Capítulo 26.- Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada

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 La batalla entre los Caballeros de Athena y Quetzalcóatl ha dado inicio. Mientras los Guerreros Aztecas, leales a Quetzalcóatl, prefirieron mantenerse al márgen; los otros Caballeros de Athena se encargaron de defender a Athena a toda costa. Ikki miraba aquellos penetrantes ojos de aquel Dios que inspiraban temor, sin embargo se puso de pie y elevó su cosmos.

Quetzalcóatl: ¿Aun te me opones, Santo de Athena?

Ikki: ¡Por supuesto! (comienza a envolverse en fuego) ¡La única manera que tengo de atravesar esa barrera, es lanzarme a mí mismo contra ella! 

Quetzalcóatl comienza a ver el mítico fénix dibujándose como un aura alrededor de Ikki.  

Quetzalcóatl: Es inútil. Solo lograrás desintegrarte en la barrera, detente, no deseo manchar de sangre este lugar sagrado. Mi única misión es defender a este Mundo y purificarlo.

Saori: ¡Ikki, por favor detente! ¡Lo único que estás haciendo es que Quetzalcóatl rompa con el acuerdo que hemos hecho! 

Pero Ikki no obedeció a ambos Dioses y se lanzó contra Quetzalcóatl, pareciera que un ave fénix volaba al ras de la superficie contra Quetzalcóatl. El choque llegó, el ave se detuvo ante la barrera luchando contra ella. Entre el fuego de la mítica ave estaba el rostro de Ikki mirando desafiantemente al dios.

La mirada del dios era de severa desaprobación hacia Ikki, pero cedió a furia cuando un haz del ataque de Ikki atravesó la barrera, cortando superficialmente la mejilla de Quetzalcóatl. El dios no habló pero creó un viento huracanado mandando a volar al fénix, que desaparecía revelando el cuerpo de Ikki, quien cayó de pie pero un segundo viento huracanado lo alcanzo, Ikki se cubrió con sus brazos, pero aun así recibió varias heridas como cortes.

El violento viento cesó, mientras Ikki observaba como Quetzalcóatl se pasaba un dedo sobre su herida y después observaba fijamente esa mancha de sangre divina que Ikki había derramado.

Quetzalcóatl: ¡MALINCHE!

El Dios gritó y como si se tratase de una orden, un enorme torbellino descendió del cielo, pero desafiando a la física este se movía como una serpiente y pronto rodeo al dios. Lentamente la polvareda que llevaba al remolino desapareció, revelando a una hermosa mujer que tenía unas escamas sobresalientes y alargadas como pluma pero a simple vista parecían cada una, piezas de una imponente armadura.

Quetzalcóatl: (con más calma) Ella es Malinche, una de las sirvientes más leales a los Dioses de México. Ella representa a una nueva generación de dioses, después de que los hombres desaparezcan, los dioses habitarán la tierra nuevamente.

Pero a pesar de haber escuchado atentamente al Dios, Ikki aparentaba no prestarle atención, y se volvió a cubrir en fuego, se alistaba para envestirse nuevamente contra el Dios. La poderosa mujer mira con sus penetrantes ojos a Ikki como expectante. El ave de fuego que envolvía a Ikki se lanzó nuevamente contra el Dios

Quetzalcóatl: ¡Mátalo!

Malinche: ¡Como usted ordene, Señor!

Malinche se lanzo velozmente en contra de Ikki, y con su Danza de la Lanza, dejó a Ikki a la deriva. Ikki ya se esperaba que la mujer lo atacara, pero aun así no pudo hacer nada en contra de ella, era más veloz de lo que pudiera Ikki haber imaginado.

La lanza en forma de diamante, choco contra el peto de la armadura y apresando con la fuerza del impacto a Ikki, Malinche se envistió contra el suelo, Impactándose violentamente, dejando a Ikki entre su nariz y el duro pavimento. Después se retiro y volvió lentamente al lado del Dios. La armadura del Fénix estaba destrozada, y gracias a ello, Ikki había sobrevivido.

Ikki: (poniéndose de pie) ¡Maldición! (eleva nuevamente su cosmos)

Quetzalcóatl: ¿Aun te pones de pie? (se acerca hacia Ikki) ¿Por qué lo haces?

Ante la pregunta varias imágenes pasaron en un segundo en la mente de Ikki, estaba Shun y Esmeralda, pronto sus camaradas de bronce, el sacrificio de los caballeros dorados. 

Los Caballeros del Zodiaco: La Saga de QuetzalcóatlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora