Wesley
12 años antes...
Wesley
—V-E-R-A-N-O —deletreé en el coche de Max.
El aire caliente me bañaba la mejillas a través de las ventanillas bajadas. Era increíble lo bien que podía sentirse uno cuando se olvidaba de las clases y de las preocupaciones del equipo. Sobre todo porque habíamos ganado la liga, gracias a mí.
A veces la vida es una puta pasada.
—Se me está haciendo eterno —dijo Max pendiente de la carretera.
Mi mejor amigo no arrancó el volante de cuajo de milagro. Estaba más tenso que las cuerdas de un violín y su ceño se fruncía de tal manera que sus ojos parecían dos pequeñas almendras a punto de desaparecer.
¡Cualquiera diría que ya habíamos terminado los exámenes!
—¿El qué? ¿La vida? ¿El instituto? ¿Tu perenne virginidad?
De una colleja casi me deja estampado contra el parabrisas.
—El día de hoy, idiota. Llevo todo el puto día pensando en la fiesta y no puedo parar de pensar en todas las cosas que pueden salir mal. Es la primera vez que voy a la casa de Ashley y quiero causar una buena impresión, pero en todo lo que puedo pensar es que de una manera u otra meteré la pata y se dará cuenta de que es demasiado buena para mí.
A veces mi mejor amigo era más dramático que un k-drama de Chelsea...
—Max, es una fiesta de cumpleaños en la piscina. Ha invitado a un montón de gente y sus padres no estarán. ¿De qué te preocupas? Será como estar en el instituto, solo que la verás en bikini —le resté importancia.
—¿Y si decide que ha sido un error salir conmigo?
Señor, dame paciencia.
—No te va a hacer eso el día de su cumpleaños.
—¿Por qué no? Es su cumpleaños, no el mío. Joder... vale... Puedo dar la vuelta ahora mismo y nadie lo sabrá. Le diré que estoy enfermo.
Agarré el volante antes de que fuera tan idiota de dejar plantada a la chica de sus sueños y lo mantuve para continuar recto. Más o menos. No es fácil mantener un rumbo recto cuando el gilipollas de Max se empeñaba en girar a la izquierda para un cambio de sentido.
—¡¿Pero qué narices haces?! —me gritó como si yo fuera el único psicópata del vehículo—. ¡¡Suelta el volante!!
—¡Suéltalo tú! —repliqué tan acojonado como él.
Como dos niñas pequeñas que se pelean por la misma muñeca, Max tiraba del volante en una dirección y yo en la contraria. El Bronco se tambaleaba por la carretera entre la acera y el carril de enfrente.
—¡El que está conduciendo soy yo, pedazo de psicópata! ¡Conseguirás que muera virgen!
Teniendo en cuenta que los dos compartíamos el mismo nivel de terquedad alguno de los dos tendría que ceder. Y si fuera por Max nos matábamos antes que lidiar con la inseguridad de Ashley.
—Yo suelto el volante si me prometes no dar la vuelta.
Asintió y lentamente solté el volante volviendo a recobrar el rumbo.
—Max, todo va a salir bien, te preocupas demasiado por algo que no puedes controlar.
—Eso lo dices porque tú no tienes que impresionar a nadie.
No quería ser una pulla pero me cayó de igual manera. Llevaba razón en que no tenía que impresionar a nadie, no tenía que esforzarme para gustarle a las chicas. No obstante, no quería decir que no tuviese sentimientos y que las utilizase, nada más lejos de la realidad. Aunque mi fama, una fama muy mala y nada justificada, me pisaba los talones.
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Muerde el muérdago
Roman d'amour-¡¿Qué narices haces aquí?! Wesley, el antiguo capitán del equipo de fútbol americano, el tío más atractivo que había conocido en mi vida estaba en mi casa. Mi exnovio estaba en mi casa por Navidad. Chelsea pensaba que lo peor que podría pasarle es...