8. En turbulencia cuántica

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Se escuchó un fuerte ruido gracias a que Frank haya azotado la puerta tras él, para luego subir corriendo a su habitación, dispuesto a encerrarse.

Aquella extraña sensación seguía presente con él, sentía que su cabeza estaba a punto de explotar, literalmente, era por eso que tenía sus manos sujetándola, temiendo que en cualquier momento esta estalle, dejando exteriorizado su gran cerebro. Aquello sonaba asqueroso pero no era lo peor que cruzaba por su mente.

Había besado a Gerard, eso era algo que no lo dejaba tranquilo. Por un lado estaban los cosquilleos en sus labios, jamás los había sentido y no sabía que significaban. Luego estaba esa sensación de asco, había compartido fluidos salivales con Gerard, su ADN, se trataba de un encuentro cercano que ciertamente le resultaba incómodo.

Al pensar en eso, rápidamente se dirigió a su baño para lavarse los dientes, tomó su cepillo y la pasta dental que luego untó en aquel instrumento de higiene personal, que tenía como adorno el escudo del Capitán América. Se lavó muy bien los dientes, casi veinte minutos asegurándose de que no quedara ningún rastro de Gerard Way dentro de su boca.

Al salir del baño, se tumbó en su cama boca abajo. No tenía sueño, tal vez logró borrar a Gerard físicamente, pero aun tenía consigo esos toques que le daban al pensar en ese beso. Seguido de aquello, sintió sus extremidades débiles, no podía moverlas y lo peor, la imagen de Gerard permanecía intacta en su mente. No lo soportaba porque no entendía, no sabía que era y no tenía un punto del cual partir para entender.

No se sentía cansado, no tenía sueño y difícilmente podría dormir. Pasó toda la noche pensando en lo que había pasado, para cuando amaneció él seguía haciéndolo, pero se había metido bajo su cama. No bajó a desayunar, ni a saludar a su mamá.

—Frankie... ¿Frank? — Linda entró a la habitación y sólo pudo ver como la mano de su hijo se asomaba por el espacio entre la cama y el suelo —. ¿Cariño, qué haces ahí?

—Estoy pensando — respondió viendo como su mamá se ponía de rodillas para poder verlo.

—¿Pensando?... ¿hay algo en lo que te pueda ayudar?

Para Linda no era nada nuevo ver a Frank en esa situación, cuando él era niño solía esconderse bajo la cama siempre, diciendo que estaba pensando. Linda ya estaba acostumbrada a escuchar eso.

—Es posible — dijo saliendo de su escondite lentamente —. ¿Me llevas a casa de Patrick?

—¿Con Patrick? Pero es un poco temprano.

—No importa, por favor sólo llévame.

—Bien.

Frank no quiso desayunar, sólo quería llegar rápido con su amigo. Su mamá lo dejó en la puerta, él tocó el timbre e inmediatamente salió Patrick con el cabello despeinado y su pijama.

—Hola Frank, pasa por favor — se hizo a un lado dejando que Frank entrara y luego cerró la puerta tras él.

—¿Acabas de despertar? — preguntó viendo como su amigo se frotaba los ojos.

—Sí... estoy de vacaciones.

—Ah, que... bien.

—¿Qué se te ofrece? — Patrick se sentó en un sofá siendo seguido por Frank.

—Anoche me pasó algo muy extraño...

—No me digas, no me digas, una nave espacial apareció en tu patio trasero y te dijeron que debías volver a tu planeta.

—¿Sarcasmo?

—Una broma.

—Ah, bueno en todo caso eso no fue lo que pasó... aunque hubiera sido mejor una nave de la flota estelar. En fin, anoche yo...

El teorema del amor [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora