DIVORCIO

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Estaba sentada en mi cama, mis codos se reposaban en mis rodillas, para poder tomar mi rostro entre mis manos, pensaba en mi mayor duda ¿seguir o parar? Me estaba volviendo loca en esa duda existencial, me levanté de la cama para ir a la ventana de mi cuarto, abrí un poco las cortinas y pude apreciar el coche de Charlotte, aun seguía allí, una rabia empezó a emanar dentro de mi, pero decidí ignorar todo aquello. Me alejé del ventanal y caminé otra vez hacia mi cama, me tumbé en ella, cerré mis ojos al sentir lo cómodo que era. Unas voces hacen que despierte mi curiosidad, me levanto y caminó hacia la puerta, la abro, al parecer eran mis madres que estaban en el comedor, al parecer estaban discutiendo, caminé hacia las escaleras.

— Es increíble lo que me dices – decía mi mamá – hablas como si Diana fuese una desconocida – se estaban peleando por mi culpa.

— ¡Es la verdad! – dijo mi madre – esta muy rebelde y no sé qué le pasa.

— Esta confundida – explicó mi mamá – tiene muchas dudas, y si solo tuvieras un minuto para escucharla podrías comprenderla.

— Antes la comprendía, era más consiente.

— ¿Consiente? Lo sigue siendo, y creo que hasta más.

— ¡Se acostó con un chico que apenas conocía! – gritó mi madre.

— ¡No hace falta que grites! – levantó la voz mi mamá – estamos en la misma habitación para que eleves la voz.

— Es que no entiendes de otra manera – se relajó mi madre. – entiéndeme, ¿Qué quieres que piense de ella?

— No quiero que pienses en nada, si no que te pongas en sus zapatos.

— ¿En sus zapatos? – su tono hostil me hizo sentir que no valía nada – bueno, intentare – escuche que suspiro y continuo – soy una chica que se acostó con alguien que apenas conocía, esa persona se suicida un día después y ahora resulta que hay posibilidades de que el no se haya matado y soy la única persona que se preocupa de su muerte. Ah y también tiene 23 y no 17 como me lo había dicho, ahora estoy confundida si dejar todo así o seguir.

— ¿No fue tan difícil? – decía mi madre un poco gentil – ahora ¿Qué vas hacer? – esa es la parte en donde más me preocupaba, ¿Cuál sería su reacción?

— Me iría del país – escuche un suspiro ahogado de mi mamá - ¿Qué? Se puede ir a... Inglaterra.

— ¿Te estas escuchando? – decía mi mamá - ¿quieres que Diana se vaya?

— Pues tendría tiempo para pensar bien las cosas, conocería a otras personas, otro país que puede conocer y tal vez olvide este asunto.

— No lo puedo creer.

— ¿Qué?

— ¿Qué ejemplo le estas dando?, ¿Qué se rinda a la primera oportunidad?

— No, le estoy dando una solución.

— ¿Una solución? ¿Irse del país para olvidar sus problemas?

— ¿Qué propones entonces? Vamos, quiero oír tu opinión. – hubo un silencio amargo, algo que sinceramente me espantó, ya no sabía que iba a pasar.

— Que luche – su respuesta me impresiono, tanto así que mis ojos se abrieron como plato – que luche y que siga sin importar nada.

— ¿Qué encuentre al asesino de su violador? – mi madre lo decía de una forma de burla - ¡Bravo!

— Tal vez suene absurdo, pero tiene problemas para dormir, y si no hace nada eso seguirá hasta que en realidad si se vuelva loca y...

— Acabé muerta a la mitad del bosque – interrumpió mi madre. – por favor.

— Además, imagínate si la posibilidad de que realmente hubo un asesino, y ese maniático estuviera por las calles, caminando libremente, sin ningún cargo.

— Eso es otro cuento, tal vez algún día lo agarren a alguien que si le importe.

— ¿Qué pasaría si ese asesino mata a alguien más? Tal vez a una señora, un anciano o a un niño, personas normales como tu y como yo, ¿estaría aun de acuerdo?

— Eres tan dramática. – decía mi madre diciendo de una manera prepotente.

— No es que sea dramática, es la realidad. Además, no es asunto del asesino me preocupa.

— ¿Qué cosa te preocupa?

— Cosas – corrigió mi mamá – uno, es el asunto de sus pesadillas.

— Todo el mundo tiene pesadillas.

— Lo sé, pero son constantes.

— ¿Cómo lo sabes?

— Se nota, ella se despierta mas temprano que lo de costumbre, y hoy me di cuenta de que la están afectando emocionalmente. Lo mejor sería que fuera con un psicólogo.

— ¿Tan serio es? – el tono de su voz era molesto para mí, parecía que de la noche a la mañana le deje de importar.

— Si, además. Hable con Brown y me dijo que existe una chica que anda acosando a Diana. – en mi mente apareció el nombre de Charlotte – tenemos tener cuidado, parece que no te importa tu hija.

— No es que no me importe, es que es ridículo. Pesadillas y una chica, no le va a pasar nada.

— ¿Cómo estas tan segura?

— Diana siempre sale con su amiga, están juntas, si algo necesita Diana su amiga la va apoyar y ya. Asunto resuelto.

— Zurisaddai no es Dios.

— Se que no es Dios, pero tal vez entre ellas pueden defenderse.

— Creo que no es necesario mostrarte casos de chicas secuestradas, violadas, golpeadas y muertas que también sabían defenderse.

— ¡Dios mío! – gritó mi madre. – no le va a pasar nada.

— ¿Y si le pasa?

— Pues, ni modo. Pero el asunto de la chica lo hablaremos luego, lo primero es saber que hacer con esta muchacha.

— ¿Hacer qué?

— Llevarla a otro país.

— Sigues con esa estúpida idea. Echarla de nuestro lado, acaso no te acuerdas de que a su edad nos corrieron de nuestras casas por ser homosexuales.

— ¿Eso que tiene que ver?

— Estas haciendo lo mismo. Para solucionar los problemas lo mejor para ti es echarla a la calle.

— No la voy a echar a la calle.

— ¿Qué es para ti dejarla a su suerte en un país desconocido? ¿eso no es echarla?

— No es una niña.

— No lo es, pero no es una adulta. Es una adolescente.

— Una adolescente que se acostó con un hombre de 23 años.

— Comprendo que estuvo mal que Diana se haya metido con un hombre que apenas conocía, pero eso ya paso y parece que satanizas al sexo como si se hubiera drogado.

— Es que parece que vives en un mundo de fantasías, eso pasa con Diana.

— Di lo que quieras, pero no voy a dejar que manches a mi hija. Yo ayudaré a Diana no por el muchacho, sino por el asesino, y si ella decide lo contrario, la apoyare. – vi la sombra de mi madre que dio una media vuelta y se dirigió a las escaleras, me moví un poco para irme a mi habitación.

— Hubiéramos adoptado a un bebé – murmullo mi madre. Mi corazón se detuvo un segundo, hizo que mi cuerpo se quedara frio y congelado, volteo lentamente la cabeza hacia la escena, mi mamá se regresa, escucho un golpe.

— No quiero que vuelvas a decir eso en tu vida – su tono de voz era ronco, como si fuera a llorar. – Al parecer, creo que no mereces tener a Diana, así que lo mejor es que nos divorciemos. 

RUBÉNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora