La tierra. Año 2060.
Anne Jones, es psiquiatra en Nueva York y ve esfumarse, evaporarse, ante sus ojos a una de sus pacientes, la cual sufría delirios apocalípticos. La última palabra que aquella logra pronunciar antes de desaparecer es "ARCA"
Dese...
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Era entrada la madrugada cuando Jack llegó a su apartamento y se recostó en su cama con la vista fija en el techo, que simulaba ser un cielo nocturno. Siempre había sentido fascinación por aquellos cuerpos celestes que brillaban en su lejanía, totalmente indiferentes de los pesares del mundo.
Algún día él mismo tendría su propio sitio de privilegio en las alturas, ajeno de problemas, libre en la vastedad del universo donde podría descansar eternamente, pero ahora no era el momento. No podía permitirse esas licencias más que en sus efímeras divagaciones.
Lo cierto es que debía estar más atento y despierto que nunca si quería tener éxito en la captura de las prófugas.
Gracias a la escasa información que había obtenido, después de largas horas de interrogación a "ese fastidioso hacker", había determinado que aquel trío era altamente peligroso y por ende podían atentar contra la seguridad de los ciudadanos, además de que podrían constituir una amenaza para el Gobierno.
Aquella teoría había derivado de lo que a su juicio eran disparatados testimonios sobre "Conspiraciones" "Encubrimiento de información" y "Secuestro de personas por parte de Organizaciones Estatales", personas que dicho sea de paso, no existían realmente.
Lo más relevante, para él, era que tanto ese loco, como aquella hermosa y engañosa "psiquiatra" y la otra fémina, parecían creerse sus propias fantasías y estaban dispuestos a todo, y eso implicaba infraccionar la ley, con tal de lograr su objetivo, que implicaba un claro ataque al sistema de Gobierno.
La preocupación principal de Jack radicaba en que quizá esas personas no obraban solas, sino que podrían existir más individuos como ellos operando en las sombras.
"¿Y si se trata de un grupo terrorista?" pensó.
Aquello era poco factible, pues los atentados de ese tipo habían menguado hacía ya algunos años, lo mismo que los crímenes de lesa humanidad. Lo cierto era que tanto el sistema de seguridad, como la misma sociedad habían evolucionado bastante y aquellos delitos atroces ya no formaban parte de la cotidianidad.
Sin embargo, "Uno nunca sabe... a veces el hombre tiene a involucionar y abraza sus viejas prácticas de neandertal" meditó, mientras bostezaba.
Se había prometido no dormir hasta dar con alguna pista que le indicara el paradero de las reas que sus inútiles colegas habían dejado huir, antes de que las cosas pasaran a mayores, pero el cansancio lo estaba venciendo. No por nada su compañero lo había obligado a irse de la Estación, alegando que él mismo se encargaría de la custodia del hacker. Era un pendiente que tenía y Jack sabía que cumpliría muy bien esa tarea y no escatimaría de volver a colocar al delincuente dentro de la habitación de pánico si fuera necesario.
Con esas evocaciones en mente los ojos del policía estaban cerrándose de a poco, aunque en ese aleteo de párpados, cuando apenas alcanzaba a observar imágenes fragmentadas, borrosas, de los falsos astros, captó la silueta de "algo más". Un rostro, que iba acompañado de una fragancia tan familiar, embriagadora, hechizante, que lo tentaba a sumergirse en su subconsciente, pero en compañía de la dueña del perfume.