géneros cruzados

8 La Última Opción

Géneros cruzados 8

"la última opción"

Luego de días de búsqueda por supuesto que estaba enfadado y con razón, ambos no querían seguir escuchando patéticas excusas, querían resultados y soluciones no la misma patética historia de siempre, no podían ayudarlos por que.... Su maldito pasado, su debilidad, su inutilidad o su conciencia no se los permitía.

Deseaba arrancarle la cabeza a alguien y por desgracia no había nadie cerca como para desquitarse, la miko no era una opción, por algún motivo se había apegado a ella, a pesar de su cuerpo masculino en el exterior, sospechaba que en el interior seguía siendo una mujer frágil a la que debía proteger por mera educación, su madre y padre había sido muy estrictos al respecto.

"Un hombre siempre debe proteger a un mujer que es aliada suya, no importa la edad o la raza, si se trata de alguien que te ha brindado ayuda de alguna manera, el honor exige que se lo agradezcas velando por su seguridad mientras te sea posible"

Y él era un príncipe, educado como un caballero youkai, no sería honorable atacar a una mujer que le había ayudado tanto y que le había dado la espalda a su propio grupo con tal de seguirlo.
Ella había podido irse con los suyos y dejarlo con el problema, pudo quedarse en su mundo y mandar todo al diablo, pudo rendirse hace mucho y resignarse a vivir así, pero no.
Ella seguía firme, peleando con uñas y dientes demostrando que no se rendiría con facilidad, que no le temía ni siquiera a él.
-sesshomaru. - susurró entre sueños, él sintió curiosidad, qué estaría soñando que lo involucraba a él en ello?

Tenía curiosidad pero, decidió que antes debía repasar una vez más la lista de opciones, reparó entonces en que era ella quien la tenía guardada y sin hacer mucho ruido esculcó entre sus cosas hasta hallar la dichosa libreta de notas, la abrió y comenzó a leer la lista en su mente tratando de hallar algo útil.

Para su buena o mala suerte había una última frase escrita en la página, ésta había sido tachada con el lápiz pero aún así podía leerse, la miko no le había dicho de esa opción según recordaba.
-debemos tener....

Leyó una y otra vez la frase sin aceptar lo que decía, ahora entendía la razón por la cual ella se había sonrojado, la razón de haberlo tachado y no haberle dicho nada.
-esa mujer.... - gruñó, no sabía si estaba indignado por haberle escondido la información o si estaba enojado por la forma en la que podía liberarse de ello.

"tenemos que tener intimidad" decía la frase.

Había maldecido en su mente una y otra vez, había caminado de un lado a otro como león enjaulado y para colmo podía escuchar que era llamado en sueños por ella.
¿Que tanto estaba soñando ???!

Al diablo!
No quería tener que soportar que había algo que no había intentado así que, se bajó la ropa interior que la miko le había prestado y se colocó sobre el cuerpo humano.

Se aseguró de que nada ni nadie los viera durante el acto, se despojó de la ropa femenina y desnudó el cuerpo masculino de la chica quien aún yacía inconsciente por el sueño, no estaba dispuesto a sufrir más ese indignan te acto.

Sesshomaru acercó al oído de kagome y susurró.
"kagome, perdón"

Apenas sus cuerpos se rozaron sintió un cálido halo de energía envolverlos a ambos y el cambio fue progresando, él apenas y había tenido contacto con el cuerpo se la miko y ya estaban cambiando.

Su astucia lo llevó a deducir una posible explicación y para confirmar su teoría comenzó a besar el cuello de la ahora chica que se encontraba bajo él, con cada caricia y roce entre ambos sus cuerpos volvían a la normalidad.

Se preguntó si teniendo sexo lograría romper por completo el hechizo y para siempre, abrió las piernas de la miko dormida debajo de él y la rozó con su miembro antes de detenerse.

No.

Él no era ningún cobarde, no necesitaba rebajarse a hacerle algo tan vil a la chica, podía oler su castidad, no podía profanar el virgen y casto cuerpo de la sacerdotisa, no sin su permiso.
-kagome.... Kagome. - susurró a su oído. - hey, miko.

Entonces ella abrió los ojos, la miró bostezar y tallarse la cara con sus manos en un adorable gesto infantil y delicado, parecía tardar en reaccionar hasta que finalmente lo enfocó, lo miró a los ojos y luego miró hacia abajo justo a aquel lugar que ahora mismo estaba a escasos milímetros de unirse.

Su cara se enrojecio y tuvo que cubrirse ambos oídos tras el agudo grito de la chica, un grito que se extendió más allá del prado y la montaña espantando a aves y animales por igual.

Sin duda, se sentía mal.