Capítulo XI

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La brisa despeinaba los largos cabellos de Mónic, que serpenteaban frente el visor del casco de Anne, impidiéndole ver claramente el panorama. Aunque tampoco es que hubiese podido ver mucho a la velocidad a la que iban, ya que la "vía rápida" llevaba justamente ese nombre porque los vehículos que circulaban por ella iban a 200 km por hora.

Claro que no todos los transportes estaban autorizados a transitar por esta, solo podían hacerlo aquellos con sistema aerodeslizante, que no eran pocos, dado que estos vehículos eran mucho más económicos y el grado de polución que expulsaban era mínimo.

Steven tenía razón. Por aquella vía era muy difícil que las autoridades la detectaran.

—Nos acercamos al primer descanso —informó Mónic —. Sujétate fuerte —dicho aquello, tomó la primer salida y comenzó el descenso.

Anne había creído que esperarían al rubio allí, pero se equivocaba.

Mónic condujo hasta la carretera principal, y aparcó en uno de los callejones más oscuros y recónditos que pudiese encontrar.

De hecho, la única luz que desprendía aquel negro pasadizo era la fluorescente de un grafiti impreso en una de sus sombrías paredes. Una extraña runa que la psiquiatra no supo interpretar.

La castaña apagó el motor, que apenas se oía ronronear mansamente, a fin de ahorrar energía, más que por una cuestión de seguridad, se quitó el casco y se tumbó contra la pared contraria al grafico iridiscente.

Anne, por su parte, imitó el gesto de quitarse el visor, pero se mantuvo junto a la moto.

—¿Cómo sabes que Steven nos encontrará aquí?— preguntó entonces.

La contraria, apenas hizo un gesto con la barbilla, señalando la runa.

—Es nuestro sello, por decirlo de algún modo— dijo, luego de un rato.

La psiquiatra entonces observó en detalle la insignia y notó que aquellos firuletes que al inicio parecían no tener ningún sentido para ella, ahora adquirían significancia y pudo dilucidar dos letras artísticamente entrelazadas "S y M", las iniciales de los nombre de la ex pareja.

—Ya veo—musitó Anne, resolviendo que aquel sitio era representativo para ambos. Su punto de encuentro predilecto, o algo por el estilo. Quizá hasta tuviese ciertas connotaciones románticas. Aunque prefirió no indagar por ahora en ese asunto, anticipándose a que debía ser un tema "delicado" para Mónic. Sin embargo, no iba a quedarse callada, pues ya bastante tenía con los nervios que la carcomían por dentro, como para también tener que pasar por silencios incómodos—. Entonces... ¿a qué te dedicas Mónic?

La fémina enarcó una ceja, como diciendo "¿En serio me preguntas eso ahora?"

Al momento, la doctora se arrepintió. Había olvidado lo irritable que podía llegar a ser aquella chica.

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