PRIMER LIBRO FANFIC DE LA BILOGÍA "UNA MONARQUÍA JUNTOS"
Al finalizar la selección, América Singer se convirtió en "la Elegida" del príncipe Maxon Schreave para ser su esposa y la nueva princesa del reino de Illea. El nuevo cargo viene con diferent...
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Cuando al fin pude estar a solas con Maxon, le conté todo acerca de la delicada situación en la que se encontraba Ava.
Maxon fue muy paciente conmigo. El escuchó cada palabra que pronuncié, las procesó y decidió apoyarme.
—America, lo que me estás diciendo es delicado, pero te ayudaré. La ayudaré.
Él no era de la idea de precipitarnos a actuar porque, pese a ser el príncipe y heredero de la corona, su poder era casi nulo. Además, el rey nunca lo apoyaría, especialmente, si aquello produciría una escandalo hacia su gobierno.
Cualquier movimiento en falso podía ser contra producente tanto para Ava como para nosotros.
Faltaba poco para llegar a la casa donde me había criado. En instantes, me reuniría con May, Gerard y mamá.
Estaba ansiosa aunque no podía disfruta de mi plena alegría sabiendo que Ava era prisionera...
Maxon notó mi preocupación y se me acercó.
—¿Sigues así por ella?
—Sí...
—Tranquila.—Me abrazó— Ya veremos que hacemos, mientras tanto, contactaré a mi madre para ver si ganar algo de tiempo para nosotros.— dijo él mientras pasaba su mano por mi espalda.
Sonreí
No era una solución, pero si un seguro por el momento.
El vehículo se detuvo indicando que ya habíamos llegado a nuestro destino.
Ambos nos separamos, pero, antes de bajar del auto, Maxon me besó.
Fue un beso rápido, pero significativo y lleno de emociones. No importaba el momento en el cual ambos intercambiáramos muestras de amor siempre tendrían un impacto en mí.
El chofer nos abrió la puerta.
—Alteza, lady America, hemos llegado.
—Bajemos—me dijo Maxon
Él fue el primero en salir del vehículo. Cuando estuvo afuera, Maxon me tendió una mano, con suma delicadeza, para que yo pudiera salir.
Una vez afuera, no me soltó y, de ese modo, nos encaminamos hacia la puerta de la casa resguardados por los guardias asignados por el palacio.
En todo el perímetro había varios periodistas con sus cámaras.
Los flashes se disparaban sin piedad grabando para la inmortalidad cada paso que ambos dábamos.
Me sentí intimidada por momentos, pero me pude sobreponer. Costaría adaptarme, después de todo, así sería mi vida de ahora en adelante.
Al llegar a la puerta, tomé aire y toqué el timbre.
