Puede besar a la novia 3/3

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Mal no lo pensó más y después de un violento movimiento de muñeca despidió la potente magia de la varita, posando su mirada en uno de los mosaicos. Le fue imposible mirar, pues indirectamente sentía que acabaría con la vida de su novia.

Una calígine emanó del suelo justo donde se encontraba Maléfica, después de un estruendo que casi asesinaba los tímpanos de los invitados y que por poco hacía trizas los elegantes y costosos ventanales. 

Mal no sabía que esperar. Su madre no le había dado una respuesta clara sobre dónde Evie podría estar —o si en realidad estaba bien—, pues la metáfora de su padre no estaba clara: Maléfica se rehusaba a hablar de su ex-pareja. Mal siempre creyó que el cuervo que la acompañaba hasta para ir al baño tenía que ver con él, pero jamás estuvo 100% segura. En simples palabras, tal vez Evie sería un cuervo por siempre, y eso pensando positivamente.

Cuando la nube de bruma se desvaneció y Mal dejó de estrujar sus ojos para abrirlos, una de sus pesadillas se hacía realidad frente a sus ojos: el cuerpo de Evie estaba en el suelo, sin signos de responder. La gente dio un grito ahogado, tragándose sus emociones.

Los más entrometidos de Auradon (Chad y Audrey, siendo esta última obligada a acompañarlo) fueron los primeros en querer informarse sobre lo que ocurría, sin intenciones de ayudar. Por suerte, el  Rey y otros amigos bloquearon el paso  antes de que pudieran acercarse.

 —Evie... —murmuró la peli-morada en hilo de voz. Se dirigió hacia ella, caminando cada vez más despacio y débilmente. Sentía una gota de sudor resbalar por su sien y múltiples espasmos estremecedores.

Si sus iris seguían verdes, ya no habría otra manera de ganar. Ni siquiera se atrevía a pensar  qué pasaría si no se abrieran.

Mal se hincó, posando una mano en el hombro de la chica inconsciente. Su corazón sobresaltó tanto como ella cuando Evie se movió y abrió sus ojos: tan oscuros como el café y a la vez tan color ámbar como debían estar.

—¿Mal? 

—Evie, estás bien  —respondió la hija de Maléfica agachándose para darle un abrazo, librándose de toda preocupación.

—¿Qué pasó? —preguntó la peli-azul, agarrándose la parte baja de su cabeza y sentándose en las impecables baldosas del suelo.

—¿No recuerdas? —interrogó, frunciendo un ceño—. Mi madre apareció y...

—¿Tu madre?  ¿Vino a la boda?

—Sí, tampoco lo esperaba, créeme. Pero ya se fue, no creo que nos moleste nunca más.

Evie miró las caras de espanto de las personas, no entendiendo lo sucedido.

—¿Me caí o algo así? —cuestionó, sintiendo un líquido escurrir por su frente y limpiándolo con su mano. Se había dado un duro golpe al desplomarse contra el piso—.  ¿Me pegué en la cabeza? 

—Nn-Sí —la convenció, sin mencionar la verdad y así no dejarla con un trauma psicológico de por vida—. Te dije que no trajeras esas zapatillas.

Evie apartó un poco su vestido largo, observando sus zapatos con tacón no-tan-pronunciado. Eran incluso más pequeños que los que solía usar a diario, así que seguía sin entender cómo había podido ser tan torpe justo en ese día tan especial para ambas.

—¿Qué es lo último que recuerdas?

—Acabábamos de decir los votos y luego...

«Sabía que eras tú». Susurró la descendiente de Maléfica, sin intención de ser escuchada. 

—¡Yo me encargo de eso! —interrumpió el Hada Madrina, recogiendo su varita mágica del suelo y acercándose a ellas, quienes seguían en el piso—. Debo terminar esta ceremonia aunque sea lo último que haga —dijo aclarándose la voz—.  Por el poder que me otorga Auradon y sus Reyes, proclamo este matrimonio oficial, y ahora sí. Puede besar a la novia.

Ambas redujeron el espacio entre las dos, con los nervios tan reales y a flor de piel como si fueran a darse el primer beso en su vida. Esta vez hubo aplausos por parte de los presentes y unas cuantas lágrimas derramadas también, cortesía de Carlos y Jay. Ambos habían apostado el no llorar, pero ahora Carlos le debía a Jay un gorro nuevo y Jay tendría que comprarle una cama nueva a Chico; porque juraban que podrían inundar el salón tal como Alicia cuando había crecido por comerse el pastelillo y sus lágrimas eran enormes masas de agua. No pudieron evitarlo, pues estaban demasiado orgullosos y felices por ambas.

—Espera —interrumpió Mal, alejándose unos centímetros—, no eres mi madre, ¿cierto?

 —M, ¿qué clase de pregunta es esa?

—Olvídalo. 

Mal sonrió, para después enlazar sus labios con los de su ahora esposa. Estaban ansiosas por demostrarse el infinito cariño y amor que se tenían entre sí. Día a día, hasta que la muerte las separara.



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¡Hola! Si llegaste hasta aquí, muchas gracias por leer, votar y comentar :) La segunda parte con más One-Shots esá publicada en mi perfil. Se llama Princesa y villana | Mevie One-Shots (2)

¿Quién necesita un príncipe? | Mevie One-Shots (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora