|CAPITULO 38|Último Adiós, Accidente|

881 48 8
                                    

—Tú..¿Tú recordaste?–Mi voz se tornó muy confundida y temblorosa.

—¿De que estás hablando?–Preguntó mirandome.

Obviamente el no sabía de su problema de olvidar las cosas y me sentí un idiota por haberle preguntado eso.

—No, nada..olvidalo–Sonreí, feliz de tener a mi padre de vuelta.

El sonrió y puso su mano grande y fria sobre la mia, por primera vez desde hace mucho tiempo me sentí un niño de 5 años viendo al mejor heroe en frente de mi..Mi papá.

—Si esa chica te hace feliz, no la dejes ir Agustin. Quizás ella te saqué de toda está mierda–Dijo ahogando un poco de tos.

Luego tosió apretando sus ojos hasta qué reguló su respiración.

Traté de tragar el nudo de mi garganta.

—Lo siento mucho papá, siento mucho toda la mierda qué paso entre los dos, eres lo mejor qué tengo y siempre será asi–Dije mirandolo y mis ojos se llenaron de lágrimas.

Pude notar como sus ojos se rebalsaron en lágrimas y sonrió dejando caer una por su rostro.

—Ya nada de eso importa, gracias por quedarte haciendole compañia a este viejo–Su voz comenzó a sonar débil y mi corazón se acelero, estaba asustado.

—¿Papá?–Pregunté mirandolo.

La maquina comenzó a sonar, sus latidos eran rápidos.

—¡¿Papá?!

Su mano apretó fuerte la mia y trate de calmarme, pero la maquina se detuvo emitiendo un sonido sordo y una línea recta apareció en ella, la mano de mi padre ya no me apretaba.

—¡Demonios no!–Grité empuñando mis manos en su blusa—¡Papá! No..¡Demonios papá despierta!–Grité.

La puerta se abrió de golpe y unas enfermeras entraron junto a mis tias y a mi hermana.

Estaba alterado, me sentía fuera de mi cuerpo y no asimilaba nada.

—Papá no–Susurré rodeando su cabeza con mis manos y tratando de levantarlo—Mierda, no me abandones, no me dejes solo papá..¡No demonios! ¡No me hagas esto!

Mi voz cada vez era más fuerte y lágrimas rebalsaron mis ojos, sentí una mano en mi codo, pero la ignoré.

Me alteré gritandole a mi papá qué estaba siendo atendido por miles de enfermeras, las otras me decían que saliera.

La mano de mi codo me apretó con fuerza y luego tres pares de manos femeninas me sacaron de ahí a gritos, pero yo no escuchaba.

La puerta se cerró en frente a mi y comenzaron a reanimarlo.

Diablos, esto no es real.

—¡Agustin ya calmate!–Me gritó tomandome de los hombros.

La mire hablarme, sentía qué todo daba vueltas y tenía el presentimiento de un puto trance del cual no podía escapar.

—¡Maldita sea! Sueltame–Me alteré zafandome de su agarre.

Apoyé mi espalda en la muralla y me arrastre en ella hasta quedar sentado en el suelo.

Flexione mis piernas hundiendo mi cabeza en mis brazos y rodillas. Mis ojos colapsaron y lágrimas recorrieron mi rostro, después de 10 putos años.

Sentí una mano en mi hombro, pero no sentía nada.

Es increíble como piensas qué algo mejorará y de un segundo a otro todo está cayendo encima tuyo.

—Agustin, tranquilo–Decía mi hermana asumiendo qué si seguía así de alterado y llorando, vendría un trance qué nadie quería qué apareciera.

Eres Mío Imbécil (Agustín Casanova y Tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora