IV

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Noviembre pasó el viaje de forma incómoda. Las cosas estaban pasando muy rápido, de la noche a la mañana naufraga en las costas escocesas y es socorrida por un chico que dice ser "el Laird de estas tierras", no tenía ni idea de que a se refería.

En Castilla mandaba un rey, Felipe II, casado con María Tudor, ella era hija de Catalina de Aragón, cuyos padres fueron Isabel y Fernando, más conocidos como los Reyes Católicos.

El padre de María Tudor era Enrique VIII, quien se separó de la Iglesia Católica al no querer el Papa anular su matrimonio con Catalina. Él tuvo una hija más, Isabel, y un hijo que murió muy joven, Eduardo.

Cabía decir el sentimiento antianglicano por parte de los escoceses, Escocia se veía amenazada por los continuos ataques ingleses. ¿Cómo iba a comunicarse con ellos si nada más que sabia hablar inglés y odiaban ese idioma?

-Esto...

-Lean.

-Eso, Lean, ¿qué van a pensar de mí en tu clan cuando vean que solo sé hablar inglés? Me odiarán.

-No sé a que clan odiara el tuyo, pero yo soy el Laird y si digo que no te odien y le explico tu situación lo comprenderán.

-No vengo de un clan, Castilla es un reino.

-Oh, bueno, en ese caso no sé a que otro reino odiareis.

-Supongo que a Francia, pero bueno, yo no odio a ninguno- susurró ella.

-Mejor, el odio es un sentimiento cruel, créeme. Ya estamos llegando, por cierto.

-No te he dado las gracias por rescatarme, de no ser por ti, seguro que me habrían encontrado otras personas y que por ser extranjera me matarían.

-No te preocupes, en mi clan no te pasará nada siempre y cuando no desobedezcas mis órdenes o la ley.

-No quisiera saber que me pasaría la verdad. ¿Cómo es tu clan?- preguntó curiosa.

-Son tranquilos si no te metes con ellos, leales y muy valientes, estoy orgulloso de ser el líder de este clan.

Noviembre sonrió, Lean le demostraba que era fiel, valiente, que nada le asustaba. Y eso le gustaba de los hombres.

-¿Viviré con vosotros?- pregunta dubitativa.

-Sí, te ayudaré en todo lo que puedas para que puedas volver a Castilla o hasta que puedas ganarte la vida aquí si no puedes volver.

-Gracias Lean.

-Yo te he contado cosas de mi clan, ahora cuentame algo sobre ti.

-Bueno, nací en Madrid y soy o bueno... era hija de unos burgueses.

Al pensar en sus padres unas lágrimas se escaparon de sus ojos, aún no asimilaba el hecho de que no los volvería a ver nunca más.

-¿Qué te pasa?- preguntó él preocupado.

-Es que... Mis padres murieron en el naufragio, a saber donde estarán sus cuerpos ahora, no tendrán ni un funeral digno ni nada, los quería mucho y se me va a hacer duro vivir sin ellos a partir de ahora.

Como pudo, ya que Lean estaba haciendo de jinete con Noviembre sentada justo delante de él, le quitó las lágrimas acariciando sus mejillas suavemente.

-Yo te ayudaré a pasar este mal trago, Noviembre. No te voy a dejar sola- susurró en su oído.

Ello provocó una corriente de electricidad a Noviembre que recorrió cada centímetro y poro de su piel, jamás había sentido nada parecido hasta ese día.

-Gracias por ayudarme.

-No me des tantas veces las gracias.

Ella sonrió y divisó un castillo y, mucho más al fondo, un poblado, por fin dejaba atrás aquellos parámetros de interminables árboles, piedras y algún que otro riachuelo circulando entre la hierba.

-Ya hemos llegado.

-¿Tenemos que ir hasta la aldea?

-No, al castillo.

Noviembre miró el edificio, era alto e imponente, con puerta de madera reforzada con hierro y todo lo demás hecho de piedra. Unos sirvientes les dieron la bienvenida y Lean la bajó del caballo.

Ella lo miraba todo con curiosidad, ¿hasta cuándo se quedaría ahí? ¿Alejandro la estaría buscando tanto que la encontraría? Tendría que acostumbrarse a las Tierras Altas y daba gracias a Dios Todopoderoso por salvarla y evitar que muriera en el mar.

Amor o compromisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora