10 años antes...
Chelsea
Hacía tanto tiempo que el sol se había ido que no recordaba el momento en el que el cielo se había vuelto oscuro. Supuse que se habría ido junto con el calor y nuestro sentido de la responsabilidad a un lugar fuera de nuestra vista. No era un día para ser coherente y razonable, para volver a casa pronto y comportarse como la buena chica que todo el mundo esperaba que fuera, sino para hacer lo que yo quisiera.
Salí de casa por la mañana y seguía de fiesta por la madrugada. Aunque claro, tampoco es que estuviera en una discoteca bailando con chicos mayores y bebiendo cerveza, solo estaba con Wes, Max y Ashley celebrando que Wes y Max se iban a la NYW y a Ashley la habían admitido en una universidad pija de la Ivy League. Aunque nos empeñábamos en decir que estábamos de celebración, los cuatros éramos conscientes que no había mucho por lo que estar feliz.
Max y Ashley estudiarían uno a cada lado del país. Cinco mil kilómetros de diferencia, nada más y nada menos. Eran conscientes de lo que esa distancia supondría para su relación. Y yo tendría a Wes un poco más cerca, pero él estaría tan liado con el doble trabajo de tener que estudiar y entrenar a la vez que dudaba que tuviera tiempo para mí.
La parte racional de mi cabeza me insistía en que fuera sincera conmigo misma de una maldita vez. ¿Cuántas parejas de instituto superaban la distancia? El vivir en mundos tan distintos. La otra parte, la que se empeñaba en ser feliz, solo tenía un monito con unos platillos en las manos que chocaba y chocaba hasta acallar la voz de la razón.
Esa noche tenía el control el monito de los platillos.
Con los vestidos y trajes del último baile recorrimos las calles del pueblo haciendo locuras. Aquellas que una le quiere contar a sus nietos cuando sea una anciana con artritis enjaulada en una residencia para mayores. Quería una historia que pudiera recordar para cuando ninguno de los tres estuvieran a mi lado.
Era las cuatro de la madrugada cuando llegamos a mi casa.
No pensé en las consecuencias mortales si mi padre se despertaba y veía el reloj, eso era lo de menos. Lo más duro era pensar en cómo se me escurría el tiempo de entre los dedos de las manos incapaz de retener un solo segundo. Solo necesitaba un segundo más.
Por no hablar lo duro que sería volver al instituto sin Wes. Sería extraño no encontrarlo por los pasillos, o ver su sonrisa escondida tras la puerta de mi taquilla abierta. Sería duro cuando hiciera frío que nadie me pusiera su chaqueta del equipo por encima de los hombros. Y también lo sería que nadie me rescatase de las aburridísimas clases de álgebra para devorarme a besos bajo las gradas.
Max y Ashley bajaron del coche primero y, entre besos, entraron en casa para lo que yo supuse que sería la culminación perfecta de la noche. Mis padres podrían el grito en el cielo si descubriesen a los dos, aunque Max era muy bueno haciendo cosas prohibidas, por lo que seguramente llevaría a Ashley a casa mucho antes de que mis progenitores se despertaran.
Wes y yo bajamos del coche muy despacio. Quizás ambos teníamos la idea de que si no pisábamos el porche, si no bajábamos del coche, esta noche no terminaría nunca.
La diversión y las risas que nos habían acompañado durante el día se esfumó. Con los codos apoyados en la barandilla nos quedamos por lo que parecía horas en la penumbra de la noche.
Con la punta de mi Converse rodé una piedrecita que cayó al jardín. Así sentía que se estaba convirtiendo mi vida, en un precipicio que se acercaba más y más. En una vorágine de situaciones que no podía controlar, que se escapaban de mi alcance. En el fondo sabía que iba a perder a Wes. No quería creerlo, pero iba a perder al primer chico que besé, al primero en todo en mi vida. Cuando se fuera a la universidad en dos días viviría nuevas aventuras y conocería gente nueva. Quizás hasta alguna chica. Y entonces se daría cuenta que a lo mejor lo nuestro no era tan real o tan fantástico. Quizás acabaría por aceptar que esto era un amor de instituto de los que se recuerdan con cariño cuando se es mayor. Quizás con el tiempo piense que el estar separados era lo mejor que le había pasado en la vida.
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Muerde el muérdago
Romance-¡¿Qué narices haces aquí?! Wesley, el antiguo capitán del equipo de fútbol americano, el tío más atractivo que había conocido en mi vida estaba en mi casa. Mi exnovio estaba en mi casa por Navidad. Chelsea pensaba que lo peor que podría pasarle es...