos a dar todo. Vamos a poner el corazón.
—¿El corazón?
—En el corazón tengo lo que se requiere para dar lo mejor en la pista.
—El talento es lo que cuenta.
—Lo de ayer no sirvió para nada —espetó Gastón molesto—. Necesitaba hacer algo por ustedes antes de que me vaya.
      Nina y Gastón estaban en el bar y se agarraban de las manos sobre la mesa mientras hablaban.
—Si nos mantenemos fuertes y persistimos, vamos a lograrlo. No te desanimes —habló Nina.
      Gastón le sonrió y ella le devolvió la sonrisa. En ese silencio, las miradas hablaban y se decían cuánto se iban a extrañar. Cada vez faltaba menos para que el chico fuera a Oxford, y aquello estaba pesando cada vez más en ellos.
      Gary seguía buscando a Maia, y esta vez fue el turno de buscar en la pista. Emilia y Ámbar estaban patinando, y Juliana estaba observándolas muy seria, apoyada contra la baranda. Se acercó a ella.  Ella sintió pasos y volteó a mirarlo. La seriedad no se le iba y como vio que él la estaba mirando insistentemente, adoptó una postura, cruzándose de brazos, que daba a entender que quería que se apresurara en hablar y estaba preparándose mentalmente a cualquier cosa que él tuviera que decir. Gary se sacó lo anteojos de sol.
—Su juego no sirvió de nada.
—¿Juego? Los chicos solo quieren su lugar.
—Ya no es el Jam & Roller, deberían aceptarlo.
—Les estás sacando todo.
—Estoy haciendo que nazca un lugar nuevo.
—No vas a negar que los chicos son buenos en lo que hacen. Le ponen el corazón y…
—Con el corazón no se gana. El talento es lo único que sirve.
—Ellos tienen mucho talento también.
—Eso lo veremos en las pruebas.
    Juliana estaba por irse, pero pareció recordar algo y se volvió para decirle:
—Y poner el corazón también sirve. Con entrega se gana, con pasión, con amor a los que uno hace, con el talento y con el corazón, así se gana, y estos chicos me lo enseñaron.
     Juliana y Gary se quedaron mirando unos segundos hasta que Juliana dio media vuelta y salió de la pista. Gary la siguió. No veía a Maia por ahí.
    En ese momento, Maia volvía a entrar al lugar y Jazmín levantó la cabeza, atenta. Gary también aparecía y la vio.
—¡Maia, bienvenida! —Gary la recibió de aquel modo entusiasta.
     Jazmín, Pedro, Simón y Nico, que estaban tras la barra, miraban lo que estaba ocurriendo.
—Va a ser un placer trabajar acá.
—Sos una de las mejores noteras que encontré. Sé que no me vas a fallar —la expresión de Jazmín era de como si hubiera recibido un gran golpe en la cara. Nico se la quedó mirando preocupado por lo que estaría sintiendo. Gary bajó sus lentes oscuros para mirar a Maia y luego volvió a subírselos.
—Por supuesto.
—¿Querés ver el lugar? Así después empezamos con las fotos.
—Es lo que estoy deseando.
     Ambos se fueron entonces en dirección de los camerinos.
     Jazmín se había quedado mirando todo entre incrédula y destruida.    Nico, Pedro y Simón se miraron entre sí y luego la miraron a ella.
—Soy un fracaso, chicos, ¿no? Sí, ¿no? Díganmelo, soy un fracaso. Mi vida está acabada.
—No digas eso, Jazmín —habló Simón—. Tú eres muy talentosa.
—Desearía que eso fuera suficiente. —Los chicos imaginaron que se refería a que deseaba que fuera suficiente para que Simón se enamorara de ella. No estaban tan errados, pero fue más para los chicos en general. —Quiero decir… Eligieron otra chica para encargarse del canal del Red Sharks…
—Vos no necesitás este lugar para triunfar —dijo Nico.
—Es cierto lo que dice Nico, Jazmín. —Estuvo de acuerdo Pedro.
—Sí —confirmó Simón.
      Empezaron a entrar más personas al bar y hasta Gastón y Nina los llamaban porque querían pedir algo.
Jazmín resopló y angustiada apoyó su mentón en el puño mientras los chicos empezaban a trabajar y Delfi volvía para sentarse con ella.
    Gary volvió quince minutos después, con Maia pisándole los talones. Le había mostrado el lugar, hablado de algunos temas, pero la chica no había empezado a trabajar todavía.
      Emilia, Ámbar y Benicio entraron desde la pista junto a otras personas y todos se quedaron observando a Gary, que había subido al escenario. Era evidente que él les había pedido que se acercaran allí.
—Voy a hacer un anuncio… Si me escuchan, por favor…
     Silencio. Maia empezó a grabarlo mientras él le hablaba a todos en el bar. Ya varios se habían acercado.
—Bueno, la página web del Red Sharks tendrá un espacio dedicado a los videos, que también estarán en el canal oficial. Estos videos estarán a cargo de Maia Rodríguez, hija de un amigo mío, que está encantada con el trabajo. También se encargará de las noticias y fotografías.
     Jazmín y Delfi intercambiaron miradas de disgusto. Maia sonreía descaradamente, según Jazmín.
—Les recuerdo que las pruebas para entrar al equipo de los Red Sharks serán mañana, como informa la página web. Estén preparados. No voy a admitir ningún error y no voy a tener consideraciones con ninguno que no se presente a las pruebas, no doy segundas oportunidades.
      Jazmín y Delfi no podían grabar ni con disimulo porque eran vigiladas, o eso era lo que sentían.
—Y por último, el Red Sharks ya tiene banda. En estos días empieza a ensayar. Eso es todo.
La Roller Band se miró disgustada, y Emilia, Ámbar y Benicio sonreían con orgullo.




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