Mezcla de galletas 3/3

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Mal buscó a Evie en todos lados, desde el lugar más obvio como su habitación hasta el sitio más inusual: la lavandería, donde no encontró más que algunos animales parlantes ayudando a doblar la ropa. Al no obtener resultados, se dirigió rendida al campo de Tourney, para presenciar el juego de sus amigos. Por suerte Evie estaba en uno de los peldaños, esperando a que el partido iniciara.

—Hola  —saludó, subiendo uno a uno los escalones de las gradas hasta llegar con ella, dando codazos a las personas que no la dejaban pasar—. ¡Hola!  —persistió, sacudiendo su mano en la cara de Evie.

—Vi el antídoto en mi mesa de noche esta mañana.

—¿Lo tomaste? —cuestionó, tratando de que escupiera la verdad.

 —Sí, ya no tienes que alejarme de ti. No tenías que gritar a medio de la noche, te hubiera entendido perfectamente si lo hubieras dicho en voz baja —dijo, fijando su mirada en todo menos en la persona con la que estaba hablando.

—¡Relájate! —recomendó la descendiente de Maléfica, acompañada de una risa nerviosa—. No es como que alguien me escuchó.

—La hija del Hada Madrina fue a consolarme en clase.

Mal dio una risa ahogada, tratando de ocultarla con su puño. Le causaba bastante gracia imaginar a una niña tan tierna ayudando a una de las más temibles  villanas. Recobró la compostura en cuando notó que Evie hablaba en serio.

—Evie, no quiero darle más vueltas a esto. ¿En verdad estabas hipnotizada? Las galletas no tenían magia. 

—Pues ahí está tu respuesta —afirmó cruzándose de brazos, concentrada en las porristas de Auradon que hacían sus acrobacias tras la cancha.

—¿Y lo dices así, como así?

—Mal, ¿qué más da?

—Bueno, no sé. Es que si creo que eres bonita, ¡eres muy linda! Pero no-de-esa manera. Y eres inteligente, ¡me refiero a que lo de la lágrima fue brillante! Yo... No sé, el beso de ayer... Me gustó.

Los ojos de Evie brillaron, despidiendo un destello.

—¿De verdad?

Mal asintió curvando sus labios hacia la derecha, dejando ver solo uno de sus hoyuelos.

—Sí, pero creo que no lo quisiera hacer de nuevo  —mintió, inclinándose hacia atrás para evitar el beso que se aproximaba entre las dos, notando cómo algunas personas del estadio las observaban.

—¡Mal! Actúas como si enamorarte fuera el delito más grave que existe. 

—En la Isla sí lo es, es asqueroso.

Evie se atrevió finalmente a mirarla a los ojos verdes por unos segundos, con incredulidad. Negó con la cabeza, sin decir nada todavía.

—Pues regresa a la Isla entonces.

La peli-azul bajó velozmente los escalones, buscando un espacio solitario entre cientos de personas. Mal lo notó, y se deslizó entre las gradas para acortar camino y llegar hasta ella.

—Mal, ¿podrías dejar de seguirme? Ahora soy yo la que no quiere verte.

—Ya no lo harás porque ''regresaré a la Isla''. Vamos E, sé que no quisiste decir eso.

 —¡Claro que sí! M, vives en una burbuja creyendo que eres la chica más perversa de aquí cuando lo único que haces es lastimar a las personas —declaró la hija de Grimhilde, elevando el tono de voz gracias al tumulto y desorden de los espectadores del juego.

—¡Somos malvados, ese es el punto!

—Pues increíble, porque acabas de hacerlo conmigo.

La hija de la Reina Malvada trató de irse una vez más, maldiciendo la terquedad de Mal en su cabeza.

—¿Sabes por qué no quiero que me beses?  —exclamó, esperando que la lograra escuchar por la contaminación auditiva—. Evie,  ¡tú siempre me traías babeando en la Isla!

—¿Qué?

—Nunca me prestaste atención, sólo ibas tras esos chicos que lo único que querían era pasar un rato contigo. ¡Ni siquiera te querían, sólo querían bajarse la calentura! ¡Era horrible escuchar todas tus aventuras con esos villanos!  —voceó más fuerte, debido al alboroto—. ¡Cuando creí que ya te había superado llegas y haces eso! ¿Quién te crees para hacerlo? ¡No es justo esconder esto y que tú llegues y me hagas decir todo!

—¿ENTONCES YO TE GUSTO?

—¿ENTONCES SÍ TE GUSTO?

—¿SI TE DI UN BESO SIN MAGIA TÚ QUE CREES?  —chilló Evie, sintiendo perfectamente que gracias a la fuerza del grito se quedaría afónica el próximo par de días.

Ambas se miraron riendo algunos momentos más, por la rapidez en que se había arreglado el conflicto. Su sangre de la Isla seguía en sus venas, y la forma más efectiva de resolver problemas en ese lugar era a gritos o a golpes  —en este caso, gritos—.  Mal atrajo a Evie hacia ella, sintiéndose por fin feliz y libre de sentir lo que sea que su corazón ordenaba; pues ya no sentía la necesidad de reprimir sus sentimientos. En cuanto sus labios se juntaron en un beso dulce y cálido, se pudo escuchar una gran celebración del público, gracias a que Jay había hecho una anotación. Para ambas, fue como si los aplausos fueran dedicados para ellas.



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¿Quién necesita un príncipe? | Mevie One-Shots (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora