PRIMER LIBRO FANFIC DE LA BILOGÍA "UNA MONARQUÍA JUNTOS"
Al finalizar la selección, América Singer se convirtió en "la Elegida" del príncipe Maxon Schreave para ser su esposa y la nueva princesa del reino de Illea. El nuevo cargo viene con diferent...
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Los días habían pasado y aún las palabras de Maxon seguían resonando en mi cabeza.
"Mi padre quiere un heredero. Me ha dado un año para lograrlo."
Mi amor por Maxon era profundo, pero sentía que los deseos del rey Clarkson arruinaban, cada día, mi matrimonio. Por lo menos, en lo que correspondía a nuestra intimidad.
Maxon y yo no habíamos podido hacer el amor desde aquella noche. Yo no podía disfrutar del acto sabiendo que de ello podía nacer un bebe el cual serviría para satisfacer el enfermo deseo del rey de tener otro heredero. Por otro lado, Maxon no quería forzarme a nada que me lastimara.
Compartíamos besos y algunas caricias, pero ya no la intensidad del calor de nuestros cuerpos.
Sabía que esto nos estaba matando. Maxon parecía, cada día, más frustrado al no poder adecuarse a un nuevo ritmo de vida conyugal y, por mi lado, me odiaba no poder complacerlo.
La reina parecía sospechar de que algo no andaba bien entre nosotros, pero no hacía mención de aquello.
Con el paso de los días, nuestro matrimonio se volvió rutinario. Ya no teníamos citas porque sabíamos que no tendrían el final que deseábamos. Maxon evitaba mencionar el tema en mi presencia para no entristecerme y yo me odiaba por no ayudarle en su dolor.
Suspiré cansada.
Estábamos cenando. El ambiente parecía ser una mezcla entre tenso y calmado. La reina Amberly y su aura angelical aportaban un poco de paz a la tormenta de sentimientos que librábamos Maxon con su padre. El rey parecía indiferente a nuestro sufrimiento.
—Maxon, cuando termines de cenar, ve a mi oficina—el rey se puso de pie y se retiró del comedor dejándonos en el ambiente tenso.
Le dirigí un mirada inquisitiva a mi esposo. Maxon negó con la cabeza demostrando que desconocía el motivo por el cual su padre lo quería ver en privado a altas horas de la noche.
Intenté tranquilizarme, pero fue en vano. No necesariamente su padre podía citarlo para algo malo. Tal vez se tratase de temas políticos o algo similar. Sin embargo, no confiaba mucho en ello.
Maxon dejó a un lado sus cubiertos y se puso de pie.
—Gracias, mamá—se acercó a su madre y le dio un beso en la frente. La rodeó y se volvió a mí—No te preocupes, cariño. Ya vuelvo—me susurró al oído—Espérame despierta—guiñó un ojo.
Sonreí y me ruboricé.
Desde que habíamos dejado de tener relaciones, solíamos quedarnos hasta altas horas de la noche viendo películas en nuestra habitación. Lo hacíamos para distraernos un poco de nuestra aburrida rutina.
Si bien era cierto que no pasaba nada sexual entre nosotros, disfrutábamos de la compañía del otro y uno que otro beso.
Sin embargo, cuando hubo desaparecido por el pasillo, la preocupación volvió a vibrar en mi pecho.
