Capítulo 14

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- ¿Esto es una broma? - preguntó Fernando.

- No - respondió Abel. - Bahía Ausente es una de las tierras más antiguas que existen y durante muchos siglos hemos tenido un cambalache de etnias, credos y guerras. Los gitanos también habitaron este lugar, aunque luego emigraron hacia el sur.

Fernando no quería sonar impaciente al decirle que le importaba un rábano la historia de los gitanos y que estaba más preocupado por el demonio que lo perseguía, así que se mordió los labios y esperó a que el historiador continuara.

- Por supuesto que los gitanos, al igual que los hechiceros, los brujos y parecidos, tenían sus protectores - continuó Abel.

- Pero éste no es un protector - definió Fernando. - Es un demonio.

- Es un demonio para ti, claro - respondió Abel. - Porque a ti es a quien le está causando estragos. Es importante que aprendas esta diferencia. No es un demonio para ellos.

- ¿Cómo no puede ser un demonio si me está haciendo mal? - preguntó Fernando.

- ¿Qué es lo que hiciste para que te echaran una maldición? - retrucó Abel.

- Tuve sexo con un gitano - contestó Fernando, con algo de pena. - Un anciano nos descubrió en pleno acto y ahí me maldijo.

- Entonces podemos decir que para ese gitano, el demonio eres tú - respondió Abel.

Fernando quedó boquiabierto. Miró a Chris a la espera de un apoyo moral, pero el chico estaba igual de sorprendido.

- Es decir que este demonio, ¿los está protegiendo? - preguntó Chris.

- O está cobrando venganza por el honor manchado - respondió Abel, encogiéndose en hombros como si fuera un detalle sin relevancia. - La homosexualidad no es aceptada entre ellos, así que ese gitano, toda su familia y probablemente toda su comunidad, está manchada por el deshonor.

- Diablos - Fernando sintió como si su estómago estuviera revolucionado. - Entonces, supongamos que tengo un demonio encima de mí o un protector, como querramos llamarle, ¿qué hago para liberarme de él? Porque me han sucedido cosas que exceden el deshonor. Estoy siendo brutalmente humillado.

- Doy fe - afirmó Chris, innecesariamente.

Abel se acomodó en su silla como si tuviera que pensar la respuesta.

- Hay cosas que se pueden hacer - respondió. - Todo esto, según la cultura, claro. No niego ni afirmo que tengas un demonio detrás de ti, como tampoco puedo asegurarte o negar que funcionaría alguno de los trucos.

- Al menos lo intentaré - dijo Fernando. - Es esto o el chaleco de fuerza.

- Y el blanco no le queda bien - añadió Chris.

- Bueno, una de las teorías es que cuando los protectores invaden el plano terrestre, necesitan un recipiente donde aparecer - informó Abel. - Esto puede ser cualquier cosa, claro. Desde una pluma a una roca, desde una casa a una persona. El protector aparece en un lugar físico, generalmente cercano a la persona maldita.

Fernando tuvo una terrible idea de qué era lo que podría ser.

- ¿Es decir que ese demonio está cercade él? - preguntó Chris, señalando a su amigo. - ¿Puedo ser yo?

- Claro - afirmó Abel.

- No creo que seas tú - le dijo Fernando a su amigo. - Creo que es el preservativo.

- Ah, ya, tiene sentido - contestó Chris. - Un momento, ¿todavía tienes ese preservativo usado cerca de ti?

- ¿Y qué debo hacer? - preguntó Fernando, mirando al historiador. - Dime que para destruirlo no tengo que conseguir la pierna de un unicornio o algo así.

- Tíralo al fuego - respondió Abel.

- ¿Esa es la solución? - preguntó Chris, asombrado. - ¿Tirarlos al fuego? Es una suerte que el recipiente no sea yo.

- Tíralo al fuego por lo general sirve - añadió Abel, al notar que su receta no sonaba suficiente. - Al no existir el recipiente físico, el demonio quedaría libre y sin rumbo. También podrías ahuyentarlo con un cántico gitano, pero dudo que sepas alguno y, honestamente, son intraducibles para mí.

- Pero podría recurrer a algún gitano que quiera ayudar - colaboró Chris.

- No creo que estén muy entusiastas con ayudarme - se lamentó Fernando. - A menos que...

Pensó en su pesadilla. En Kavi. Antes de que le salgan garras y le destripara, el joven entonó un cántico gitano. No era descabellado asumir que tal vez lo supiera.

- El que se acostó contigo tal vez quiera ayudarte - propuso Chris. - ¿Kevin?

- Kavi - lo corrigió Fernando. - Es probable. Nada más que para acceder a él, tendría que ir a la feria de nuevo. Y si me llegan a encontrar, puede que esta vez no sea uno, sino mil demonios los que se vengan contra mí.

- Si quieres encontrar a los gitanos, tendrás que hacerlo entre hoy y mañana - respondió Abel. - El lunes ya se marchan de Bahía Ausente. 

Maldición GitanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora