Capítulo 15.- Xóchitl de Flor, la Guerrera del Viento

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Erase una vez, una hermosa joven que suspiraba por la decepción. Había esperado tanto tiempo convertirse en una Santa, en un Caballero femenino. Ahora se sentía decepcionada. No había forma de cumplir esa misión, sobre todo de noche. Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, el sol, el viento, finalmente descendió a la Tierra después de cientos de años... tal vez podría encontrarlo en su templo durante el día; pero ¿De noche? Y aunque lo escuchara, nunca se mostraba frente a los mortales. ¿Cómo conseguiría una pluma? ¿Un pedazo de un dios sin morir en el intento?

Estaba realmente triste. Empezó a caminar por el bosque cabizbaja y sin ganas de vivir. Ahora la luna y las estrellas que brillaban en el cielo no le llamaban la atención. Entonces empezó a sentir coraje, había estado tan cerca... Aquella joven se llamaba Xóchitl, y es la portadora de la armadura azteca de la Flor, una flor que encaja perfectamente con su nombre.

 Aquella joven se llamaba Xóchitl, y es la portadora de la armadura azteca de la Flor, una flor que encaja perfectamente con su nombre

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Xóchitl: Una pluma... de un dios... ¡De Quetzalcóatl!, el viento... ¡SI! ¡El Viento! El viento también sopla de noche, ¿No? Así que tal vez tuviera una oportunidad...

Corrió tan rápido como pudo. Si habría de encontrar a Quetzalcóatl de noche, sería como el dios del viento, y el sabía de un lugar donde los vientos corrían muy fuerte día y noche. Tal vez ahí lo podría encontrar. Pero tendría que darse prisa, este lugar era un desfiladero en las montañas, le llevaría una buena parte de la noche el subir hasta allá.

Cuando llegó a la base de las montañas miró hacia arriba. Afortunadamente la luna llena le permitiría ver donde pisar, bueno casi, como se dio cuenta a la mitad de la escalada. Su pié resbaló y empezó a caer. Miró hacia abajo tratando de encontrar algo en que sujetarse. Lo único que pudo encontrar fue un pequeño arbusto pero se estiró para alcanzarlo. Lo logró y se sujetó a él con todas sus fuerzas. Por fin dejó de caer. Respiró profundamente y trató de calmarse. Se había raspado las manos y las rodillas, pero en ese momento no lo sintió y empezó a escalar de nuevo. No tenía tiempo que perder.

Por fin llegó a la cima, se sentía cansado pero aún tenía que continuar. Caminó hasta llegar a la orilla del precipicio que era la cara de un ancho y muy profundo cañón que cortaba las montañas en esa parte y que desaparecía en la distancia. Aún a varios metros de distancia se podían sentir los fuertes vientos que soplaban desde el fondo del cañón. Se acerco con cuidado y se asomó. La luz de la luna no eran suficientes para ver demasiado, parecía que el cañón no tuviera fondo y los vientos eran tan fuertes que la empujaban hacia atrás.

Xóchitl: (pensativa) Si Quetzalcóatl no está aquí, entonces no sé donde... 

Pero inmediatamente, sus pensamientos fueron interrumpidos.

Malinche: ¡No lo encontrarás aquí!

Xóchitl: (sorprendida) ¡¿Que... quién eres tu?!

Xóchitl se volvió con sorpresa, ya que no había sentido la presencia de nadie cuando llegó ahí.

Malinche: ¿Sorprendida? un verdadero guerrero siempre debe estar alerta.

Los Caballeros del Zodiaco: La Saga de QuetzalcóatlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora