TREINTA Y UNO

585 46 0
                                    

Shawn abrió la puerta de la casa con mucho cuidado a pesar de que dentro las luces estuvieran apagadas y no se viera ni un alma cerca.

Tomó mi mano y entramos, él guiándome. No estábamos completamente a oscuras, la luna y las farolas de afuera lograban iluminar un poco, así que fui completamente consciente del momento en que pasamos de largo el gran pasillo que daba a la habitación donde habíamos estado la última vez que fuimos.

¿A dónde me llevará? Me pregunté.

Finalmente, después de doblar un par de pasillos llegamos a una pequeña y simple puerta blanca. Shawn la abrió y después, finalmente encendió una luz.

Lo que vi me descolocó bastante. No esperaba aquello.

¿El garaje? ¿En serio?

La repentina oleada de decepción que me invadió me impidió preguntar qué hacíamos ahí. Shawn no tardó mucho en contestar a mi pregunta no formulada.

––Pensé que ese tipo de fiesta no es tu estilo y que tal vez te gustaría ir conmigo al lago. —dijo abriendo la puerta del garaje y empezando a mover un bote que tenía aspecto pesado. Me acerqué a ayudarlo.

––Tienes razón pero, ¿no crees que nuestros padres van a molestarse una vez que se den cuenta de que no estamos?

––No creo que estén tan pendientes y además te apuesto a que los invitados no los dejarán alejarse ni un metro de ahí.---me guiñó un ojo. ––tenemos algo de tiempo.

El trayecto hacia el lago se me hizo eterno, aunque tal vez era porque iba empujando un bote de 80 kilos. Cuando finalmente llegamos, Shawn se apresuró a ayudarme a subir y después empezó a remar. Ninguno de los dos hablaba, pero el silencio no era incómodo, al igual que siempre ocurría cuando estábamos juntos. Solo éramos nosotros y el sonido del agua al ser golpeada por los remos. Él me sonrió ampliamente desde su asiento y yo hice lo mismo, deslumbrada por el aspecto que tenía su pálida piel a la luz de la luna. A lo lejos miré las luces de la reunión, cuyos invitados daban la impresión de estarlo pasando de lo mejor. Nadie parecía sospechar que no estábamos, lo cual me relajó bastante.

Pensé en cuán extraña era la escena. Shawn y yo escapándonos de una reunión en donde nuestras familias eran anfitrionas, vestidos de traje en medio de un lago sobre una barca de madera.

Cuando por fin nos detuvimos, nos quedamos mirándonos el uno al otro. No aparté mi vista, por mucho que el gesto lograra ponerme nerviosa.

––¿Qué?—pregunté incómoda. No pude evitar sentir una especie de deja vú. Era como cuando nos conocimos y yo me quedé mirándolo por mucho tiempo.

—Nada. —dijo el, recorriéndose en el bote para estar más cerca de mí. Yo giré un poco mi cuerpo, haciendo que quedáramos de frente.

El miró mis ojos y deslizó su vista por mi nariz y mis labios. Luego tragó saliva antes de volver su atención a mi mirada. Sus mejillas adoptaron el tono rosado que tanto me encantaba y sonreí como tonta antes de tomar su cuello y atraerlo a mí.

Sus labios se sentían fríos y maravillosos contra los míos. Cuando sus dientes rasparon suavemente mi labio inferior casi gemí, a lo que él sonrió. Me aferré al cuello de su camisa, impidiendo que se separara cuando supe que iba a hacerlo, ya que nunca me besaba por más de unos segundos, preocupado por lo irregular que se volvía mi respiración.

Él no se quedó atrás. Puso sus manos en mi cintura y fue recorriéndolas levemente hasta que presionó mi trasero, lo que me hizo jadear. Nos giramos un poco más y tuve el espacio suficiente para mover mis piernas y ponerlas a cada lado de su cuerpo, quedando sentada sobre él. La sensación era ridículamente placentera. Mi cuerpo se sentía como un cable de alta tensión.

Sabía que era irresponsable desear tener sexo con él encima de un bote en medio de un lago a unos pocos metros de donde había una gran cantidad de personas, pero el aliento de Shawn y su lengua trazando un camino por mi cuello no me permitían pensar con claridad.

Solté el primer gemido cuando sus labios presionaron el punto exacto en donde mi mandíbula y mi cuello se unían. Un tirante de mi vestido resbaló de mi hombro y lo único que pude hacer fue estirar el cuello para que sus labios tuvieran un mejor acceso a esa zona.

Comencé a menearme encima de él teniendo mucho cuidado para no mover demasiado la barca, pero asegurándome de que ambos estuviéramos disfrutando de la sensación. Supe que era así cuando lo sentí gemir junto a mi oído y su respiración caliente rozó mi piel.

Mis manos se deslizaron desde su cabello hasta el primer botón de su camisa y fueron deshaciéndolos de uno a uno hasta que la piel de su pecho quedó al descubierto.

Con toda la movilidad que la pequeña embarcación me pudo brindar, comencé a depositar besos húmedos en su cuello, sus hombros, sus clavículas y finalmente su pecho.

Lo siguiente que hice fue desabrochar su cinturón y buscar a tientas el elástico de su ropa interior. Él me ayudó a quitar la mía y deslizó sus manos por debajo de mi vestido y las recorrió hacia arriba hasta que lo dejó por encima de mis caderas.

Luego de un par de movimientos, cuando estábamos a punto de entregarnos completamente el uno al otro, un golpe de resolución recorrió su rostro y me miró con angustia.

–– ¿Qué pasa?---pregunté.

––Sé que vas a odiarme pero...––bajó la mirada apenado.

–– ¿Qué va mal, Shawn?—repetí tomando su rostro suavemente para obligarlo a mirarme.

––...No tengo un condón.

La respiración se me atoró en la garganta y justo después comencé a reír, recargando mi frente en su hombro. Él puso sus brazos alrededor de mi espalda y rio conmigo.

Imaginé que debíamos parecer patéticos medio desnudos en un bote riendo como locos, pero también supe que esa clase de cosas solo le pasaban a los enamorados. Ambos reímos hasta que nos dolió el estómago y nos limpiamos lágrimas del rostro.

––...disculpa. —dijo, riendo una vez más.

Le di un pequeño beso en los labios y volví a abrazarlo. Solo entonces fui consciente de una delgada figura a la orilla del lago que miraba directamente hacia nosotros.

Bárbara.

Me erguí inmediatamente y comencé a intentar que la situación no pareciera exactamente lo que era. Shawn miró hacia la misma dirección que yo y por una vez en su vida no se puso rojo, sino que la sangre se drenó completamente de su rostro, cuello y pecho.

–– ¡Nos vio Shawn! ¡Nos vio! ¡Apuesto a que mi padre también sabe ya que estamos aquí! ¡Me van a matar! ¡Te van a matar! ––empecé a murmurar como desquiciada.

La barca comenzó a balancearse peligrosamente debido a mis movimientos bruscos y a pesar de ello no fui capaz de controlarme. Como era de esperarse, cedió ante el peso y Shawn y yo caímos al agua.

Lo que me faltaba.





ME MUERO DE LA RISA, CHAU


-ELIZABETH

VICTIMA II: El verdadero Shawn (Shawn Mendes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora