-- ¡Soltarme! -- volví a gritar mientras me intenté quitar las esposas que me ataban a la pared, tiradno de ellas. Escuché unas risas.
-- Claro que si... Ahora mismo. -- dijo una de las voces. Tragué saliva, era esto lo que me faltaba ahora mismo.
-- Dejad de jugar con el juguete, ahora me toca a mi. -- dijo otra de las voces con firmeza.
-- ¡No soy ningún juguete! --volví a levantar la voz mientras volví a tirar de las esposas, pero esta vez me caí en el frío suelo que estaba formado por rocas. Todos empezaron a reír y yo solo volví a levantarme del suelo y intenté verles la cara en la oscuridad.
-- Chicos, no deberíamos comportarnos así, con una dama. -- dijo uno de ellos intentando permanecer serio, pero en seguida se echo a reír.
-- ¡Sois patéticos! -- gruñí.
-- Mirad que mona, está enfadada. -- todos empezaron a reír de nuevo.
-- Chicos, dejadla estar. Recibimos ordenes de no jugar tanto con ella. -- dijo con firmeza y de forma seria alguien que acababa de llegar.
-- Hugo, admite que esto no pasa todos los días. -- dijo uno de ellos mientras le dio un codazo.
-- Mi padre quiere verla. -- suspiró de forma aburrida.
-- ¿El Rey? ¿Por que? -- preguntó otra voz.
-- No lo sé, Daniel. -- respondió Hugo.
-- ¡Yo no pienso moverme de aquí! -- Levanté la voz y volví a tirar de las cadenas. Sentí un dolor en la muñeca, pero decidí ignorarlo.
-- No es una pregunta ni una petición. Es una orden. -- gruñó de forma arrogante Hugo.
-- Sacarla de la mazmorra, pero no le quitéis las cadenas o esposas o lo que sean. -- ordenó, se dio la vuelta y se fue. Nada más irse todos empezaron a reír. Uno de ellos entró en la mazmorra e intentó quitarme las cadenas que me ataban a la pared. Esperé para el momento adecuado y le di una patada en la pierna. Dio un grito y se cayó de rodillas al suelo.
-- Vaya, vaya, quieres jugar eh? -- sonrió uno de ellos mientras ayudó a su amigo a ponerse en pie. Escupi en el suelo lo que les ofendió y hizo que se pusieran más serios que antes. Uno me cogió de la cintura intentando hacer que deje de dar patadas. Otro intentó quitarme las cadenas que me unían a la pared. Cuando me di cuenta de ello, le di un mordisco. Él dio un grito y sin dudarlo me dio con el puño en la cara. Me mordí el labio el cual empezó enseguida a sangrar.
-- ¡Comportate! -- gritó uno de ellos.
-- ¡Obligadme! -- levanté la voz. Uno de ellos uso la fuerza, casi me rompió el brazo y los demás aprovecharon para quitarme las cadenas. Me arrodille en el suelo intentando así evitar que no me pudiesen llevar junto al Rey.
-- ¡Ojalá te maten! -- gruñó en coz alta el chico al que le di la patada.
-- Calmante... -- dijo uno de ellos mientras le sujetaba del brazo para que no pudiese hacerme nada.
-- ¡Es una puta! -- levantó la voz de nuevo mientras me miró con una mirada asesina.
-- Anda, vámonos de aquí... -- suspiró el que le sujetaba del brazo y empezó a tirar de el. Los dos salieron de ahí y en las mazmorras quedaron otras tres personas.... Otras tres bestias sedientas por sangre. Di un suspiro y bajé la mirada.
-- ¿Ya te rindes, monada? -- preguntó uno de ellos mientras me acarició con un dedo la cara. Retrocedí unos pasos y intenté darle una patada, pero el la esquivó como si esperase ataque.
-- ¿Nos dejamos de tonterías, empiezas a portarte bien y vienes con nosotros? -- preguntó y cruzó los brazos.
-- No pienso ir a ningún sitio. " - gruñí. Él chico sonrió y dio un chasquido con los dedos, haciendo así que los otros dos me cogieran cada uno de un brazo.
-- Se buena y empieza a caminar. -- me susurró uno al oído, su aliento olía a cómo si hubiese comido carne cruda. Sentí como se me revolvió el estómago y tragué saliva. Intenté hacer que me soltasen haciendo movimientos bruscos a lo loco y dando codazos, pero no tardaron en hacer que deje de hacerlos.
Después de muchos días por fin pude ver por la ventanas al menos algo de luz. Era de noche, las estrellas brillaban en el cielo y la Luna era llena. Me quedé mirándola y al distraerme me tropecé con una alfombra roja que se extendía por el pasillo. Deduje que era cierto el que estaba en el castillo del Rey. Me caí al suelo y los dos chicos que sostenían las cadenas para que no me escapase dieron un suspiro y casi también acabaron en el suelo.
-- ¡Levantate! ¡En seguida! -- gritó uno de ellos de forma impaciente. Sentí un dolor en el tobillo, pero no dije nada. El otro tiro de las cadenas lo cual me hizo daño también.
De una de las puertas salió otro chico, estaba pálido, tenía los ojos claros, hasta fríos diría yo y el pelo negro.
-- No podéis tratarla así... -- suspiró y me ofreció la mano para ayudar levantarme, la aparte de mi con asco, bordeza y quizás algo de orgullo y me levanté por mi misma.
-- Es demasiado orgullosa para que aceptar ayuda, Andrew. -- comentó uno de los dos que iban la situación.
-- En cada criatura fría... siempre se encuentra una gran dulzura... sólo hay que saber buscarla. -- respondió Andrew mientras me miraba.
'Nunca pense oír esto de alguien como el.' - pensé.
-- ¿Nos vemos luego? -- preguntó uno de los chicos, -- Ahora tenemos que llevársela al Rey. -- añadió al ver que Andrew quería preguntar algo. El bajó la mirada, aceptó con la cabeza y dejó que siguieramos el camino que llevaba hacia el Rey. Más que seguir era caminar mientras ellos tiraban de las cadenas para obligarme así a dar pasos...
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La Ciudad del Segundo Eterno © [Editando]
FantasíaQue es lo que queda en el interior cuando dos mundos chocan? Que pasa cuando uno de ellos es obligado a estar en el otro? Obligado a formar parte de el, sin poder escapar por mas que lo intente? Lo unico que tienen en comun estos mundos, es el eno...