"PERDÓNAME, DIANA"

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— ¿Cómo te hace sentir eso? – preguntaba la mujer mayor al otro lado del cuarto de hospital mientras anotaba en su libreta pequeña.

— No lo sé – confesé – jamás creí que llegaría a este extremo.

— ¿Vas a seguir luchando por Rubén? – la pregunta era la más difícil que me han hecho en toda mi vida, luchar por una persona que no vale la pena me hace sentir inferior, pequeña, vacía, entraba en un espacio infinito, negro y obscuro. Luchar por una persona que me mintió, aunque claro, todo inicio con una mentira, pero no moverme más, hará que el asesino salga con la suya. Claro si lo hay. Por otro lado, si hago algo, ya no tendré esas pesadillas que quitan el sueño a cualquiera.

— No lo sé – seguí con mi ignorancia a cubierto.

— Bueno, entiendo que sigas confundida con el asunto de Rubén. Te hace sentir rota, ¿no es así?

— Rota no sería el sentimiento que yo pensaría adquirir, mas bien, traicionada. – termine la frase con un suspiro ahogado.

— Lo amas ¿verdad?

— Como nunca... - nos quedamos calladas.

— ¿Luchas por su amor o por ti?

— Lo ignoro – respondí tratando de ser sincera. – A veces pienso que tengo el síndrome de Estocolmo.

— ¿Cómo?

— Si, amar a algo que me hace daño. Como Van Gogh, ¿lo conoce?

— Claro, es un pintor.

— Si... bueno el tenía una profunda depresión además porque su autoestima no era la mas elevada que digamos. Él pensaba que, al comer pintura amarilla, ya que es un color radiante, sería feliz.

— ¿Te sientes como él?

— Si, pienso que aferrarme a un recuerdo, que el que tengo por Rubén... me hará feliz y dará las alas que necesito para volar, para seguir o si en realidad es él. – Escribía en su libreta para luego sonreírme.

— Ahora, ¿qué es lo que harás? – tomé unos segundos antes de atacar con una respuesta.

— Luchar...

***

Otra vez, en el bosque. Parecía esto ser un tipo de maldición, como si se burlaban de mí, de la locura que poseía mi mente... en eso, sale un hombre con un traje muy elegante con un sombrero sobre su cabeza dándome la espalda, acariciaba con compasión a los tres lobos que parecían estar felices ante la presencia de aquel extraño varón, sacaban sus lenguas y movían sus rabos como cachorros.

Los lobos me ven, huyen. El hombre lentamente gira para poder verme, sus pies giran en la nieve espesa, lo veo de pies a cabeza, cuando de repente, sin esperar. Aparece frente mío, su rostro era blanco, sus ojos rojos como el infierno, una larga nariz y una sonrisa desnuda enfermiza.

— ¿Te enfrentaste a un horrible destino? – decía con una voz grave.

**

Desperté con un grito que hacía doler mi garganta, podía ver a mis madres asustándose de mi reacción, estaba espantada. Traté de tranquilizarme, tenía hiperventilación, no podía ni con mi alma. Estaba desecha. Mis lagrimas hacían mis mejillas empaparse, mis ojos ardían como el quinto infierno, sentía como me ahogaba en mi sufrir.

— Hija tranquila – mi mamá me abrazo, sentía sus brazos calurosos, me sentía como una niña pequeña teniendo una pesadilla y ver como su madre va y la consuela.

— Ya estoy mejor – respiraba con dificultad, en eso la puerta se abre y veo al famoso agente de policía.

— Buenos días – dijo Brown mientras veía mi estado de salud.

— Buenos días – respondí.

— Lamento lo que está pasando, pero necesitamos hablar – miró fijamente a mis madres y ambas captaron el mensaje.

— Estaremos afuera – decía mi mamá, caminaron hacia la salida. Trataba de respirar tranquilamente para poder escuchar al oficial.

— ¿De que quiere hablar conmigo, oficial? – pregunte.

— Creo que ya te enteraste sobre la solicitud de exhumación. – Asentí. – Tuve un pequeño enfrentamiento con el señor Taylor, el hermano de Rubén.

— Lo sé. – Me miró impresionado. – Estoy adelantada de noticias.

— Bien, pero la solicitud ha sido aceptada. – Mi ceño se frunció.

— ¿Qué?

— Si, ha sido aceptada.

— ¿Por quién?

— No lo sé. El punto está es que hoy exhumaron el cuerpo... Diana.

— ¿Qué pasa? – estaba inquieta, la reacción de Brown me asustaba a niveles que no podía describir.

— Tenías razón... alguien pudo haberlo matado. – Cerré los ojos al analizar las palabras del agente. – Encontramos su hígado, estómago y cerebro, en los cuales tienen una ligera hinchazón.

— ¿Qué quiere decir?

— Alguien lo enveneno. – Lo miré fijamente a los ojos. – El veneno utilizado para matarlo es soluble. Al momento de que se le dio esto, se disolvió por todo su cuerpo sin dejar rastro alguno.

— ¿Son suficientes pruebas?

— Algo así. Verás, cuando sus órganos se hincharon fue casi al mismo tiempo que él se ahorco y, además, no encontramos el veneno, aunque buscamos venenos que se podían a ver utilizado.

— Eso es bueno, ¿no?

— Si, algo así. Diana, mi visita no es sólo de hablar sobre la posibilidad de que lo hayan matado.

— ¿Entonces?

— La única persona que fue vista por ultima vez hablando con Rubén, fuiste tú. – Abrí los ojos como plato, mi corazón freno. – Te pone a ti, como la principal sospechosa de la muerte de Rubén.

— ¡¿Qué?! – Reaccione ante el acuso en mi contra.

— Perdón, es la ley. Cuando te sientas mejor irás al centro policíaco para un interrogatorio ya que tu estado de salud no es el mejor en estos momentos, otra cosa, no puedes salir de la ciudad sin que la investigación se terminé. Ahora me retiro. – Caminó lentamente hacia la puerta y luego volteo hacia mí. – Perdóname, Diana.

RUBÉNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora