Chelsea
Eran las diez de la mañana y estaba vestida y compuesta. Me habían maquillado y peinado hasta arrancarme media cabellera y el vestido que había escogido me quedaba como un guante. Me observé de nuevo en el espejo y repasé la línea de mis curvas marcadas y ceñidas. Estaba guapa no, lo siguiente. ¿Por qué entonces no podía emocionarme y ser feliz? ¿Por qué la cara de Wes me atormentaba cada segundo, cada minuto del día de la noche y de todo?
Cuando se fue Wes en su camioneta ensangrentado y derrotado, sentí un nudo en el estómago que ni el tequila ni Alphaville pudieron consolar. Me fue inmediatamente después, sin atender las heridas de Manny ni preocuparme por su estado. Ya estaban su madre y su hermana para eso, personas que realmente lo querían porque yo... yo jamás podría perdonarle ese "perdedor" que le había dicho a Wes.
Aunque no lo pareciese, Wes era muy sensible. Primero me había perdido a mí, luego su carrera, gran parte de su dinero, sus padres lo habían dejado solo en Navidad... Sí, había perdido muchas cosas, pero eso no lo convertía en un perdedor. Esa forma que había tenido Manny de recrearse en su dolor me había terminado por rematar. ¿Qué esperaba? Era abogado.
Me pasé la noche sola. Le había robado el coche a Max para buscar a Wes, pero a mitad de camino de su casa comprendí que no tenía ningún derecho a consolarlo si lo iba a perjudicar más. Así que entré en un veinticuatro horas y me pasé el resto de la noche en nuestra colina especial. Sola.
Al final al alba, cuando las primeras luces despuntaron, decidí hacer acto de presencia. Fui a casa y sin preguntas algunas, comencé a prepararme.
Cada vez que veía mi reflejo en el espejo siguiendo esta falsa me descomponía en mil fragmentos distintos, me daban ganas de tirarle uno de mis tacones para que se rompiera como me había roto yo.
Wes no estaba en casa cuando llegué. Lo último que vería de él, conociéndole, sería esa cara llena de rabia y dolor y la sangre apelotonada en unos nudillos destrozados. Joder, ¿cómo había permitido que las cosas se descontrolaran tanto?
Max entró en la habitación.
—Hola —susurró—. Estás preciosa, Chels. —Me sonrió de lado. Era una sonrisa, pero de compasión. Supuse que después de la cena con espectáculo, los ánimos no daban para mucho—. ¿Preparada?
Qué pregunta más tonta, ¡era obvio que no lo estaba! Y ya puestos, que no lo estaría nunca. Pero tampoco quise hacer que Max se sintiera peor de lo que ya estaba.
—¿Sabes dónde está?
No podía casarme sin saber si estaba bien, sin cerciorarme de que no había cometido una locura de las suyas, como coger la avioneta y estrellarse con ella. Al menos dejó a aquí al perro, odiaría que se llevara a esa cosita tan mona y babosa al otro mundo con él.
—Está en casa de sus padres. Cuando nos vayamos, vendrá a casa a por Terminator y por el resto de sus cosas. —Miró la puerta y cerró tras de sí. No tenía sentido que lo hiciera porque papá y mamá ya se habían ido a la boda, pero supuse que le confería a lo que estaba a punto de decir, un aire más formal—. Vas a casarte en una hora. Está todo preparado y ese gilipollas, y perdón por llamar así a tu futuro marido, se va a salir con la suya, ¿me puedes explicar ahora el por qué?
Ya no había nada que perder, no tenía sentido seguir escondiéndolo, así que me senté en el filo de la cama y se lo conté todo con pelos y señales, incluso le conté como se lo había dicho a Wes y su reacción de tirarnos en picado. Para cuando terminé, a mi hermano le rechinaban los dientes. Estaba cabreado no, cabreadísimo.
—¡Pero eso es una locura joder! —gritó—. Le contrataremos a una puta, o que sé yo, podríamos haber hecho algo.
—Ya es tarde, Max.
Las lágrimas resbalaban por mi rostro sin control. Quizás a la Chelsea que llegó hacía poco menos de un mes le hubiera importado correrse el maquillaje y parecer un mapache apaleado, pero a mí me daba absolutamente igual. Había cambiado y me había recuperado a mí misma. Me encantaba quién era ahora y no la querría cambiar por nada del mundo. El problema era que esta versión de mí misma jamás podría querer a otro hombre que no fuera Wes. Al menos, de ese modo y con esa intensidad.
—No, no es tarde.
—¿Me estás viendo? No llevo un chándal precisamente, Max. Por no decir que ya deben de estar todos en el hotel esperando a que la ceremonia se celebre.
Terminator empezó a rascar la puerta de la habitación y se la abrimos por solidaridad. Sería también la última vez que lo vería, Wes no me dejará que me acerqué más a él en la vida.
Entró con algo en la boca y me lo dejó sobre los pies.
—¿Qué me has traído, chico? —Le acaricié la cabeza en una sacudida—. ¿Tú también quieres hacerme un regalo de bodas?
Tomé lo que me había traído y las babas gotearon cuando alcé hasta mi altura un trozo de cuero negro deforme. Al ver la etiqueta de Manolo Blahnik en la suela, lejos de enfadarme empecé a reírme como nunca lo había hecho. Reí hasta que me dolió la barriga, hasta que me doblé por la mitad y sentí un calambre intenso cruzarme el estómago. Me agaché y le rasqué las orejitas a Terminator.
—Así que fuiste tu el culpable.
Terminator movió la cola encantado de que le rascara y no me hubiera puesto histérica. ¿Para qué iba a enfadarme? Solo era un zapato, una cosa que se podía sustituir, algo que para mí representaba menos que nada. Había cosas mucho más importantes por la que luchar que unos zapaos.
—Respóndeme con sinceridad, ¿quieres a Wes?
Me incorporé indignada por la pregunta.
—¡Pues claro que le quiero!
Mi hermano definitivamente era tonto, o directamente no se había enterado de lo que había ocurrido en las últimas semanas.
—¡Pues no seas idiota y deja de hacer el tonto! Eres la vergüenza de las rubias, tía tienes que demostrar que tienes cabeza. Ve a su casa, ve a por él.
—No puedo hacer eso Max, no puedo dejar a Manny plantado...
—Tranquila, yo lo arreglaré.
—Pero....
Volvió a interrumpirme con un dedo plantado en medio de la cara, como hacía cuando éramos niños:
—Coge ese coche que hay ahí abajo, métete dentro, mueve ese culo embutido en encaje y ve a la casa de Wes. Huye con él, vete a Nueva York, a Los Ángeles, o que sé, ¡a Las Vegas! Pero vete y no seas tan tonta de quedarte con algo que no te llena, Chels. Nunca vas a ser feliz con Manny, al menos no tanto como con Wes. Sé que es difícil porque bueno, vas a dejar plantados a toda la familia y a esos pijos estirados, pero con el tiempo mirarás atrás y no habrás querido tomar otra decisión.
Max tenía razón. Como siempre.
—¿Le vas a decir a esa familia de locos que no voy a ir?
Ya no estaba siendo una fantasía lejana que me había atormentado toda la noche, sino una realidad en toda regla.
—Te prometo que todo saldrá bien. Tengo un plan. La prima Mary sigue soltera, ¿no? —Reí—. Confía en mí.
Me besó la frente en un gesto tierno y, sorbiéndome todas las lágrimas, bajé las escaleras con Terminator y nos encerramos en el coche.
Wes solo vivía a un par de manzanas, pero era lo suficientemente lejos como para que no pudiera ir andando con tacones de aguja y con un vestido de sirena. Cuando llegué a su casa y llamé al timbre, sentí las náuseas azotarme el estómago.
¿Y si era muy tarde? ¿Y si ya no me quería?
Cuando abrió, se le abrieron los ojos como platos.
—Hola. —Tomé aire y miré la punta de mis zapatos intentando recabar fuerzas de donde fuera. Terminator ladraba desde el coche—. Verás, he estado pensándolo detenidamente, quizás he tardado más de la cuenta en darte una respuesta definitiva, en concreto diez años, pero después de pensarlo mucho —enfaticé la "u" como si fuera una vaca—, después de replantearlo seriamente, de pensarlo con la cabeza fría, después de comprobar que bueno, posiblemente seas el único tío que soporte mi mal humor, mi particular sentido del humor y el cual, le encanta recalcarme lo enana que soy pasándome las cosas de los estantes altos, he decidido que sí.
Wes se quedó callado con el rostro congelado. Miró hacia atrás, al coche donde ladraba su perro y empecé a sentir una gota de sudor frío resbalándome por la nuca. Luego, centró la atención en mí y pensé que era definitivo. Primero porque me miraba como si estuviera loca de atar y luego porque aún no había dado muestras alguna de una respuesta que no fuera un no rotundo.
—¿Qué? —preguntó desconcertado, mirándome de arriba a abajo.
—Me... me estoy intentando declarar.
Como me había costado pronunciar esas palabras... ¡Por alguna razón las chicas no solían hacer esas cosas! Que vergüenza estaba pasando, pero vergüenza de la buena.
—¿En serio? Porque a mí me ha sonado bastante flojito. Además, esa proposición caducó, ¿cuánto te creías que iba a durar mi oferta?
—Yo... en...
Había dejado a Manny plantado para nada, porque estaba claro que Wes no me lo iba a perdonar que yo no le perdonase. Algo intrincado y difícil de entender, pero tan cierto como que estaba haciendo el ridículo más grande del universo.
«Tierra trágame.» imploré. Pero no, nadie se apiadó de mí porque ahí seguía, con Wes cruzado de brazos y apoyado sobre el marco de la puerta esperando a que me largase de una vez.
—Tendrás que hacer tú una nueva.
Levanté la vista de mis zapatos y vi que me observaba divertido. ¿Acaso se estaba riendo de mí o qué?
—¿Yo? ¡Pero si fuiste el primero en hacerlo!
—Precisamente porque fui yo el primero, deberías hacer tú al menos una.
¿Y ahora qué le iba a decir? Las cosas más sencillas son las mejores, pero tenía la mente en blanco incluso para decir un simple "te quiero". Además, se le veía que no quería una simple declaración, sino una proposición en toda regla, algo que lo hiciera especial, para que sintiera lo importante que era para mí.
—Solo soy una chica, delante de un chico que...
—Eso es de la peli de Notting Hill.
—Todos tenemos un destino, tú eres el mío.
—Es de Cuando te encuentre.
—Quiero hacer el amor contigo, no sólo una vez, sino cientos de veces, pero no te lo diré nunca, sólo si me volviera loca te diría que haría el amor contigo aquí delante de tu casa, toda la vida.
—Buen intento, La vida es bella.
—Sé que no soy lo suficientemente buena para ti, pero pasaré el resto de mi vida probando que sí lo soy.
—Endless love.
—¿Hay un amigo en mí? —pregunté observando como él se carcajeaba.
La risa pronto se disipó y la sonrisa torcida que había dejado la tormenta no me auguraba nada bueno.
—Lo siento Chels, pero si no eres capaz de decirme lo que sientes, de decirlo en voz alta, yo no... lo siento.
Dio varios pasos hacia atrás manteniendo la distancia entre ambos. Y lo entendí a la perfección. Siempre había sido él el que había dado todos los pasos mientras en mi responsabilidad recaía el decir sí o no. Wes se había arriesgado siempre mientras que yo... Yo no había hecho nada por él.
Me di la vuelta y bajé los escalones de su casa dispuesta a irme para siempre de su vida. Pero entonces, sonó en el coche una canción, una melodía que me había hecho llorar todas las veces que la había escuchado porque me recordaba tanto a Wes y a mí, que era difícil no escucharla sin sentir el corazón resquebrajándose.
Y entonces, a riesgo de que lloviera, nevara, o qué sé yo, cayera un segundo diluvio universal, paré y empecé a cantar.
—Loving can hurt, loving can hurt sometimes. But it's the only thing that I know. And when it gets hard, You know it can get hard sometimes, it is the only thing that makes us feel alive.
Las lágrimas se me escapaban de la cara, por suerte, estaba de espaldas y Wes no veía como había el ridículo, más aún. Me las limpié con el brazo dejando una mancha de rímel de un tamaño considerable.
—So you can keep me inside the pocket, of your ripped jeans. Holding me closer till our eyes meet, you won't ever be alone, wait for me to come home —seguí medio llorando—. And if you hurt me, well, that's ok baby only words bleed. Inside these pages you just hold me, and I won't ever let you go. Wait for me to come home —repetí una y otra vez.
Sentí sus manos deslizándose por mis codos y luego, hacia mi cintura dándome la vuelta. Me sentí mejor cuando comprobé que él estaba igual, o incluso más emocionado que yo. Sus lágrimas caían por sus mejillas, pero cuando fui a retirarlas, no me dejó. Quería tener mis manos entrelazas con las suyas, sentir la conexión, aunque fuera solo unos segundos más.
—Wait for me to come home —susurró pese a que la canción había terminado—. Ed Sheeran... Eso es jugar sucio, sabes que me encanta, sobretodo Photograph.
—Hay un chico que no hace mucho, me enseñó ese truco para ligar.
—¿Ah sí? Menudo manipulador, ¿no? Desde luego, ese tío sabe lo que se hace.
—Sí, uno de mucho cuidado, pero... mío, al fin y al cabo.
—Así que... wait for me to come home.
Estaba tan cerca que respiraba el aire que expiraba. Tenía tantas ganas de que dijera que sí, que se escapara conmigo a cualquier parte, solo los dos. Jamás había querido a nada ni nadie como quería a Wes. No sé si alguna vez has sentido algo parecido, como mariposas practicando pressing catch en tu estómago. Sentir que tienes algo tan cerca y lo quieres tanto, que serías capaz de cualquier cosa, de cualquier locura que propusiera.
—Me gustaría decirte que sí, pero aún te falta algo.
—¿El qué?
—Verás, cuando yo te lo pedí, me puse de rodillas. De hecho, todas las proposiciones son de rodilla. Tantas pelis románticas y aún no has aprendido como declararte en condiciones —dijo bromeando, o eso esperé.
—¿Quieres que me ponga de rodillas con este vestido? ¿Con este? —Señalé—. Si apenas puedo andar.
Wes se cruzó de brazos y fingió desesperarse. La verdad, tenía ganas de pegarle. En serio, había pasado del momento más romántico de toda nuestra historia a querer asesinarlo. Pero era Wes, haría hasta el pino puente con él, así que intenté agacharme, claro que era más difícil de lo que hubiera pensado y de lo que le parecería a cualquiera que no llevase ese vestido. Por fin, me tiré de golpe con las dos rodillas y me quedé encartonada en el vestido. Era una maniobra arriesgada porque si decidía decirme que no, tendría que llamar a Max para que me levantase del suelo.
—Wesley Young, hemos compartido muchísimas cosas juntos. Hemos estado con otras personas, hemos seguido caminos diferentes, pero por alguna extraña razón todas las direcciones que tomo siempre me llevan a tu lado. Por eso te quiero, eres el amor de vida, de esta y de todas las que se puedan suceder, ¿quieres casarte conmigo?
Ladeó la cabeza a un lado y otro, sopesando mi propuesta. Casi quise darle una bofetada —si es que pudiera llegar a su cara— por estar haciéndomelo pasar tan mal.
—Supongo que, ya que has venido vestida de novia no puedo decir que no. —Sonrió de oreja a oreja.
¡Será imbécil! Intenté levantarme de la forma más honorable posible para darle una buena leche, pero fue él quien me tomó de la cintura y me elevó en el aire a la vez que nos fundíamos en un beso. Era el beso más increíble que me habían dado en la vida. Le sonreía contra los labios y disfrutaba de sus manos deshaciéndome el peinado. Las horquillas volaban por todos lados, pero ¿a quién le importaba?
—¿Y ahora? —preguntó bajándome de la nube en la que me había elevado.
—Y ahora... —Me encogí de hombros—, pues no sé... ¿qué te apetece hacer el resto de nuestra vida?⛄⛄⛄⛄⛄⛄⛄⛄⛄⛄⛄⛄⛄
Por fin triunfa el amor!! Pero qué pasará con Manny? Cuál será el plan de Max?
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Muerde el muérdago
Romance-¡¿Qué narices haces aquí?! Wesley, el antiguo capitán del equipo de fútbol americano, el tío más atractivo que había conocido en mi vida estaba en mi casa. Mi exnovio estaba en mi casa por Navidad. Chelsea pensaba que lo peor que podría pasarle es...