Capítulo XII (Parte I)

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—Humm sé que suena raro que yo lo diga, considerando que realmente odio a ese sujeto, pero ¿no crees que ya pasó demasiado tiempo dentro de la habitación del pánico?— dijo Kalani mirando a su compañero, quien a su vez, tenía los ojos puestos en la pantalla LED, que proyectaba las imágenes que le devolvían las cámaras de monitoreo ubicadas dentro de la celda de realidad virtual, donde se veía a Steven en aquella falsa y terrorífica simulación, como si se tratara de una mala película de horror.

—Sí, probablemente, pero merece sufrir un poco más, por arruinar el software central y por hacernos quedar como pelmazos —dijo Jack, que estaba disfrutando notablemente aquello.

—Okey, tienes razón, pero me parece un poco extremo, considerando que no mostró resistencia al arresto cuando descubriste que no te dispararía— contrarrestó el hawaiano.

—Lo sé... Sin embargo, en esta ocasión sí que lo hizo. Aunque sea solo una simulación, la intención estaba latente. Solo le faltó un poco más de valor antes, en la vida real —determinó el oficial—.  Y otra cosa...¿Ya viste a qué le teme el "temerario hacker"?— dijo con sorna.

—¿A un robot gigante que tiene el rostro de "sexy bunny"? —señaló Kalani, quien tenía sus brazos cruzados y una media sonrisa dibujada en el rostro.

—Se llama Mónic Hale, pero sí—Jack, asintió con un gesto de cabeza, mientras se levantaba de la silla donde estaba sentado, en la oficina de monitoreo, ubicada junto a la celda de realidad virtual — ¡¿Quién sabe cómo terminaron su idilio aquellos dos?! Aunque aventuro que no fue de la mejor manera, para que el tipo ahora tenga pesadillas con ella—hizo una mueca—. En fin, mejor voy a sacarlo de ahí— anunció apagando el monitor y dando por finalizada la simulación.— Vamos a ver, qué nos puede decir el Newbie que sea de utilidad, cuando le pase el efecto del shock.

Steven por su parte, intentaba procesar la imagen que sus ojos desorbitados reflejaban. Era simplemente imposible, irracional, que aquel androide de metal, de pronto presentara facciones tan humanas.

Tras el terror que lo embargaba, estaba presente su mente sagaz, su ingenio, que en un momento dado, primó sobre sus otras emociones y le permitió dilucidar que aquella situación debía ser completamente falsa.

Fue entonces que tomó conciencia de lo que pasaba y sintió aquel terrible dolor de cabeza. Sus sienes parecían estallar. Palpitaban como dos pequeños corazones ubicados en cada uno de sus hemisferios.

De pronto todo se tornó en una llamarada naranja que consumió cualquier imagen que pudiese ocupar espacio en su campo de visión y poco a poco, la luz adquirió un todo blanquecino, mucho más claro, menos cegador y abrazador y comenzó a percibir imágenes de rostros conocidos, mirándolo desde arriba.

Sintió su cuerpo liviano, como si fuese una pluma, y llegaron a sus oídos sonidos de voces familiares.

—Despierta —decían, una y otra vez, y entonces, sin percatarse de que los tenía cerrados, Steven abrió los ojos.

—Despierta —decían, una y otra vez, y entonces, sin percatarse de que los tenía cerrados, Steven abrió los ojos

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—¡Gracias al cielo! Era hora— la inconfundible voz de Kalani lo recibió. Aquel estado onírico había sido de lo más loco que hubiese experimentado. Incluso se había sentido demasiado real. Pero ahora sabía que había estado dentro de la temible "habitación del pánico". Después de atraparlo, ese había sido su fin, aunque ya lo daba por sentado.

Steven enfocó sus ojos verdosos en los rasgados del oficial, quien estaba inusualmente pálido. Poco había quedado de su eterno bronceado Hawaiano, aquel que se rehusaba a abandonarlo, aún en la lluviosa ciudad de N.Y. Tampoco sus gestos eran los habituales. De hecho, parecía consternado.

—Sus signos vitales son óptimos— anunció el otro poli, al cual Steven relacionaba con un muñeco de utilería, por su rostro coqueto. Entonces sintió aquella luz blanca perforando su retina primero, para luego ir descendiendo y sondeando su cuerpo entero.

"¡Mierda!" pensó. Odiaba aquellas molestas pruebas de escaneo.

—Estoy bien— dijo el chico, molesto. Aunque ni siquiera atinó a levantarse de la camilla donde lo tenían sujeto, realizándole aquella pruebas.

—Pues sí. Ya no pareces catatónico— dijo Jack, despreocupado.

La palabra resonó en la mente del rubio, un instante, mientras hacía la asociación mental con la doctora y en consecuencia con Mónic, esperando que ambas hubiesen corrido con mejor suerte que él. Por otro lado, no se alteró por la singularidad de su estado, pues posiblemente estaba relacionada con todo el episodio de simulación al que lo habían sometido. Entrar en estado de shock era lo más lógico.

—Creo que ya estás listo para el interrogatorio entonces— añadió Kalani, que paulatinamente estaba recuperando el color y la compostura.

"Tal vez debí quedarme catatónico un poco más" pensó Steven sarcástico, pero resignado.

Momentos después, estaba en aquella vieja y conocida habitación del polígrafo, donde no le quedaría otra que admitir la veracidad de sus actos. Posiblemente su testimonio lo comprometería más de lo que ya estaba- por aquellas cuestiones relacionadas con las múltiples infracciones a la ley y etc- e incluso pensó sería probable que cuándo les dijera a esos polis "retrasados" sobre lo que había descubierto en los archivos del Pentágono, aún cuando fuese la pura verdad, sin pruebas que lo respaldaran, ellos lo tomarían como un loco que se creía sus propias fabulaciones.

"¡La verdad y la realidad a veces pueden llegar a ser tan subjetivas!" reflexionó.

De solo pensar que su interrogatorio tendría funestos resultados, ya sentía ganas de volver a la habitación de pánico.

De solo pensar que su interrogatorio tendría funestos resultados, ya sentía ganas de volver a la habitación de pánico

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