Capítulo X

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—No muevas ni un músculo o disparo— advirtió Jack, apuntando a Steven con su arma de frente, mientras su compañero, Kalani, lo hacía por la retaguardia.

Ambos se habían adelantado a sus compañeros, detectado los vigías aéreos dispersos por la carretera, y habían aparcado metros antes de la construcción, para tomar el camino del bosque a pie, al abrigo de la arboleda, mientras pedían refuerzos.

Por fortuna para las fugitivas, Anne y Mónic -a quien también le cabía este apelativo ahora- ellos no las habían visto huir y habían logrado escapar.

Steven, sin embargo, no había corrido con la misma suerte.

"Los polis" lo habían pescado infraganti, en plena activación de los explosivos que ya estaban dispersos por la construcción.

Volar en pedazos sus "parajes esporádicos" era una constante del rubio, pues nunca dejaba huellas de su paradero, salvo que quisiera despistar a alguien, sembrando pistas falsas.

—¡Mierda!— musitó el ojiverde, que estaba a punto de iniciar la "detonación".

"¿Qué hago ahora?" pensó, con desespero.

Ciertamente no podía iniciar el conteo estando él adentro, o los oficiales, pues aunque les tuviera recelo, no era un asesino. Pero por otro lado, tampoco podía adoptar una postura mansa y dejarse atrapar cuando estaban tan cerca de saber la verdad y rescatar a sus amigos.

Entonces, recordó que tenía también un arma láser, debajo del tablero digital. Si lograba alcanzarla, podía equiparar su desventajosa situación.

—Ahora, aléjate lentamente del tablero y pon las manos en alto— ordenó, Kalani.

Steven dio un paso hacia atrás, muy lentamente, contando con la ventaja de que el hawaiano no podía ver sus movimientos delanteros, aunque Jack sí, por eso debía ser rápido o pensar en una distracción.

Fue entonces cuando su brillante mente le dio el "as" que necesitaba para salirse victorioso.

—¡No lo hagas Anne! —gritó el rubio, con sus ojos puestos en un punto fijo, tras el policía.

La sola mención de la doctora, alteró al oficial, al menos por unos segundos, en los que su mente procesaba la treta. Pero fueron suficientes para que Steven tomara el arma y apuntara directamente al policía a la cabeza.

—¡Vaya, parece que ahora estamos parejos!— se jactó.

—¡Vaya, parece que no sabes contar imbécil! Somos dos contra uno— anunció Kalani, quien se movió, hasta colocarse en su lateral, de manera que el hacker pudo verlo fugazmente por el rabillo del ojo.

Ojalá lo hubiera tenido a ese fanfarrón delante, entonces sí que le enseñaría a "contar"— el número de disparos láser que le metería, así fuera por alguna de sus extremidades— Aunque él tenía en mente una en especial.

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