Capítulo 20

8.8K 1K 40
                                    

Es curioso como uno se acostumbra a vivir con el dolor. Hasta puedes llegar a tener una vida funcional en la que lo conviertes en tu compañero constante sin que interfiera en tu rutina.

Tras experimentarlo en carne propia durante seis meses, llegué a la conclusion de que las verdaderas penas, esas que te cambian la vida, nunca desaparecen completamente por más que pretendas ignorarlas. Siempre se quedan contigo como un reuma constante que te ataca sin piedad cuando hace frío o llueve y que es solamente una leve molestia en los dias mas calidos, pero jamas te dejan completamente.

Olvidarlas seria el equivalente de arrancar una parte de tus recuerdos. Algunos días estaba seguro de que me presentaría como voluntario para cualquier experimento de borrado de memoria selectivo que eliminara definitivamente la añoranza, otros preferían aguantar el vacío que renunciar a esos días en Londres.

Tras regresar a Nueva York hace seis meses mi vida cambió radicalmente, para mejor. El trabajo con el blog resultó ser más entretenido y gratificante de lo que esperaba. Mis reseñas de los temas mas variopintos (espectáculos, desfiles de moda, libros, restaurantes, arte callejero, compras y hasta hoteles o posadas en las afueras de la ciudad) habian tenido tanto éxito que un extracto de ellas se publicaba diariamente en el periódico.

Hacer una columna diaria me mantenia ocupado. Es una locura. Siempre tenía algo que hacer: inauguraciones, cenas, eventos llenaban mi agenda a cualquier hora del dia. Además tenía que escribir por separado, todos los días, la edición impresa y la digital que iba complementada con fotos y videos. Nunca pensé que sería tanto trabajo, pero estaba bien. Mi vida iba bien.

Esa era otra cosa curiosa sobre el dolor permanente que me acompañaba. Podía estar contento, alegrarme y hasta sentirme feliz por momentos sin que eso entrara en conflicto con la pena que ya era parte de mí, tanto como un miembro mas de mi cuerpo.

Unos dias eran peores que otros. Me había permitido derramar algunas lágrimas, pero solo en la ducha para que se mezclaran en mi cara con el agua. Así eran menos reales, aunque el efecto secundario era que nunca parecían ser suficiente.

Terminé mi trabajo del dia sentado en la mesa de mi minúscula cocina. La columna trataba de las cosas simples que cualquiera podia hacer un día de verano, como caminar por el Central Park y tomarse el tiempo de sentarse allí a leer una novela romántica y beber un frapucchino. Otros temas mas glamurosos reposaban en mi mesa de trabajo, reseñas sobre exposiciones o sitios recién inaugurados, pero de vez en cuando me gustaba escribir algo que tuviera un perfil más «todo público», que ayudara a los habitantes de la ciudad a convertirse por un dia en turistas de su mismo espacio.

Menos de cinco minutos despues de mandarle las dos versiones a mi editora recibí el email de respuesta, el cual contenía más invitaciones y pautas a las que asistir. Saqué la agenda de mi iPhone pero la tarea se vio interrumpida cuando la pantalla me mostró la llamada entrante de un numero foráneo desconocido.

Aunque no conocía el numero tenía una buena idea quién podía ser. Esas llamadas venían ocurriendo prácticamente una vez a la semana desde que regresé.

—¡Hola, tú! ¿En qué parte del mundo te emborrachas en estos días?

No pude evitar la alegría de mi voz. Era el tipico efecto agridulce que me producían las llamadas de Kylen. Nos habíamos hecho buenos amigos en los ultimos seis meses y tener noticias de él, saber que se mantenía centrado y trabajando, siempre producía un calorcillo que se extendía por mi pecho, aunque cada conversación sacara a la superficie automaticamente otros recuerdos mucho mas frios.

—Estoy en Japón, pero completamente sobrio. ¿No te dije que me invitaron a una gala en Osaka?

—¿No era la semana que viene?

Ballet en Londres (Gay +18) [Terminada] #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora