Chelsea
Nunca había vivido una mañana de Navidad como esa. Sobre el pecho desnudo de Wes sentí que ese instante, el tenerlo tan cerca, era el mejor regalo que podría desear. Era demasiado temprano para despertarlo por lo que me escabullí y bajé a por un café.
A los pies del árbol estaban los regalos que colocamos la noche anterior. Ay, si tuviera cinco años de nuevo estaría en el suelo envuelta en papelito de regalo y juguetes, pero decidí que esperaría a que el resto se levantase.
A lo mejor les daba la noticia, la de Wes y mía, como un regalo extra de Navidad. Lo había meditado muchísimo, y pensé que, ya que Wes estaba bajo nuestro mismo techo, tenía que decirles algo. Mi padre ya se olfateaba que algo volvía a ocurrir entre los dos, aunque la idea no le entusiasmaba demasiado por todo lo que habíamos vivido y el daño que me había hecho; mi madre no había sido muy sutil al respecto, sabía de sobra que entre Wes y yo había rollo del bueno; y Max... bueno Max me había visto salir desnuda de la habitación de invitados, no tenía que decir más.
Agarré con ambas manos la taza de café recién hecho y sonreí. Dar el primer paso es lo más difícil, una vez superado eso, lo demás saldría rodado.
O eso creí.
Me sobresalté cuando sentada en un taburete de la cocina retumbó el Jingle Bell del timbre. Solo eran las siete de la mañana y aunque a nosotros nos entusiasmara la Navidad, no éramos de lo que se dice de lo más madrugadores. De hecho, como mínimo hasta las diez seguro que no se despertaría nadie. Me abroché fuertemente el lazo de la bata y cuando me asomé a la puerta, el alma se me cayó a los pies.
Quité los pestillos y lo dejé entrar, a él junto con algunos copos de nieve. Su entusiasmo era desmedido y me tomó de la cintura para elevarme y dar vueltas y más vueltas. Estaba mareada y no era por las vueltas, sino por la risa de Manny. Aún tenía el aroma de Wes impregnado en la piel y él lo aspiraba de mi pelo como si yo fuera lo más delicioso del mundo.
Tuve miedo de que en ese mismo instante, antes de explicarle nada más, lo supiera.
—¡Mi Chelsea! —gritó—. ¡Te echaba muchísimo de menos! La cama me parecía tan vacía sin ti.
Me descompuse en cuanto dijo la palabra "cama", porque yo había dejado a Wes durmiendo ajeno a lo que estaba pasando aquí.
—¿Qué haces aquí? —pregunté aterrada de que el castillo de naipes volara por los aires.
Sí, me salió solo. No fui ni simpática ni amable, no tenía nada que ver como normalmente me comportaba con Manny. Tampoco tenía el aspecto que solía tener para él. Tenía los ojos pegados del sueño, a consecuencia de pasarme la noche en los brazos de otro hombre, y joder, bajo la bata llevaba la camisa celeste de Wes. Di por hecho, porque aún estábamos juntos, que era la peor novia de toda la historia de las novias.
Me bajó del suelo y me miró extrañado por mi falta de entusiasmo.
¿Qué qué hacía? ¡Pues estaba más que obvio! Era un romántico nato, por mucho que trabajase siempre tenía detalles preciosos conmigo, los típicos que solo puede tener alguien educado para eso. Me regalaba bolsos, ropa y zapatos de un gusto exquisito, así que no sé de qué me extrañaba que hubiera cruzado el país solo para pasar el día de Navidad juntos.
—Manny, yo...
—Lo sé, ha sido todo muy precipitado y ya sé que no te gustan las sorpresas, pero no pude resistirme. Tenía tantas ganas de estar contigo.
Por Dios, pero ¿cómo podía romper con un tío así? Si es que era un encanto, la personificación del príncipe azul. En sus ojos se reflejaba con sinceridad la alegría de verme. Ojalá él no viera en los míos lo mucho que me aterraba su presencia y lo poco que me alegraba de que estuviera allí tomando la iniciativa en la casa que tanto había criticado, ni a menos de veinte metros de Wes. En realidad, no me alegraba no porque no lo echase de menos o porque no me gustara, sino porque me había pillado in fragantti.
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Muerde el muérdago
Roman d'amour-¡¿Qué narices haces aquí?! Wesley, el antiguo capitán del equipo de fútbol americano, el tío más atractivo que había conocido en mi vida estaba en mi casa. Mi exnovio estaba en mi casa por Navidad. Chelsea pensaba que lo peor que podría pasarle es...