Capítulo 4

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Cartas a Snowflake

¿Te gustó mi dibujo? Eres hermosa, no he podido evitarlo, te he escogido de musa para retratar a la chica de mis sueños. 
Tus ojos son realmente cautivadores, lo sé porque te he visto, he visto la forma en la que miras, yo te miro así. 

Estoy pensando en que probablemente seas un ángel, si es así por favor llévate mi alma y has con ella lo que te plazca. 

Mírame un momento, bonita. Deja que los malaventurados amen un momento, quédate solo unos segundos y bésame hasta que tu pecado quede en mi cuerpo para siempre. 

Duele mucho que en nuestra agonía la luna tenga que rezarle a las nubes que lloren para que notes que le haces daño. ¡Qué vergüenza! ¡A  las nubes! Ni siquiera al sol que es su más grande amor puede ayudarle. 

Que desconsiderado de tu parte, la verdad. 

Att: Anónimo 

Todo lo que menos quería la joven era llegar a casa, deseaba quedarse con Anna o Mérida en algún lugar y no volver, pero lastimosamente estaba molesta con ellas, por lo que cuando llegó a su hogar, si es que podía llamarse así,  se escabulló rápido hasta su habitación y cerró con miedo de levantarlo. 

Golpeó suavemente la cabeza contra la almohada —¿Es que acaso no lo entiendes? — derrotada oculto la carta debajo de su cama, en donde nadie podía verla, era un lugar seguro, — No puedo. —ahogó un sollozo con su mano. 

Unos pasos la alertaron, se levantó tan rápido como pudo, reacomodándose en el escritorio, su respiración era pesada, el miedo recorría todo su cuerpo, sintió escalofríos , lágrimas acoplarse en sus ojos, los segundos pasaban de manera muy veloz, ¿Cómo podía detener el tiempo? La puerta de su cuarto se abrió dando paso a un hombre alto, pelo negro, tatuado y de muy mal aspecto — Hola Elsi,— su padre entró mirando todo a su alrededor lentamente, al final le dedicándole una sonrisa siniestra. 

— Hola papi — murmuró en un hilo de voz, volteando a verlo de reojo. 

No eran necesarias las palabras en ese momento, sabía muy bien para que había llegado por lo que solo se encontraba titiritando para no derramar las lágrimas. 

Jamás.

— Te has portado muy bien, Els...— el apodo la asqueo de sobremanera, pero se mantuvo firme en su lugar sin llegar a rechazar cuando se acercó a ella y besó su cabeza, al mismo tiempo que sus manos bajaban acariciando el cuerpo de su hija.

Elsa se mantuvo firme ante todo, mientras miraba por la ventana la oscuridad que la absorbía. 





Aquellas palabras que nunca nos dijimos...

Son las mas importantes que debimos habernos dicho. 

Cartas a Snowflake //Jelsa//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora