Chelsea
A la mañana siguiente me desperté con un horrible dolor de jaqueca, y eso que no había bebido mucho, pero cuando bajé a la cocina y vi a mi madre histérica perdida, supe que iba a ser como si me hubiera tragado el bar entero.
—¡Te has despertado! —Saltó de alegría como una niña pequeña—. Tenemos muchas cosas que hacer, solo quedan cinco días para el gran día. ¡Cinco días! ¿Te lo puedes creer? Mi niña va a casarse en cinco días. Además, he llamado a la señora Rogers y ha comprendido perfectamente las prisas. —Me guiñó un ojo en plan confidencial. ¿Qué estaba pasando? —. Nos ha hecho un hueco en su tienda para hoy. —Cuando vio que no me movía ni un pelo, continuó—: ¡Vamos! Tienes que probarte muchos vestidos.
Me empujó de vuelta a las escaleras y tuve que subir a todo trapo. En el pasillo, salía mi padre del baño. Entonces, pasó algo súper raro. Mi padre me miró como si fuera una especie de alienígena venida del espacio, porque se miró las zapatillas con la cara más colorada que el Santa Claus de nuestro tejado y se encerró en su habitación.
«¿Pero...? ¡Ay, madre!»
¡Que no fuera lo que estaba pensando!
Bajé las escaleras despacio, observando como mi madre canturreaba mientras se arreglaba el pelo en el espejo de la entrada.
—¡No estoy embarazada! —le grité casi a la mitad del camino.
A lo mejor lo había dicho muy alto, porque se escuchó el pestillo del dormitorio de mis padres. La verdad, mi padre no llevaba bien los temas femeninos, aunque un embarazo supusiera cosa de dos.
Ella miró hacia arriba y sin dejar de sonreír me contestó.
—Claro cariño, lo que tú digas. —Volvió a guiñarme un ojo en plan: "vamos a hacer que me lo creo".
Suspiré frustrada. Me senté en el peldaño del todo de las escaleras y contemplé los adornos navideños que me habían seguido toda la vida. Habían sido testigos de muchas cosas, pero nunca pensé que me verían así de derrotada. No llevaba en casa ni un mes, ¡ni uno solo! Y ya me estaba asfixiando con el drama.
Max pasó por mi lado. Aún llevaba los pantalones de ayer y se paseaba sin camiseta. Cuando fue a entrar en el baño y me vio allí tirada, no pudo evitar sentarse a mi lado.
—¿Cómo vas hermanita?
—Pues mamá se piensa que estoy embarazada, así que imagina.
—¿Qué? ¿Estás embarazada? —Sus ojos se salieron de órbita.
Aún con la sorpresa, parecía encantado con la idea.
—Max, ¿qué parte del verbo "creer" no has entendido? —Alcé la ceja regañándolo por no escucharme.
Lo que me faltaba era un crío, aunque Wes y yo no habíamos utilizado protección ninguna de las veces que lo habíamos hecho. La verdad, no descartaba la idea de que, en un mes, si esto no se terminaba de arreglar, me pillara haciéndome una prueba de embarazo en mi luna de miel.
—Bueno, al menos si te quedas preñada, que sea de Wes. Odiaría tener unos sobrinos tan repelentes como Manny, la verdad.
—Tendrían mi encanto, bobo. —Le empujé suavemente con el hombro.
—Tú no tienes de eso, Chels. —Me revolvió el pelo y se levantó para encerrarse en el baño.
Cuando me levanté resignada, para vestirme e ir con mi madre a ver vestidos que no pensaba ponerme, sonó el timbre. Bajé a abrir y mi cara de asombro se quedó corta.
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Muerde el muérdago
Romance-¡¿Qué narices haces aquí?! Wesley, el antiguo capitán del equipo de fútbol americano, el tío más atractivo que había conocido en mi vida estaba en mi casa. Mi exnovio estaba en mi casa por Navidad. Chelsea pensaba que lo peor que podría pasarle es...