La tierra. Año 2060.
Anne Jones, es psiquiatra en Nueva York y ve esfumarse, evaporarse, ante sus ojos a una de sus pacientes, la cual sufría delirios apocalípticos. La última palabra que aquella logra pronunciar antes de desaparecer es "ARCA"
Dese...
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—¡Malditos sean esos polis!— vociferó Steven y estrelló ambos puños sobre la mesa.
—Cálmate querido— intentó tranquilizarlo Mónic, posando delicadamente una mano sobre su hombro derecho y usando una voz extremadamente suave y persuasiva—. Al menos hemos visto parte del archivo y confirmado nuestras sospechas— añadió, y Anne pudo notar como el estado furibundo del rubio menguaba.
En definitiva había subestimado las habilidades de aquella fémina. Ni siquiera ella había podido tranquilizar al hombre tan rápido, con todos sus títulos en psiquiatría, pero claro, ella no había compartido con él una relación romántica, de la cual aún quedaban visibles resabios.
Steven soltó un sonoro suspiro y asintió, luego de mirar por última vez las palabras "acceso denegado" que habían aparecido en la pantalla hacía unos segundos atrás, como clara señal de que ya había sido combatido el virus que había esparcido el hacker en la computadora central de la Estación.
En efecto, la sensual castaña tenía razón. Habían llegado a visualizar parte de la información que contenía la carpeta ARCA. Dentro, encontraron las bases de datos de sus amigos reportados como desaparecidos: Michelle, Arthur y Dylan- el novio actual de Mónic- entre otras personas que nunca habían visto.
La evidencia de su existencia estaba allí, y la mano negra del gobierno en todo este asunto también.
Ellos se habían encargado de borrar cualquier registro de estas personas de la red y todo rastro que hubieran dejado en su entorno, pero también, de alguna manera extraña -ya sea mediante coacción o algún tipo de procedimiento desmemorizante en masa- habían conseguido que todas las personas con las que habían tenido contacto, a excepción de ellos, borraran de sus mentes sus recuerdos, al poco tiempo de haberlos abducido, de una forma igual de misteriosa e incomprensible.
Pero la pregunta más urgente no era cómo lo habían hecho, sino por qué.
Y esa respuesta sí la tenían, o eso creían.
—¿Entonces, sigues pensando que esto tiene que ver con el fin del mundo?—musitó Anne, desde su puesto en el sofá, parcialmente recostada, como si fuese su propio diván.
La cabeza no paraba de darle vueltas desde que había aparecido aquella misteriosa carpeta en las pantallas, de una forma tan sugerente, como si los esperara de algún modo.
— ¿Tú no? —Steven enarcó una ceja, destinándole una mirada furtiva, sin perder de vista a la otra chica—. Es evidente que se trata de eso. Y hay un patrón común. Todas estas personas experimentaron esa especie de "visiones" del cataclismo mundial, por lo que no es casual que al poco tiempo de manifestarlas desaparecieran de modo abrupto y... escalofriante— se estremeció—. Por eso creo que hay algo más allá de simples profecías apocalípticas. Además, ya ha pasado. La historia es prueba de ello. Cada vez que suceden hechos de esta naturaleza, el Gobierno considera que la sociedad no será capaz de manejarlos con cautela y entraran en pánico, y los mantiene en secreto.