...estoy viva, si no, no podría pensar en nada, sucesión, mi pensamiento, mi pensamiento, la oscuridad es total, no sé si tengo los ojos tapados o he quedado ciega, pero muerta no, no, porque no pensaría, no articularía estas ideas que se reproducen, sin parar, no puedo frenar, es increíble cómo trabaja la mente cuando se recupera, cuando no duerme, o quizás sea un sueño del que no despertaré, ¿la muerte?, no hay despertar si no puedo mover mis extremidades, si no veo el mundo con mis ojos, si no lo tanteo, nada podrá existir entonces, ni mi pensamiento, por lo tanto, si pienso es que no, no estoy muerta, me atraparon, me hicieron la cama a mí, tan viva, ahora estoy en los brazos, en las garras, del enemigo, desearía recobrar el mando de mi cuerpo, dejar de estar pasiva en no sé qué sitio...
...escucho voces, por fin uno de mis sentidos me otorga un dato externo, percibo el viento sobre el metal de un auto, voces de hombres, gruesas, violentos, me bajan, me arrastran, brazos que me manosean, podría abrir los ojos, mejor esperar, abren una puerta con llave, me meten en un nuevo espacio donde me sientan y esposan a una silla; percibo la humedad de un sitio asfixiante, pequeño, el sudor, la sangre, el cuero, la pólvora anhelante de dispararse, me concentro en una voz en especial, por sobre las otras, rasposa, extranjera, con temor, reconocida, odiada, Ludovic, un esbirro del Big Fish, el mejor y el más sádico que oye atento la orden de su superior, por teléfono, me doy cuenta, por el silencio sumiso que alterna con palabras violentas, sus órdenes serán cumplidas, soy un estorbo para él, me quiere muerta, pero antes me hará sufrir, lo sé, el sádico gozó torturando montoneros y judíos en los setenta en centros clandestinos de detención en su juventud, donde se curtió, logrando que la sangre, el dolor ajeno, lo hiciera disfrutar de la sangre, del sufrimiento, me duelen los golpes, mis extremidades rasgadas por el asfalto, la vereda mojada, el barro caluroso, oigo pasos yéndose, dejándome sola con el alemán que pisa firme, al compás, me rodea, ahogando el ruido de la puerta al cerrarse, me tienen atrapada, como lo tuve hace horas a Alberto, la cazadora cazada, por qué, qué locura es está, acaso no hice todo lo que me pidieron, mierda, no se puede confiar en nadie, cómo salgo de esto...
- Muñequita, tanto tiempo. Estás como siempre te quise, dos horas de viaje inconsciente, no estás acostumbrada ¿no? Cuando recuperes el conocimiento por completo hablamos.
...siento su respiración sobre mi cara, siento asco, luego su lenta separación, sus pisadas alejándose, la puerta abrirse, de nuevo, y cerrarse para despedirme, dejarme descansar para su sádica diversión.
