Descendientes 2 | Final

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 —Estamos contigo, Mal —la reconfortó Lonnie mientras todos los estudiantes veía bailar a Ben y a Uma en el centro del barco, notablemente felices y enamorados al ritmo de una canción clásica, Kiss the Girl.

—Vámonos de aquí —sugirió Jay posando una mano en el hombro de la hija de Maléfica.

Okey.

Ninguno de sus amigos podía permitir que Mal siguiera presenciando esa escena de decepción. Sentía tal como si hubieran lanzado sobre ella un balde de agua helada: casi les costaba la vida rescatar al Rey de las sucias manos de los piratas, y ahora descaradamente estaba a nada de besarse con la actual líder de la Isla.

—Mal, no teníamos idea. Lo sentimos —se disculpó Bella cuando los vio a punto de irse.

—Hablaré de esto con él —aseguró firme Adam, el anterior Rey de Auradon.

Los cuatro VK's y sus parejas de esa noche subieron las escaleras a toda prisa para abandonar el lugar lo más pronto posible. El barco se encontraba relativamente cerca de tierra, así que tomar uno de los botes de emergencia sería la opción más viable y rápida para regresar al castillo. Para no usarlos todos, acordaron que Evie y Mal serían las primeras en irse, y ellas mandarían un pequeño transporte para recoger a los demás.



  ♕  




Evie llevaba remando aproximadamente quince minutos sin parar y  faltaba la mitad de camino. Se detuvo cuando notó que Mal solo estaba sentada frente a ella, quitándose los elásticos de su cabello para deshacerse de su extravagante trenza. No estaba haciendo el mínimo esfuerzo para que la canoa avanzara.

—Si me ayudaras un poco no me molestaría —mencionó Evie, dejando el remo cuando sus brazos comenzaron a cansarse.

—Evie, lo siento. No era mi intención hacerlos regresar del baile  —reconoció Mal, tan perdida en sus pensamientos que no escuchó el quejido de su amiga—. Se organiza una vez al semestre y causo que se lo pierdan.  Creo que sería mejor dejar a los demás ahí, disfrutando. Tú también puedes regresar si quieres.

 —Mal, no pidas perdón. Tú no tuviste la culpa.

¡Agh! Como odio a ese camarón  —gritó, desahogándose en el medio del agua donde nadie más la podía escuchar.

—Además, no te dejaré sola —intervino Evie, tomándole una de sus manos—. Podemos hacer algo pequeño en el castillo, lo tendremos todo para nosotras.

—No te ofendas E —comenzó con una sonrisa nerviosa, esperando que su mejor amiga no se molestara—,  pero en cuanto lleguemos quiero irme a mi habitación y hundir mi cara en la almohada. No estoy de ánimo para fiestas.

—¿En serio? ¿No quieres algo de comer?  —ofreció la peli-azul, acercándose aún más para quitarle su corona y ordenar su cabello desarreglado—. Puedo prepararte lo que quieras.

Mal miró fijamente a Evie por unos segundos, esperando que comprendiera el mensaje.

—Está bien, ya entendí. Me iré a mi estudio, y ahí estaré por si necesitas algo.  

—Error, primero me tienes que ayudar. Tú me pusiste este vestido, tú me lo quitas —dijo Mal, riendo por la manera en que se había escuchado—. Tú entiendes.

Evie sonrió al verla reír, aun con los ojos llorosos.

—¿Cómo estás? —preguntó la hija de Grimhilde en cuanto la sonrisa de Mal se desvaneció.

—Considerando que acaban de humillarme frente a toda la escuela, ya estoy bien —recalcó, siendo sarcástica—. Pero supongo que es lo que me busco por tener la tonta idea de regresar a la Isla.

—¿Cómo te atreves a culparte? —le reclamó, tomándole la otra mano y mirándola directo a sus ojos verde traslúcido—. M, regresaste porque estabas cansada de pretender ser una persona diferente y todo por alguien que no aprecia lo que en verdad eres. Yo también hubiera huido.

 —¿En serio? —contestó mientras se acercaba para abrazarla, descansando su cabeza en su hombro. Estaba feliz de que por fin alguien la comprendiera—. Te lo agradezco.  

 —No te preocupes Mal —le susurró Evie al oído—. Algún día encontrarás a alguien que te ame por lo que eres.

—Gracias Evs, eso espero.

—Mal, necesito que me escuches —comenzó después de un corto silencio, separándose de ella y estrechando sus manos—.  No necesitas teñirte el cabello de rubio, ni usar vestidos si no es lo tuyo. Quiero que sigas dibujando. No permitiré que nadie, ni siquiera el Rey de Auradon, te diga que es un pasatiempo inútil. Tienes demasiado talento  —la halagó—. Y también quiero que les sigas metiendo el pie a adultos para que se estrellen contra el suelo.

Mal sonrió al recordar los viejos tiempos, cuando ver caer a los profesores era su hobby más entretenido del día. 

—Para mi eres increíble tal y como eres, y no dejaré que ningún chico haga que lo dudes, mereces más que eso. No necesitas ser perfecta, sólo necesitas ser tú.  

Estaban en medio del agua, sin nadie que las pudiera interrumpir o molestar. Mal en algún punto había dejado de mirar a los ojos a Evie para concentrarse en sus labios color rojo manzana. Sin saber por qué, algo le llamaba la atención de ellos: de pronto le parecían lindos.

Después de algunos segundos de intercambiar miradas y debido a que Evie no mostraba resistencia alguna, por fin sucedió. Sus labios se aferraron entre sí, logrando sentirse con detalle una a la otra: su respiración, sus labios y latidos del corazón; encontrando por fin tranquilidad y olvidando todo lo ocurrido los últimos dos días. 

Por desgracia, el peso de ambas se acumuló en el lado derecho; provocando que el bote se volteara cuando el beso comenzaba a intensificarse. Cayeron al agua emitiendo gritos de niñitas en apuros.

El hechizo que Uma le había puesto a Ben tendría que desvanecerse algún día, lástima que cuando lo hiciera Mal ya habría encontrado un amor más sincero y real que el suyo.



Sin saber por qué te mueres por tratar de darle un beso ya 

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¿Quién necesita un príncipe? | Mevie One-Shots (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora