Capítulo 9

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Regresar a mi apartamento vacío fue lo único que pudo borrarme la sonrisa del rostro. Ni la expresión casi histérica de Matt en lo que regresé al hotel como un huracán recogiendo mis cosas, ni lo fastidioso de los aeropuertos, ni tampoco la turbulencia del vuelo pudo suprimir la expresión de satisfacción. Pero enfrentarme a los restos de mi vida era una cosa completamente diferente.

Alguien había quitado el botón de pausa, los comerciales habían acabado, y ahora debía conducir otro segmento de mi vida sin guion ni material de apoyo preparado.

Llevé la maleta hasta el cuarto, la abrí sobre la cama y comencé a desempacar. Lavar la ropa sucia de tres semanas de viaje sería una buena distracción. Nadie dijo que tenía que tomar una decisión sobre el resto de mi vida en lo que cruzara la puerta. Mañana sería un buen día para hacer planes.

Entre carga y carga aproveché para llamar a mis padres. Les conté cosas de mi viaje, les hablé de los sitios que había visto y ellos tuvieron la delicadeza de no preguntar cuáles eran mis planes. No hacía falta, era un asunto que pendía sobre mi cabeza como una espada de Damocles porque ¿qué es la gente sin un propósito? ¿Si no haces nada, al final dejas de ser alguien? ¿En qué te conviertes? Todo eso sin hablar de la parte económica.
Tenía suficiente dinero guardado para vivir unos cuantos meses, pero eventualmente iba a acabarse.

Una vez que todo estuvo doblado y guardado, y los regalos organizados me puse a dar vueltas como un león enjaulado.
Mi teléfono reposaba, sin carga, sobre la mesa de la cocina y, adondequiera que iba, el aparato parecía verme, como esas pinturas aterradoras cuyos ojos te siguen cuando te mueves por la habitación.

Dándome por vencido lo conecté y me alejé de él lo más pronto posible manteniéndolo apagado mientras se cargaba. Estaba probando mi fuerza de voluntad y sabía que más temprano que tarde iba a perder la batalla, como si el teléfono fuese una torta de chocolate y yo llevara un mes a dieta.

De todas formas, me torturé un poco más. Busqué unas cosas en Internet, traté de concentrarme en una película y hasta me preparé una taza de té antes de convencerme que no podía seguir con el teléfono apagado. Si él no llamaba, no sería ni más ni menos que lo esperado, y si lo hacía sería una agradable sorpresa que no tenía que significar nada más.

Encendí el teléfono y en seguida salté a la ducha para darme un largo baño, cerrando la puerta tras de mí, dejando el móvil y sus potenciales ruidos fuera. Ya bañado y vestido me acerqué al aparato con paso vacilante como si fuera una cosa viva que pudiera morderme. Cuando vi la luz roja parpadeando mi estómago hizo un doble salto mortal. Había varios mensajes de texto y unas cuantas llamadas perdidas de un número desconocido con una hora diferencia entre uno y otro.

¿Llegaste bien?
Soy yo llamando y tu teléfono está apagado.
¡Tenías razón! La espera de una llamada que nunca llega es una tortura.
No hay reportes de meteoritos en NY. ¿Tu teléfono se cayó en la bañera?
Estoy mirando el teléfono cada diez minutos.
Danny, si no me contestas voy a alertar a Interpol para que vaya a buscarte.

La sonrisa que me había abandonado desde que pisé mi casa y el vacío de mi futuro se hizo evidente, volvió a aparecer aún más grande que su predecesora. Tenía ganas de reír a mandíbula batiente y dar saltitos por mi sala cantando "me llamó, me llamó". Obviamente no lo hice. Eso sería demasiado patético, incluso para mí. Lo que sí hice fue contestar.

Ningún accidente telefónico, solo estaba descargado. Todo en perfecto orden.

Era un mensaje plano, contenido, a excepción de la carita feliz que, a mi juicio, le daba cierto aire juguetón. Componer ese mensaje de texto había sido más difícil que escribir el titular de apertura del noticiero estelar.
No habían pasado diez segundos cuando el teléfono volvió a sonar.

Ballet en Londres (Gay +18) [Terminada] #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora