—¿No sería extraño besar a tu madre? —interrogó Evie, con una sonrisa que revelaba todo menos felicidad. Era macabra, sucia y tétrica. Sus ojos color almendra se transformaron una vez más en verde radioactivo por unos instantes.
—¿Ma-dre?
Mal soltó sus manos tan rápido como si sostuviera algo que abrasaba su piel. Dio un paso atrás, sintiendo su corazón frenar por una fracción de segundo. Cada vez le era más difícil inhalar, pues una intensa presión en el pecho se lo impedía.
Todo el salón estaba perplejo y a punto sufrir un desmayo, tratando de protegerse bajo los asientos o cualquier mueble disponible mientras sus gritos retumbaban en los vitrales. Maléfica odiaba las fiestas, y no perdería la oportunidad de arruinar la más importante celebración de su hija. Después de todo, la había desobedecido más de una vez, y el resentimiento por haberla dejado a mitad de la nada como un reptil aún no desaparecía.
—Tardaste bastante en adivinarlo, cariño —habló Maléfica, bajando del altar y caminando de un lado a otro con su clásica risa burlona. Escucharlo con el tono de voz de Evie lo hacía todo más lúgubre, logrando que Mal enfureciera—. Cuando dijiste que querías enamorarte y esas tonterías, no creí que cayeras tan bajo. ¿La hija de Grimhilde? ¿En serio?
—¿Por-qué-estás-haciendo-esto?
—Quería sorprenderte en el día de tu boda —mencionó sarcásticamente—. Y lo logré, ¿no es cierto? Aunque hubiera preferido usar otro disfraz —se burló, tomando la tela del vestido.
—¿Dónde está Evie?
—¿Acaso la necesitas? —carcajeó su madre, quien seguía teniendo el aspecto de la peli-azul—. Hay mejores formas de perder el tiempo, Mal.
—¿Dónde-está? —persistió, sintiendo que su barbilla comenzaba a temblar. La furia y el pánico la estaban consumiendo, pero necesitaba ser valiente o su madre se aprovecharía de sus debilidades. Jay y Carlos se colocaron a sus costados, protegiéndola de cualquier ataque.
—Mal, Mal, Mal. ¿Cuándo vas a entender?
—Más te vale que esté bien —amenazó Mal, luchando para que sus ojos no se llenaran de lágrimas.
—Sí, está ''bien'' —enfatizó Maléfica haciendo comillas con sus dedos—. Tan bien como tu padre.
Mal sintió que su sangre hervía y le quemaba las venas. Tenía una mezcla de sensaciones nada agradables: amargura, tristeza y rabia, sintiéndose capaz de ejecutar hasta la más cruel venganza contra su familiar. Sus ojos comenzaron a brillar y su pecho a subir y bajar, lista para convertirse en dragón. Sus dos amigos se apartaron en seguida para dejarla hacer su trabajo.
—M, ¡detente! —suplicó la voz de Evie con un tono distinto, una expresión de preocupación—. Sigo siendo yo, Evie. Por favor.
La voz desconcentró a la hija de Maléfica, apagando la luz verde de sus ojos.
—¡Mal! ¡Hazlo! —aconsejó Jay, elevando la voz—. ¡Ella no es Evie, no dejes que te engañe!
—¡Mal!
La novia de cabello púrpura giró su cabeza para encontrarse al Hada Madrina acercándose a ella y ofreciendo su varita. Toda la magia que había heredado de su madre integrándose con los poderes del con el arma más poderosa de Auradon sería lo suficiente para destruir cualquier hechizo y lo único necesario para hacer desaparecer a alguien del mapa para siempre.
Aunque todos estaban esperando que Mal acabara de una vez, algo no cuadraba para ella: todas esas palabras de amor que había vocalizado Evie en los votos no lo pudría haber dicho nadie más que su novia: eran versos puros, limpios. Además, Maléfica no podría decir nada cursi sin vomitar.
—¡HAZLO! —ordenó Bestia, desde el lugar donde se encontraba.
Mal tomó aire, apuntando con la varita mágica a Evie, esperando no equivocarse.
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¿Quién necesita un príncipe? | Mevie One-Shots (1)
FanfictionLas amistades tan íntimas e incondicionales a veces ocultan más de lo que se cree.