Capítulo 32

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Era el día de mi cumpleaños décimo séptimo. Como solía decir mi abuela, era un día mágico, para olvidar todo.  Y al menos durante veinticuatro horas, me olvidaría de mi pelea con Bryce. Era mi día, y planeaba disfrutarlo en gran medida.

Me desperté con el sonido de uns canción de cumpleaños al lado de mi cama. Yannik y Andrew aún estaban en pijamas. Ambos me envolvieron en abrazos y besos, haciéndome cosquillas. Incluso Elí olvidó por un momento sus protocolos,  y me regaló un abrazo.

Ese día fue lo que más recibí: abrazos.

Mi familia, primos. Mis padres. La Élite, sus familias: todos ellos me recibieron en el desayuno.

Me dio gusto saber que el Palacio había preparado mis postres favoritos para ese día. Y los comí sin remordimiento.

La familia Italiana también me recibió con abrazos. En cuanto Romeo me miró, no dudó en darme un gran abrazo junto con un inesperado beso en la mejilla.

El día había comenzado de maravilla.

El Sr. Campbell me recibió en su oficina, pero me dijo que tomara el día libre.

-¿Está seguro? -pregunté, preocupada- ayer tampoco pudimos tener esa reunión.

Hizo un desdén con la mano.

-Tienes toda una vida para aburridas reuniones con adultos. Apenas tienes 17, Princesa. Disfrutalos mientras duren.

Cuando llegué al segundo piso, Chris me esperaba con una caja en manos. Eran un par de zapatillas de color dorado , nuevas.

-¿Para mí?- pregunté encantada. El mostró la suela de ambas, donde venía grabado finamente en blanco mi nombre.

-Eso parece- respondió.

En mi camino al almuerzo, me encontraba tan desorientada por lo que me esperaría en la fiesta,  qué me tenté a echar un vistazo al Gran Salón. Nadie me había mencionado nada acerca de la fiesta aún, por lo que decidí ver.
En cuanto abrí las puertas, una dulce fragancia floral y fresca impactó en mi cara. No eran rosas. Nisiquiera podría describirlo. Pero era un olor tan especial,  que me daban ganas de conservarlo para siempre en mi memoria. El techo se cubría de pequeños fragmentos colgantes que asemejaban estrellas a la distancia, las cuáles reconocía. Eran las mismas  que tenía en mi estudio personal, y en parte de mi habitación. Por las noches, se iluminaban de un ligero destello blanco, haciéndote sentir que allí estaba el universo. No podía esperar más a saber cómo se verían esa noche.

El salón se cubría de sillas y mesas, dejando un espacio circular en el centro. De las paredes quedaban suspendidos cientos de lienzos colores lila repletos de brillos.
Los centros de mesa me encantaron de inmediato. Eran grandes cilindros de cristal altísimos, repletos de una consistencia extraña. Dentro de ellos, había flores, de diferentes tipos. Lo curioso era, que ninguno presentaba tallo, solo los pétalos flotantes en el líquido.

Al mirar cada detalle, tuve que contener mi emoción. Yo sabía que la Élite había sido la encargada de organizarlo. Pero con tantos aciertos en la decoración, ni siquiera Danielle hubiera hecho todo eso con su propio conocimiento. No por que no me conociera, sino porque no había tenido el tiempo suficiente para saberlo (e intuir) todo de mí.

Y en ese Salón, además de la lo elegante que lucía, también me hacía sentir en un lugar mágico. Algo que yo amaba, pero que nunca admitía. Era una clase de romántica empedernida.

Así que mi única conclusión fue, que mamá y Elí habían estado involucradas.

Salí de ahí, consciente de que tal vez alguien me vería.

La Selección (Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora