"TRUCOS CHUECOS"

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Lloraba mientras tocaba aquella caja de madera, miraba a la lejanía, recordaba todos los instantes que la pasé con mi pobre Zuri, vestía de negro mientras las lagrimas resbalaban y ensuciaban mi cara al igual que el piso, quería gritar del dolor que habitaba en mi alma, ya no podía hacer nada, todo lo había perdido. Abel se acerca a mí, me toma de los hombros y me quita del lugar a pequeños tirones.

— Vamos Diana – me decía dulce – van a enterrar a Zuri, despídete de ella.

— ¿Cómo quieres que me despida así de ella? – pregunté sabiendo que no iba a obtener una respuesta coherente – el maldito que la mató va a pagar cada segundo que ella sufrió, no me importa el precio. Quiero que cada momento de su existencia sufra, sin estar tras las rejas.

— Tranquila Diana – volvió hablar – ven ¿quieres que te lleve a casa?

— Si por favor – murmuré, le di un beso a la caja y me di media vuelta hacia Abel – vamos – me tomó del brazo y caminamos hacia la salida, nos encontramos a Brown, se me acerco lentamente y me dio una pequeña sonrisa.

— Diana – me llamó, mi rostro no expresaba nada - ¿Cómo estás? – dijo tratando de ser dulce, se sentía culpable, me solté de Abel y camine hacia el - ¿te puedo ayudar con algo? – respire hondo.

— ¿Ha escuchado la historia del rey y el vagabundo? – pregunté.

— No – contestó sincero.

— Era un vagabundo, que vivía en un barril. Un día, el rey se le acerco, miró al pobre mendigo y le pregunto: "¡Oh! Pobre, el día de hoy me siento un poco triste, así que pide lo que tu quieras, que yo te lo concederé". El vagabundo sólo se le quedo viendo un par de segundos y le respondió: "Mi alteza, lo único que quiero de usted. Es que se quite porque me tapa el sol" – el me miró impresionado.

— ¿Qué quieres decir? – preguntó el oficial.

— Quiero decir, que no necesito nada de usted. – contesté fría – Vámonos Abel – él se me acerca, me toma del brazo y me lleva hacia la salida, caminamos hacia su carro, me subo en el asiento del copiloto y él en la del piloto, enciende el coche y conduce.

— Diana – lo volteó a ver - ¿en serio quieres continuar con esto?

— ¿Por qué lo dices?

— Es peligroso – contestó – la manera tan extraña en que murió Zuri, no lo sé, no me da buena espina.

— ¿Piensas que me voy a morir? – vi como sus manos apretaban el volante - ¡oh! Ya entiendo... tienes miedo a morir – él no me contesto, pero se puso tenso – Abel, eres mi único aliado. No me puedes fallar y menos en estos momentos.

— Deberías decirle todo lo que sabes a la policía – sugirió.

— Claro que no, menos ahora que estamos tan cerca. La policía no hará nada si le ofrecen una buena cantidad, pero nosotros no. Te lo ruego Abel, no me puedes dejar, ahora ni nunca. – El pensó unos momentos, me quedé callada.

— Bien, te ayudaré – sonreí un poco - ¿Qué haremos ahora?

— Ayúdame a ver que hay en el USB, no he tenido tiempo para examinarlo.

— ¿Qué crees que pueda ver allí?

— No lo sé. Pero no me fío de los Lobos.

— Lo entiendo.

...

Ambos nos sentamos en la cocina, encendí mi computador, esperé unos minutos para que pudiera meter el USB a la computadora, la carpeta se abrió. Un mini anuncio apareció de golpe en la pantalla y coloqué la contraseña.

— ¿Estás lista? – asentí mientras el ambiente se congelaba. Di clic en "aceptar", vi imágenes con nombres de chicas.

— ¿Qué es esto? – abrí las imágenes y lo que vi me impacto.

— Son mujeres desnudas – decía Abel nervioso - ¡que digo mujeres! Son niñas de unos 13 o 14 años.

— ¿Por qué los Lobos tendrían esto? – le pregunté a Abel.

— Para venderlas y sacarles dinero... es una nueva forma de ganar dinero fácil. – lo volteó a ver lentamente – vendes fotos o vídeos a páginas pornográficas para tener dinero.

— ¿Para qué?

— Los instrumentos que estaban en el salón no son nada baratos. Son los más caros del mercado.

— Mi escuela es privada.

— Lo sé. Pero ponte a pensar ¿gastarías 15 mil en una guitarra para una escuela? – me puse a pensar un poco – es obvio que la banda le dio todo este dinero al director para que tocar en la escuela y comprar los materiales, todo.

— Eso es cierto, se invierte mucho dinero. Y ahora que lo dices, el guitarrista que va en la escuela es becado.

— Allí está. Sigo diciendo que debes ir con la policía.

— No, menos ahora iré. Ellos tienen dinero y poder...

— Bueno, tal vez ellos tengan eso, pero ¿tú que tienes? – me miré al espejo de la casa, pude observar un momento mis ojos que parecían afligidos.

— Valor, mucho valor – volteó a verlo – y un aliado. Nunca he querido utilizar este recurso.

— ¿Cuál recurso?

— Un recurso que muchas mujeres utilizan y que siempre acaban en ruina, pero no importa sí esa ruina es mía, quiero justicia. Zuri siempre fue muy atractiva.

— Te digo la verdad, sí pero su físico no era muy hermoso, pero siempre tenía esa personalidad sensual... no me digas que.

— He escuchado que el vocalista le gustan mucho las mujeres...

— Ni se te ocurra... ya viste lo que es capaz.

— No importa, todo por mi Zuri... todo por ella.

— ¿Cuál es tu límite? Eso está mal.

— ¡¿Tu que sabes?! – grité - ¡estoy harta de no poder dormir por las noches y mira lo que le pasó a Zuri! – unas cuantas lagrimas resbalaron por mi mejilla - ¡¿no te das cuenta?! Estamos alimentando un sistema donde si te quedas callado, vivirás.

— Lo sé, pero... no quiero que te maten – la conversación se tornó muy rara – quiero que vivas, Diana, por favor no me hagas esto.

— ¿Estás enamorado de mí? – la pregunta era sencilla, mi mente obtuvo curiosidad y sólo quería saber la verdad. Él se quedo callado, no respondió ningún momento. – El que calla, otorga.

— Diana, yo... perdón. – se levantó, me acerqué a él y le di un beso en sus labios, el me quitó y luego negó la cabeza.

— ¿Qué tienes? – le pregunte - ¿no te gusto?

— ¿Tengo cara de vibrador? Deja de pensar que yo voy a quitarte de la cabeza a Rubén, tu lo amas a pesar de que esta muerto. Estoy harto de que la gente piense que soy una especie de consolador para mujeres... Diana, si realmente quieres algo conmigo primero quiéreme y después hablamos – camino hacia la puerta de mi casa, abrió la puerta y me miró – te seguiré ayudando y podemos seguir siendo amigos, pero por favor deja de pensar que podrás amarme porque sé, que nunca lo harás.

RUBÉNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora