No lo puedo creer, Elena, no lo puedo creer, no lo puedo creer. Este hijo de puta que traje quedó noqueado. No se levanta, encadenado al mueble de la oficina de ella, donde pienso llevar adelante mi venganza. La espero hace más de cuatro horas en esta Agencia que ha funcionado como centro de operaciones y reunión. Quizás este tipo tiene información sobre el paradero de Elena. Si bien no tengo la certeza de que venga, sí, la corazonada, te ruego ayuda Neguachen. Despertaré al cautivo para ver qué me puede contar. Por aquí tiene que haber whisky o alcohol. A ver... a ver... por acá... bien, seis botellas de alcohol, bien, servirán para jugar con Elena más tarde. A ver, por aquí. Un trapo. Vamos a tirar mucho alcohol en él para ponérselo en la nariz al rubio, así.
- Fuerte, ¿no? – Abre los ojos celestes desesperado, se contorsiona al recuperar la consciencia y verse atrapado, parece un felino furioso- Tranquilo, te necesito tranquilo y despierto así contestás una pregunta ya que sabés tantos secretos nuestros. En la fábrica mostraste ser un gran conocedor, debes de trabajar para el Big Fish, ¿él te hizo el entre en la comisaría? En fin, si colaborás, salvás tu vida a pesar de matar a mi compañero. Puedo llegar a ese extremo de clemencia si te portás bien.
- ¿Qué querés saber, indio?– me mira altanero mientras mastica las últimas palabras y muestra una sonrisa enorme.
- Primero, sobre Elena, ¿qué sabés de ella?
- Lo último que escuché fue que la atraparon hombres del Big Fish. Ludovic era el jefe del grupo, un loco alemán que le debió dar su merecido– Ludovic, el hombre que me había atendido cuando llamé desde el hotel. No miente. Es increíble su altanería, a pesar de estar esposado y viendo mis hachas ansiosas de clavarse en carne fresca habla como si dominase la situación.
- ¿Podés confirmar eso? No quiero que me ilusiones. Su viaje a Venado Tuerto iba a arreglar todo, ¿qué pasó? ¿A caso son tan traidores cómo ella?
- ¿Esperás que te conteste?– me cansó. Apoyo, pesadas, las hachas con su filo en el cuello.
- ¿Esperás que te deje con vida?
- Sos bueno disuadiendo. Me caes bien y me tenés esposado a un mueble que pesa más de ciento cincuenta kilos, por eso te ayudo. Pasame un celular y dejame averiguar– le doy lo que pide, no me preocupa que rastreen la llamada, a él lo tienen ubicado, no lo obligaré a mentir más de lo que se anime. Solo necesito saber si Elena vive o murió. Si sigue viva iré a buscarla y si no será una gran lástima para los míos no darle el castigo merecido. Él entiende eso, sabe jugar.
4,4,3,2,4,5,1... sisea, escucho el tono libre de la línea del otro lado y le coloco el aparato en su oído.
- Sí, Felipe... Sí, estoy en la Agencia... El policía, señor, no jode más... ¿por?.. ¡Cómo!.. ¡Elena se escapó!.. Esa mujer no es normal... Sí, aquí todo ha salido bien... la esperaré... Se sorprenderá... Me encargaré de ella... Gracias- el celular se apaga, es apoyado en la mesa frente al mueble que lo apresa.
- Muy bien. Mientras la esperamos, contame quién sos, a quién acabo de perdonarle la vida por darme la noticia más bella.
- Mucho resentimiento, me gusta. Mi nombre es Felipe Ferreira, soy asesino profesional del Big Fish desde hace diez años y ando por los treinta. No tuve madre, murió al nacer y mi padre me entregó a una familia narco-colombiana. Al jefe lo recuerdo perfecto, grandote, corpulento, con el pelo plateado, un traje blanco, anillos en todos sus dedos, así apareció ante mí cuando tenía veinte años Me vio en una pelea clandestina, donde yo ganaba lo justo para alcohol y putas. Combatía como una fiera, pero con sutileza. Se acercó a mi manager y le comentó que buscaba gente para protegerlo en tierras sudamericanas donde comenzarían a ingresar mucha droga y armas. Torturé y maté en los noventa. No en los setenta, en esa época estaba linda la situación por el desinterés de la población – No sé si miente y no importa. Ahora queda esperar. Va a venir y tengo que prepararme para actuar.