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Mis nudillos chocaron contra la puerta blanca, espere unos segundo que abriera pero no paso

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Mis nudillos chocaron contra la puerta blanca, espere unos segundo que abriera pero no paso.

Volví a releer él mensaje de mi amiga, donde decía la dirección del departamento. Miré él buzo en mi mano y pensé donde podría dejarlo, así no llevarlo otra vez, pero él ruido de las llaves hizo que voltease.

Mi ceño se fruncio por completo al ver quien estaba detrás de la puerta. Le dedique una mirada y reí.

–¿Esta Nacho?

–No, calculo que estará en su casa, no se –alzo sus hombros

–Nina, dijo que acá vivía Nacho –me acerqué a él –Me engaño.

–Claramente si y como vez, acá no esta Ecko –se cruzo de brazos, apoyandose a un lado de la puerta.

Señale él buzo.

–Venía a traer esto.

Paulo asiente ligeramente y hace una seña con su cabeza.

–Pasa.

–¿Para qué? –intervengo con duda.

–Lo llamo y le digo que venga.

–Se lo puedo dejar a Nina...

–Dale, pasa

Le sonrió de costado. Entró a su departamento y él viene detrás mío. Me detengo y giro para hablarle, pero esta demasiado cerca a mi y cuando volteo, mi cuerpo impacta con él suyo. Enreda sus manos en mi cintura evitando que yo cayese, mis manos están prendidas de sus hombros.

Mi cabeza esta baja, siento su mirada sobre mi pero no lo miro aún. Estoy bastante nerviosa y avergonzada como para hacerlo.

Sus manos presionan mi espalda baja, haciendo que nuestros cuerpos se toquen y queden apegados.

–¿Va a ser siempre así? –su tonada Cordobesa hizo que alzara mi cabeza y lo mirará.

–¿A-asi... que?

–Escaparte de mí, cómo anoche.

–No me escape, vos no estabas en lugar indicado y decías cosas sin sentido –explique, sin dejar de mirarlo.

–Sos distinta a todas las chicas –bajo su mirada a mi labios –Sos rara e inocente, pero muy hermosa.

–Yo... no se.

Muy pocos centímetros separaban nuestros rostros. Me sudaban las manos, que estaban apoyadas en él pecho de Paulo. Quería que me comiera la tierra, ¿que se suponía que iba a hacer?

–Paulo...

No dejo que terminara de hablar, porque estampó sus labios contra los míos sorprendiéndome por completo. Sus labios sabían a menta y se movían desesperadamente al compás de los míos.

Me aleje de él, por falta de aire. Inhale profundo, mis mejillas ardían y de seguro estaban teñidas de rojo. Miré a los ojos a Paulo y este tenía una gran sonrisa.

–Me... –solte un suspiro –Me tengo que ir.

–¿Por que?

Aún no me soltaba y estábamos cerca.

–Tengo que ir con Ecko

–Podes verlo mañana, pasado, él año que viene, cuándo quieras pero ahora –beso mis labios ligeramente –quedate conmigo.

–¿Que pasa si no lo vuelvo a ver?

–Me lo dejas y yo se lo doy. Dale, quedate

–No puedo

Nos quedamos mirandonos por varios segundos. Deslice mi mano por su cabello.

–¿Podes? –hice una seña.

–Si, perdón por invadir tu espacio privado y personal –me soltó y alzo sus brazos.

Rodé los ojos.

–Podemos vernos, si querés –me atreví a decir, con una sonrisa.

–¿Para qué? –cuestionó él Cordobés con seriedad.

–Entiendo.

Me elevo de hombros.

–Hasta nunca –me despido y él me mira incrédulo.

–Espera

–¿Si?

–Te acompañó.

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chica rara → Paulo Londra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora