Mezcla de galletas 1/3

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Situado en Descendientes 


—¿Sus papás nunca les prepararon galletas con chispas de chocolate? —preguntó Lonnie, mientras esparcía dichos dulces en la mezcla de galletas—. Como cuando te sientes triste y están bien calientes, con un enorme vaso de leche y ella te hace reír y todo cobra una nueva dimensión... ¿Por qué están mirándome así? —terminó con una expresión de desconcierto cuando notó las extrañas reacciones de los cuatro chicos.

 —Nuestra vida es diferente —anunció Mal con frialdad, mientras seguía batiendo.

 —Sí, ¡lo sé!  Yo pensé que hasta los villanos amaban a sus hijos —respondió la hija de Mulán, simulando reír. Al percibir la incomodidad, una lágrima cayó a su mejilla: no podía imaginar pasar una niñez tan dura como la de ellos—. Eso es horrible.

Lonnie posó su mano sobre la de Mal para consolarla. La peli-morada se sintió extraña, pues era un gesto que nadie había hecho antes con ella. Al levantar la mirada, se dio cuenta que el ingrediente faltante para su hechizo estaba frente a ella.

 —¡Sí! Bueno, muy horrible pero debemos llevar esto al horno, así que... ¡Gracias por venir a vernos! ¡Que tengas una linda noche, te veré mañana! ¡Sueña mucho! —enunció Mal corriéndola de la cocina después de haberle robado la lágrima de tristeza y ponerla en la mezcla.

—Buenas noches —se despidió la asiática.

—Buenas noches, hasta mañana —finalizó Mal, con un tono más agudo en su voz notoriamente falso. Esperó a que se fuera, parándose de puntillas para lograr ver por la ventana de la puerta—. ¡Por fin! Jay, prepara el horno.

—¿Creen que funcione? — se cuestionó Carlos.

—¡Claro que funcionará! Es el libro de mi madre, ¿recuerdas?

—Sí, pero no se ha usado en los últimos veinte años —opinó el hijo de Jafar, mientras ajustaba la perilla de la estufa a 180 grados.

—La magia es atemporal.

—Intemporal —corrigió Evie.

—Como sea. Chicos, no tienen de qué preocuparse, estoy segura de que... —paró Mal, al sentir los tres pares de ojos en ella—. Estoy casi segura de que... ¡Agh! Ustedes ganan. No sé si esto sirva.

—Tal vez deberías probarla antes de darle las galletas a Ben —sugirió DeVil.

—¿¡Yo?! Já, estás loco si crees que me arriesgaría a envenenarme. Además yo soy Mal, yo no siento nada. Nunca me enamoro, ni siquiera con hechizos —aseguró, con una mirada intimidante—.  Y si lo hiciera, no habría de quién.

Jay se aclaró la garganta en un intento de llamar la atención.

—¿Tú quieres probarla? —cuestionó Evie, no entendiendo la indirecta.

Mal se quedó con la mirada fija a una esquina, sintiendo el foco de su cabeza encenderse al escuchar la voz de la hija de la Reina Malvada. Su amiga sería un perfecto conejillo de indias.

—¡Evie! Tú, pruébala —indicó, sumergiendo su índice en el bowl y poniéndolo frente a la peli-azul.

—¿Por qué yo?

—Tú eres la más debil, eres la que más fácil podría enamorarse de nosotros. Sin ti no podríamos comprobar la receta —dijo, sonriéndole —. Anda, pruébalo.

—¿Gracias? —dudó del cumplido mientras se acercaba a succionar la mezcla su dedo.

Carlos, Jay y Mal la miraron con atención, esperando señales de efectividad.

—Hey, Lonnie tenía razón. Las galletas quedarán deliciosas —habló Evie.

—¿Cómo te sientes? —interrogó Jay.

—Bien, creo.

—¿Solo bien? —se aseguró el hijo de Cruella.

—¡No puede ser! ¡Necesitamos conseguir esa varita! —Gritó la hija de Maléfica, frustrada y colocándose frente a la chica de cabellos azules, tomándola de los hombros con las dos manos—. Evie, mírame a los ojos. ¿No te sientes diferente?

Evie la miró un par de segundos sin decir palabra, hasta que un impulso la hizo acercarse y unir sus labios con los de Mal, dejándola helada. Luego de unos instantes ella se separó, algo apenada por lo que acababa de pasar. Carlos y Jay presenciaron esa extraña escena con la boca abierta.

Oooookey, creo que eso responde a mi pregunta —comentó Mal después de un silencio, un poco atontada—. Ustedes horneen las galletas, ¿de acuerdo? Yo tengo que irme, mañana me levantaré temprano para preparar el contra-hechizo. No dejen que Evie hable con alguna otra persona —indicó caminando hacia la puerta.

—¡Mal!

—Terminen las galletas  —exigió por última vez antes de marcharse.



  ♕  



Mal había dado más de veinte vueltas en la cama intentando encontrar la posición correcta para dormir, aunque en realidad su cabeza era la que giraba y no podía detenerse. Había besado a chicos anteriormente en la Isla en las fiestas nocturnas, besos más largos y asquerosos, aunque sin significado alguno. Simplemente eran lenguas peleando sin dirección fija con algún extra de manoseo y toqueteo, nada serio y sin cariño de por medio.

Logró notar cómo la puerta de su habitación se abría lentamente y cómo una sombra lograba verse en el suelo debido a las luces del corredor. Un asesino serial o incluso su propia madre la hubieran puesto menos nerviosa que la persona quien entró.



¿Qué podía darle más miedo que la persona que la había hecho sentir algo por primera vez?

¿Quién necesita un príncipe? | Mevie One-Shots (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora