¿QUIERES UN CIGARRILLO?

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Regresó a casa, pensando en lo que había pasado. Las imágenes del pasado se proyectan en mi mente, su nombre esta marcado en mi piel como un tatuaje, su voz esta grabada en mi mente como una canción popular de la radio, sus ojos están clavados en los míos, lo siento, siento que me esta viendo ahora mismo, que me observa, que mira como me estoy volviendo loca para su deleite y disfrute, el me quiere ver como le doy vueltas a mi cabeza por algo que ya está hecho, ya que el esta muerto. Estoy en el asiento de atrás del carro, volviéndome loca por algo que era claro, o no. Un timbre suena del celular de mi mamá, es un mensaje. Lo lee y habla.

- Encontraron a un familiar – dijo aliviada aquella mujer – es su hermano, mañana le darán luto.

- Me alegro – expresó mi madre sin ganas – Diana. – me llama, miro el retrovisor - ¿te acostaste con él? – dice casi regañándome.

- No digas eso – contradijo mi mamá – no ves que está afectada.

- Se me hace raro que te sientas tan mal por un chico que apenas conociste ayer. – dijo mi madre – dime la verdad.

- Basta – dice mi mamá.

- Diana – volvió a decir aquella mujer enojada – ¡dime la verdad!

- ¡Si! – grité, el ambiente se congelo – lo hice.

- Eres una estúpida – dijo mi madre - ¿al menos tuviste la delicadeza de protegerte?

- Claro que lo hice, no soy tonta – llegamos a casa, termine con mi argumento.

- Esta castigada – dice mi madre enojada, se baja del auto con violencia.

**

Miro al techo, mañana será su velorio. Giro la cabeza para ver mi lado derecho, lo veo, sus ojos cafés haciéndome estremecer, nos quedamos viendo por un momento, un mensaje hace que cierre los ojos y los vuelva a abrir, tomo mi teléfono, leo un mensaje de un número desconocido.

"Si apareces en el velorio, te mató" ¿Qué?

Ignoro el mensaje, no importa que pase, yo estaré allí.

**

Bajo las escaleras, son las 6 de la tarde, dispuesta de ir. Estoy vestida de negro, lista. Miro a mi madre en la puerta principal.

- Te recuerdo que estas castigada – dijo obstruyendo mi paso.

- Tengo que ir a verlo – respondí.

- No, estas castigada – volvió a decir.

- Déjala – dijo mi mamá. – yo le doy permiso – llego ella, la quito y abrió la puerta.

- Gracias – me salí.

**

Veo a las personas que están en aquel cementerio, todas sentadas en sillas de color negro, llorando, un padre dando un evangelio acerca de la muerte, veo a lo lejos su ataúd a punto de meterlo hasta el fondo de aquel hoyo, me siento frustrada, rara, extraña, una sensación de estupidez invade mi cuerpo, esto es arriesgado, el mensaje de anoche era una advertencia, pero yo de estúpida vine, pero le doy gracias de una u otra manera de despedirme de él. Cierro los ojos. Lo vuelvo a sentir, sus labios sobre los míos, su risa, sus chistes malos, la manera en como me elogiaba, lo sentía vivo, la manera como llego a mi vida fue un tanto extraña pero tengo que aceptar de que eso fue bueno para mí, tuve sus últimos pensamientos de vida, sus últimos momentos de ser quien realmente era conmigo, a mi lado, no se porque se quiso ahorcar, no entiendo el motivo y la razón de por qué se suicidó, no entiendo, yo pude ser ese motivo y no lo fui porque no me dio la oportunidad de mostrarle lo grande que puede ser, con mi ayuda y un poco de su esfuerzo, solo necesitaba lo hermoso que es vivir que es sentir las alegrías de ser parte de la vida...

RUBÉNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora