Alberto I

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"El treinta y ocho está cargado..."

Ricardo Mollo (cantante de Divididos)


- Y sí, Elena, no da para más.

- Te lo había anticipado, Alberto, pero elegiste mal.

- ¿Vos me vas a explicar a mí cómo seguir? Tenía esperanzas de algo nuevo.

- ¿Esperanza de algo nuevo? Sí, la idea de tu estúpido Raúl. Mirá, una cagada que se hayan querido abrir, pero al Big Fish no le gustó lo que hicieron. Raúl hablaba con un policía y vos querías que Esteban no lo maté. Pero lamento ya lo mandé.

- Sos una hija de puta, encima lacaya de ese Big Fish. Desde que nos esclavizaste bajo su poder todo se fue al carajo.

- ¡Para ustedes se fue! ¡Yo lo disfrutaba! ¿Creen que ustedes solos importan? ¿Traicionarnos? Y más le vale a Esteban que me sea fiel y actué, porque si no la va a sufrir.

- ¡A mí me hablas de traición! ¡Hija de puta, vos, qué mandaste a matar a la familia de Mapuche para que se nos una! ¡Sos lo peor! ¿Me tenés acá atado para matarme o para hablar de traidora a traidor?

- Como te gusta hacerte el loco. Te voy a matar, pero todo a su tiempo, uno no se deshace así nomás de alguien que conoce hace quince años. ¡Insisto, si Esteban no lo mata lo matamos a él!

- ¡No lo toquen!

- ¿No me digas que te enamoraste? ¿Vas a llorar? Maricón, antes de matarte me entero que sos maricón, pensar que confiaba en tu hombría. Quizás si la cumple también lo mando a matar. Tendrías que preocuparte por vos. El trabajo si no se hace es por tu culpa.

- ¡Es injusto!, ¿cómo aceptarlo? A Raúl lo quiero como a un padre, por más asesino que sea, no le tocaría ni un pelo, si me hubiesen mandado a mí, hubiese preferido suicidarme.

- Ahí está el problema, le planteaste esas cursilerías al pibe, ¿le querías sacar el instinto asesino delante de Raúl, que absorbiese tu pesar y sintiese piedad? No entiendo cómo luego de quince años en este trabajo tenés corazón.

- ¡Cursilerías! Es respeto hacia Raúl, él fue mi mentor y es injusto que porque se haya abierto haya que matarlo. A Esteban no lo influencié, me quiere, quizás haya notado mi forma de hablar sobre Raúl. ¡No puedo aceptar que maten a ninguno!

- Lo sé, Alberto, por eso estás atado.

- Raúl sólo quería iniciar un nuevo camino.

- ¡Matando a Marta! Todo lo inició hace cinco años matándola en la Agencia para fugarse e iniciar toda esta locura.

- Tuvo sus razones, Elena.

- Fuiste un gran compañero, un perfecto sicario, pero siempre tan humano, buscando formas razonables para resolver todo, la paradoja del perfecto asesino que odia matar. En este trabajo hay que actuar sin mirar, ni pensar, ni sentir quién es el otro. Dejar todo y no querer a nadie, aborrecerse a sí mismo y luego al prójimo. ¿Acaso en esta sociedad no pasa eso? Pero, nunca te adaptaste. Los únicos que se ganaron tu atrocidad fueron esos milicos que hicieron mierda a tus viejos por montoneros. Pensá, si no estuviese condenado, se matarían entre todos, en este mundo de mierda cada uno defienden lo suyo, les importa un bledo el otro. Hay pocos que no aguantan la presión y terminan presos por haber hecho lo que sus instintos de poder y violencia les indicaba.

- ¿Me vas a matar con Excalibur?

- Sí, querido, no interrumpas. Nosotros somos diferentes a ellos, lo nuestro es por plata. ¡Bah! Es la misma mierda, si en fin el gran conflicto es que la gente piensa que la felicidad es la guita, a lo que adhiero. Vos, Albertito, seguís creyendo en la humanidad, en quienes nos contratan para destruirse. Sos el mismo chico dulce y siniestro que conocí hace quince años. Lástima que ese toque siniestro nunca ganó, escuchaste las tonterías que predicaba Raúl, nos traicionaste, que bien que va a hacer hoy tu alumno si lo mata. Mirate, das lástima, atado de pies y manos a una silla, jugando con hilos que se estiran más que tu vida. Sabelo, después de acabar con vos, sigue Raúl. Una lástima que todo termine así, te apreciaba, pero una traición no se perdona. Adiós.

SicariosWhere stories live. Discover now