Capítulo 13

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      Todos miraban a Gary expectantes.   Nico se quedó a ver quiénes de sus amigos quedaban, pero antes fue a avisar a Pedro para que vea también. Estaban un poco reticentes de dejar el bar solo pero se imaginaban que solo serían unos segundos.
—Los que quedaron en el equipo son Matteo, Simón y Ramiro.
      Ámbar sonrió y miró hacia Luna, esperando ver una cara de enojo, pero solo vio dirigirle una mirada y una sonrisa a Simón. La cara de Ámbar cambió.
       Ramiro, que estaba junto a Yam, festejó alzando los brazos, y luego quedó con una sonrisa al costado.
—Felicitaciones —sonrió Yam.
—No esperaba otra cosa —declaró él.
—¿No te importa que yo no haya quedado en el equipo? —le preguntó Yam, que esperaba que le diera unas palabras de aliento.
—Yo no dije eso. Pero él se lo pierde.
—Entonces —siguió hablando Gary, poniéndose de pie—, Ramiro, Matteo, Simón, Emilia y Ámbar, bienvenidos al equipo del Red Sharks.
      Todos allí empezaron a aplaudir, menos el equipo. Ámbar miró hacia la parte donde Benicio se encontraba mirando todo. Él se apoyaba con las dos manos en la baranda, del otro lado de la pista, y la miraba. Ella le tiró un beso con la mano y él le guiñó un ojo. Simón, que vio todo, sentía las ganas de que el chico desapareciera de la faz de la tierra.
       Ahí fue cuando cayó en la cuenta. Qué idiota había sido. Benicio fue el que había roto los instrumentos. Se quedó mirando con los labios apretados a un sonriente Benicio que no dejaba de mirar a Ámbar.
—Ahora pueden ir al bar a festejar, lo que quieran —dijo Gary, y todos empezaron a salir de la pista.
—Me sorprendiste, la verdad —le dijo Juliana a Gary y este la miró interrogante. —Creí que los del Jam & Roller no te interesaban para nada.
—La verdad que no me importan tanto, pero admito que con ellos podemos ganar las competencias.
       Ámbar miró a Gary, que también la miró. Ella le sonrió cómplice, pero él no mudó su mirada seria, y fue de camino hacia el bar. Si Ámbar creía que había elegido a Matteo y a Simón porque ella se lo había pedido, estaba muy equivocada. Él sabía reconocer el talento. Solo había sido casualidad que lo hubiera reconocido en ellos dos además que en Ramiro.
       Los que hicieron las pruebas fueron a sacarse los patines, lavarse y refrescarse un poco antes del festejo.
Los chicos felicitaban a Ramiro,     Matteo y Simón por haber quedado en el equipo. Simón miró a Luna y se sonrieron otra vez. Matteo ya lo había visto en la pista, y ahora otra vez en el bar. Algo apretó fuerte su corazón.
      Simón se sentía algo mal por haber quedado y los demás no, pero según podía juzgar por sus miradas y el brindis que querían realizar, Yam, Delfi, Jim, Jazmín y Luna estaban felices por ellos. Se sentía especialmente dolido por Luna, que se quedaba sin patinar y eso era una de las peores cosas que le podían pasar a su mejor amiga. También todavía pesaba los instrumentos rotos y los ensayos con la banda, que habían quedado relegados.
—Al menos tenemos algo que festejar —dijo Nico, que estaba al lado de Simón, y le apretó el hombro.
        Ramiro se acercó a Yam y la abrazó por la cintura desde atrás. Ella miró a un costado y agarró sus manos. Después le dio un beso en la mejilla al ver que su rostro estaba al lado del de ella. Estaba contenta por él, pero a la vez sentía que el hecho de que él estuviera en el equipo de los Red Sharks los iba a alejar uno del otro.
       Jazmín grababa el jolgorio con algo de disimulo y llegó a grabar el gesto de Ramiro y Yam.
       Ámbar y Emilia estaban apartadas, mirándolos. Jazmín miró a Ámbar. Le había dolido y molestado que se sintiera dueña de Simón y que se lo hubiera recalcado en la cara, después de que Gary la emparejara con él. Pero se la devolvió cuando Gary mencionó que Simón y ella también patinarían juntos. Vio cómo aquello le disgustaba. Y en ese momento, encontró el modo de devolverle el dolor que le había causado.
        Gary miraba disimuladamente a Nico de vez en cuando. Esperaba que se acercara y lo felicitara por el equipo y que le pidiera perdón por el error de participar en el evento especial, pero él seguía ahí, hablando con sus amigos. La mirada del hombre era tan inescrutable que nadie podía ver cómo se sentía o lo que pensaba.
       Gary, con su vaso de jugo de naranja, se acercó a Juliana, que también tenía su jugo en la mano. Ella ya había felicitado a los que habían quedado y les dio palabras de aliento a los que no.
—¿Un brindis por el Red Sharks?
Maia se acercó a ellos y los grababa con su tablet.
—Acá tenemos a la en…
En ese momento aparecieron uno de los periodistas que estuvieron en las pruebas, con el cámara.
—¿Le podemos hacer unas preguntas?
—Pero por supuesto.
      Maia se dio cuenta de que había sido sutilmente echada y se fue dando lugar al periodista a hacerle preguntas. Estaba enojada.
      Juliana estaba por irse.
—No, no, por favor, quédese. Les vamos a hacer unas preguntas a los dos.
Juliana miró a Gary.
—Quédate.
Ella le hizo caso.
—Acá estamos con la entrenadora y el dueño del equipo. ¿Qué pueden decirnos ahora que el equipo está completo? ¿Cuál es el paso a seguir?
—A empezar a prepararnos para la competencia. Vamos a triunfar —dijo Gary a la cámara.
—¿Y la entrenadora está preparada?
—Pero por supuesto.
—¿Usted es la famosa patinadora que ganó el Patín de Cristal, cierto?
—Sí, la misma —respondió Juliana, recordando que lo habían roto, y se estaba poniendo nerviosa. —No responderé más preguntas sobre el Patín de Cristal.
—Bueno, muchas gracias por su tiempo.
       Dicho esto, periodista y cámara se retiraron.
—Ahora sí, brindemos por el Red Sharks —retomó Gary, alzando el vaso con jugo.
—Yo brindo por mis chicos —aclaró Juliana, acercando el vaso para entrechocarlo con Gary, pero Gary fue rápido y entrelazó su brazo con el de ella, que se sorprendió. Era una manera de brindar que solían hacer las parejas. Gary bebió de su jugo sin quitarle la mirada de encima. Juliana no bebió y retiró su brazo bruscamente.
—Te estás perdiendo un equipo de oro —refiriéndose al equipo completo del Jam & Roller, y Gary entendió.
—Eso ya lo veremos.
      Maia se acercó entonces a Nico, que estaba con Simón y Pedro.
—Nico, creí que participarías de las pruebas —le dijo.
—Ah, no, mi etapa como patinador ya terminó. Quiero concentrarme en la banda.
—Qué lástima. Patinas —Jazmín los miraba atentamente desde atrás de Pedro— muy bien. Estuve viendo unos videos de competencias del Jam & Roller.
Pedro y Simón se miraron casi riendo.
—Sí, tuve mis tiempos, pero ahora quiero dedicarme a la banda.
—Sí, claro, la banda. ¡Simón! —dijo, dándose vuelta hacia él tan de repente que el chico pegó un salto. —Unas preguntas para el video del Red Sharks…
      Nico miró sin querer a Jazmín y la vio mirando. Seguro estaba celosa porque la chica hablaba con Simón, pero sus ojos estaban clavados en los suyos y cuando vio que la miraba, volteó y se fue. Nico quedó confundido. Después llegó a pensar que se iba para estar sola un rato o hablar con Delfi, como se estaba dando cuenta en ese instante. Delfi estaba con Yam y Jim, hablando de la banda. Pero después Delfi miró hacia Pedro y casi sin ánimos se acercó a él.
       A los cinco minutos terminó la  entrevista y Simón se puso a pensar en lo mal que estuvo en culpar a Ámbar de romper los instrumentos, y que, aunque, terminó creyéndole que no había sido ella, no le había pedido perdón. Él no era así. Tenía que disculparse. Pero después de decirle unas cositas a Benicio… Este estaba con las chicas, y fue derechito a él.
—Contigo quiero hablar —le espetó al ponerse enfrente.
      Benicio abrió los ojos grandes, haciéndose el sorprendido.
—Simón. ¿Hace cuánto que no hablo con mi amigo? —dijo el italiano, haciéndose el gracioso.
       Simón lo miraba con los labios apretados. Por cada palabra que Benicio decía, este merecía un golpe, pensaba. Lo agarró de la pechera de la remera y Benicio levantó los brazos.
      Ámbar y Emilia se miraron preocupadas.
—Chicos, paren un poco —espetó Ámbar.
      Nico, desde la otra punta, vio el conflicto y se acercó.
—Nos vas a pagar los instrumentos, Benicio.
      Nico miró a Simón con las cejas arqueadas.
—¿Por qué yo? —replicó Benicio, apartando las manos de Simón de su remera. Puso los brazos en jarra.
—Tú rompiste el bajo y mi guitarra.
—¡¿Qué?! ¡¿Fue él?! —exclamó Nico. Ahora fue él el que agarró a Benicio de la remera.
—¡Nico, basta!
      Gary se había acercado y se había puesto al lado de Benicio.
—Están los periodistas, los están mirando todo el mundo. Soltalo.
—Pero, tío… No conocés a Benicio…
       De igual manera lo soltó.
—No me importa. Compórtate.
Benicio se arreglaba la remera, mirándolos con una sonrisa maliciosa.
—Benicio, te necesito un segundo, por favor. Acompáñame —le pidió Gary y se fue, seguido por el chico. Nico y Simón no los dejaban de mirar enojados.
       Se dieron la vuelta para irse pero a los tres pasos se detuvieron, se dijeron algo y regresaron ante Emilia y Ámbar, que se miraron con curiosidad.
—Perdónporculparlas —habló Nico rápido y casi que se estaba dando vuelta.
—¿Qué? —rieron las chicas.
—Yo tampoco te entendí —dijo Simón.
—Perdón por culparlas por lo de los instrumentos —dijo Nico más tranquilo y suelto.
—Sí, perdón —secundó Simón.
—Bueno, no teníamos esta intención… Pero las acusamos y no fueron ustedes —continuó Nico.
Ámbar y Emilia los miraban con los brazos cruzados y serias.
—Así que, perdón, chau.
      Y sin esperar que las chicas dijeran nada, dieron media vuelta y se fueron.
     Ambas rubias se miraron mutuamente. No se habían esperado eso para nada. Se miraban confundidas porque pensaron que iban a atacarlas, no a pedirles perdón.
—No nos importa perdonarlos, ¿no? —preguntó Emilia.
—No.
—Claro que no.
      Pedro abrazaba a una triste Delfi por no haber quedado en el equipo, pero que de igual manera se había unido al festejo por Simón, Matteo y Ramiro. Nico y Simón llegaron a ellos, también estaba Jazmín, que grababa a la pareja. Pedro la vio.
—Jazmín, dejá eso, por favor.
—¿Y cómo quieren ganar como la mejor pareja si no los grabo?
      En ese momento, se acercaron nuevamente los demás para pedir un nuevo brindis. Juliana los miraba sonriendo. Aunque no habían quedado todos, los que no habían quedado se sentían contentos por los que sí, y los que habían quedado estaban un poco reacios a festejar demasiado en consideración de los que quedaron afuera. Eran muy buenos amigos. Una familia.
Cuando estaban alzando los vasos, Emilia se puso al lado de Matteo. Todos quedaron en silencio mirándolos.
—Sabía que lo lograrías —dijo la chica, para luego darle un beso en el cachete. Matteo se corrió rápidamente y se la quedó mirando confundido.
Luna sintió cómo le apretujaban el corazón con fuerza y se le salieron las lágrimas. Dio media vuelta y salió corriendo para abandonar el lugar.
      En el intento de salir a través de todos los chicos que estaban allí, olvidó que llevaba apretado el anillo en su mano y lo dejó caer. Matteo fue tras ella, y luego reaccionaron Nina y Simón, que también corrieron.
      Matteo pisó algo duro en su corrida y se detuvo con una mueca de dolor, viendo que era el anillo que él le había regalado. Se agachó a agarrarlo y se lo llevó al bolsillo mientras volvía a correr. Pero cuando salió del Red Sharks, no vio a Luna por ninguna parte. Simón y Nina salieron tras él y al no verla, empezaron a llamarla o a enviarles mensajes.
      Todas las veces que Emilia se había acercado a Matteo era porque realmente le gustaba. Que Luna se enojara solo era un efecto secundario, y que Matteo fuera tras ella no era lo que había querido. Estaba sentada al lado de Ámbar con los brazos cruzados y mirando a ningún punto en particular, con los labios apretados.
—¿Vas a llorar por un chico? —Ahora era el turno de Ámbar de burlarse, solo se lo preguntaba porque ella le había dicho algo así cuando la vio peleando con Simón.
      Emilia rodó los ojos, porque claramente vio sus intenciones.
—Lo merezco —reconoció Emilia. Ámbar le sonrió.
      Lo que no se merecía era que Matteo fuera detrás de esa chiquilla, ni novios eran, pensó Emilia.
      Benicio se les acercó en ese momento.
—Buena jugada —le dijo a Emilia, por lo que acababa de hacer.
—No esperaba que fuera una “jugada”.
—Apa —se sorprendió Benicio, y se quedó callado.
       Luna corría por una calle oscura y apenas estaba concurrido. El celular sonaba y solo atendió porque había visto antes que era Nina la que la llamaba. Pero no era ella esta vez.
—Luna.
—Matteo —dijo ella bastante agitada, aunque ya había dejado de correr.
Eso le pasaba por no volver a ver la pantallita del celular con atención.
—¿Te pusiste así por lo de Emilia?
—¿Y qué si me puse así por eso? Matteo, no somos nada.
—Yo quiero que seamos algo.
       Luna suspiró al escucharlo. Ella también quería, pero no pensaba que fuera a funcionar. Ya lo habían intentado una vez y todo se había ido a pique. No eran el uno para el otro. Ella no era para él, ni él para ella. Matteo sintió el silencio, pero ahora aquello era lo que menos importaba, aunque sí quería que le respondiera.
—¿Dónde estás? Es de noche y estás sola.
      De pronto Luna escuchaba las voces de Nina y Simón al otro lado de la línea mientras se acercaba a la esquina más cerca mirando todo alrededor.
—¿Estás hablando con Luna? —preguntó Nina.
—Ahora que veo no sé dónde estoy, Matteo. Corrí tanto que no vi por donde iba.
       Matteo le pidió que leyera los carteles de las calles y después ella se despidió, para después llamar a su padre para que la fuera a buscar. Se cruzó de brazos y miró con un poco de miedo.
        Matteo había salido corriendo a buscarla apenas cortó la llamada, y Simón y Nina se miraron confundidos. Recibieron cinco minutos después un mensaje de Luna que les decía simplemente “Estoy bien”.
       Matteo vio a Luna en una de las esquinas, apoyada en el palo del cartel indicador, y suspiró de alivio.
—¡Luna! —Corrió hacia ella, quién lo miró sorprendida, pero algo aliviada al mismo tiempo. —Vine a buscarte.
—Matteo, no era necesario.
—Estás loca si creías que iba a dejarte sola.
—¿Viniste tú solo? —Pero era una pregunta innecesaria, porque nadie además de él se veía por ahí.
—Simón y Nina querían saber de ti —le informó el chico.
—Ya les envié mensajes.
—¿Por qué te fuiste así?
—Matteo…
—Sé que sientes todavía cosas por mí.
       Matteo sacó del bolsillo de su pantalón el anillo. Luna lo miró y, sorprendida, se fijó en sus bolsillos, sin encontrarlo.
—Se te cayó mientras corrías.
—Puedo sentir muchas cosas por ti, Matteo, pero lo nuestro no funciona. Lo intentamos. —Y sufrí, continuó en su mente la chica.
—Yo te voy a esperar. Es una promesa. Cada vez que veas el anillo, pensá en esta promesa.
—No, Matteo, no entiendes…
—Yo creo en nuestro amor, Luna. Te voy a esperar. Mi corazón no va a olvidarse tan fácil de vos, chica delivery. Que lleves este anillo encima es una esperanza de que tu amor por mí no desapareció y no desaparecerá.
       Matteo agarró su mano y le puso el anillo. Ella no dijo nada, solo lo miró. Fue un compromiso de que él iba a estar para ella siempre, y que sí la iba a esperar.
—La luna es testigo de esto.
       Pero Luna sentía miedo. Miedo de que todo eso se derrumbara un día. Y por eso no dijo nada. No dijo que lo amaba con locura y que quería estar con él, pero que no eran el uno para el otro.
       Las voces alegres que no paraban de festejar en el Red se apagaron cuando escucharon los intentos de Gary y Benicio de poner una batería en el escenario. El tambor de la batería tenía una calcomanía, pero esta no decía “Roller Band”, decía: “Red Sharks Band”.










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