15. BAD BITCH.

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15.


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 BAD BITCH.


                    Entierro mi espada en el pecho del soldado y luego me dirijo al otro que se había avecinado hacia nosotros pero al ver como Peter se encarga de él, tomo un respiro.

Las campanas de alerta retumban en todo el castillo. Peter quiere seguir con su absurdo plan en marcha, quiere hacerlo a pesar de que ya Caspian salió herido y perdimos a Miraz de la jugada inicial.

¿Cómo se supone que salgamos libres de esto?

- ¡Peter, no hay nada que hacer! ¡Huyamos antes de que sea tarde! –le sugiere Susan.

Peter está intentando rodar el circuito que abre la puerta mientras nosotros miramos como todos los soldados del castillo se preparan para atacarnos.

- ¡No, aun puedo lograrlo! –se defiendo, esforzándose por abrir la puerta.

- ¡Peter! –lo llamo para hacerlo entrar en razón pero ni cuidado me pone.- Aun estamos a tiempo de evitar este derramamiento de sangre, escucha, por favor.

- ¡Ayúdenme!

Las tropas están afuera, están esperando para atacar así como se había planeado y lo único que pasa por mi mente es el momento en el que daga atravesó el brazo de Miraz.

Maldito desgraciado.

Miro al cielo en una de las torres, donde Edmund debería estar dando la señal de avanzar a las tropas y mi atención luego cae a mis acompañantes en cuanto Susan le pregunta a Peter por quien hace realmente esto si Miraz huyo pero no hay respuesta alguna.

Gritos de guerra se oyen en toda la plaza y los soldados telmarinos corren en nuestra dirección manteniendo en alto sus espadas.

Una extraña sensación aborda todo mi cuerpo, un cosquilleo se expande desde mi último cabello hasta el dedo pequeño de mis pies. Es nuevo, me llena de adrenalina y hace que aquella preocupación que me llevaba consumiendo todo este tiempo se vaya y en su lugar, la llama de la ferocidad se encienda.

La puerta por fin se abre y los narnianos entran listos para atacar.

- ¡POR NARNIA!

Un segundo, un segundo es lo que basta para que saque mi espada y este encima de un soldado cortando su cuello. Gruño con ferocidad mientras otros se abalanzan sobre mí y me deshago de ellos con rapidez, es como si la emoción se me hubiera contagiado y ahora este descargando toda la ira acumulada.

Corro, salto y corto piel, enterrando mi espada en las partes que son puntos débiles para aniquilar rápidamente. Un nuevo gruñido vuelve a salir de mis labios y doy un giro antes de sentir un peso cayendo junto a mí.

Es un narniano.

Levanto la mirada, divisando a Miraz y sus soldados en el balcón. Era lo que me temía, les demostramos que veníamos con toda las ganas de guerra pero estamos en su territorio y como el gato y el ratón, hemos quedado en sus garras.

Mi distracción es lo que necesitan los enemigos para atacarme y golpearme en la cabeza haciéndome perder el equilibrio para terminar en el suelo. Siento el sabor a sangre en mi boca y paso una mano rectificando que tengo roto el labio.

Desgraciado.

Me levanto como puedo y el soldado que me había golpeado, rápidamente cae bajo mis redes en cuanto lo agarro por el cuello y lo miro directamente a los ojos, causando esa pesadilla que muchos dicen que sienten. Cuando él grita de dolor y sufrimiento, entierro mi espada en su abdomen.

Dejándolo caer al suelo.

Respiro pesadamente y diviso a los siguientes que parecen saber a lo que se enfrentan.

Ladeo mi cabeza viéndolos como mi presa y dejan caer sus espadas al suelo.

- Eso no será suficiente.

Un desgarrador grito sale de mi garganta atontando a unos cuantos que estaban cerca. El sonido es penetrante, fuerte y como ya dije, desgarrador. Se dé por si qué tipo de efecto tiene en ellos, por eso es que en cuanto el efecto a terminando, se apuñalan con sus armas para luego caer al suelo.

Mi mirada recorre el lugar donde hay unos cuantos soldados tirados en el suelo a causa mía o por los demás narnianos pero lo que hace que se me paralice por un momento el corazón es ver como uno de los míos trata de sostener la puerta.

Un grito de guerra hace que me mueva y entierre mi espada bañada de sangre en el hombre que se me aproxima, estoy tan ocupada en acabar con los telmarinos que no presiento un acontecimiento algo doloroso, hasta que lo siento.

Mi abdomen arde ante el filo de una daga sobre este y suelto un grito de dolor. No había sentido carne propia lo que dolía ser apuñalada con una daga. Bajo la mirada encontrando la empuñadura sobresaliendo y la sangre saliendo lentamente.

Duele, duele demasiado.

- ¡Huyan!

Mi mirada recae sobre el muchacho de ojos oceánicos y cientos de emociones atraviesan estos en cuanto recaen sobre mí, su mirada viaja por mi rostro y luego por mi cuerpo hasta que se da cuenta de la pequeña daga incrustada en mi cuerpo. Luce atónito como si no fuera capaz de comprender como a mi podría pasarme algo así.

Suelto un suspiro adolorido y vuelvo a bajar la mirada decidida a hacer algo. Saco la daga lentamente tratando de no hacerme más daño y en cuanto la daga esta sobre mi mano llena de sangre, no puedo ocultar mi desconcierto.

Es mi daga, la misma que le envié a Miraz.

Vuelco la mirada a aquel balcón donde él solía estar y mi furia no puede ser menos, sabe lo que hizo y sonríe con suficiencia, sabiendo que su puntería acertó.

La herida pica y suelto un quejido de dolor encorvándome un poco.

¿Cómo saldré de esta?

Unos brazos se posan debajo de mis rodillas y luego debajo de cuello, siento como me elevo en el aire pero el dolor y picor en la herida no me dejan tiempo para saber quién es. Siento como otros brazos toman el lugar de los anteriores y mi desconcierto aumenta.

- Huye...

Levanto la mirada encontrando aquellos oceánicos que antes había visto, me salta el corazón por un momento al ver un destello de preocupación adornándolos y suelto un quejido de dolor en cuanto las olas de picor vuelven.

Se las ingenia para llevarme sobre el lomo del caballo que acabo de notar en el que vamos y empieza a cabalgar pasando por debajo de la reja.

- ¿Los demás? –susurro.

Se detiene y mira atrás, me esfuerzo por hacerlo sobre su hombro pero la herida vuelve a picar pero me basta con ver su expresión y de la los demás para saber que tenía razón, los nuestros quedaron atrapados.

La tristeza me invade y me es imposible no pensar en los que quedaron y en los que perdieron a sus seres queridos en esta batalla. Saltamos el puente elevadizo con Peter cargándome en brazos y salimos del castillo para volver con las manos vacías y los corazones rotos.

- Te lo dije –susurro contra su pecho.

Toso y el sabor a sangre se impregna en mi boca.

- No te esfuerces demasiado... -pide con delicadeza.- resiste.

- Te lo dije...

NIGHTMARE | P. PEVENSIEWhere stories live. Discover now