Capítulo 21

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Las energías habían vuelto a Kavi.

Lo besó apasionadamiente, mientras le ayudó a quitarse la ropa, todavía vestido con el uniforme del trabajo que había perdido. Kavi hizo a un lado su toalla y se quedó desnudo ante él. Tan joven, delgado y de contextura pequeña. Parecía más frágil, incluso, que cuando lo encontraron en el granero.

- ¿Estás seguro de que quieres...? - preguntó Fernando. - Es decir, has pasado días duros.

- Tú también - le recordó Kavi. - Quiero hacerlo. En esta oportunidad, no nos van a interrumpir.

Se entregó a los besos, a recorrer el joven cuerpo de aquel muchacho que parecía revivir el placer de ese encuentro fortuito en el estacionamiento. El joven gitano desparramaba sensualidad y vitalidad, cosas que a Fernando parecían habérsele olvidado.

Cada tanto, miraba sus manos, con temor a que volvieran a salirle garras, como en su sueño. Pero Kavi no era un animal salvaje, sólo un pequeño adulto con muchas ansias de pasión por esa noche.

Cuando Fernando tomó nuevamente un preservativo y lo sacó de su envoltura, miró a Kavi con algo de incertidumbre.

- ¿Cómo sé qué no va a maldecir este también? - preguntó, algo inquieto.

- Nadie va a maldecir tu preservativo - indicó el joven gitano. - Pero puedes tirarlo apenas lo uses, si es que te quedas con la duda.

Eso le sirvió como consejo.

Lo puso de costado en la cama y lo penetró con ternura, con su brazo izquierdo por debajo de la cabeza de Kavi y con su brazo derecho rodeando su cintura para atraerlo hacia él.

Gimieron y gozaron durante varios minutos, olvidándose de la tortura que atravesaron, sin importarles más nada que aquel momento.

- Voy a acabar - murmuró Fernando en su oído.

Kavi asintió, como autorizándolo a hacerlo y segundos después Fernando derramó todo su contenido dentro del preservativo, que a su vez aún seguía dentro del cuerpo del gitano.

Como si toda su alma se hubiera marchado, Fernando se relajó hasta quedarse profundamente dormido.

Se despertó con la alarma del sábado por la mañana, la cual le anunciaba que debía ir a un trabajo que ya no tenía. Se giró y tampoco encontró a su acompañante nocturno.

Salió de la habitación rumbo al baño y se lo encontró en la cocina. Estaba preparando el desayuno para dos.

- Iba a despertarte - comentó Kavi. - Quería desayunar contigo antes de irme.

- ¿Irte? - preguntó Fernando.

Kavi arqueó las cejas como si la pregunta le causara gracia.

- ¿No pensabas que me iba a quedar a vivir contigo, no? - preguntó.

Fernando se llevó las manos al rostro y suspiró. Había pasado una excelente noche con aquel gitano. La mejor que había tenido en mucho tiempo. Obviamente que no pensaba que el muchacho se iba a quedar a vivir con él, pero tampoco esperaba encontrarse con la noticia de que se marchaba.

- ¿Qué es lo que va a hacer de ti? - preguntó Fernando. - ¿Volverás con ellos?

- No puedo volver con ellos - respondió Kavi. - Pero tengo muchos lugares donde ir. Y tengo muchas cosas que hacer todavía.

- Es todo tan misterioso - dijo Fernando, cruzándose de brazos.

Se sintió algo ofendido. Había sido el héroe del muchacho. Lo había rescatado de un galpón donde fue torturado por días y ni siquiera era capaz de confiarle nada. Decidió que mientras más pronto se marchara de su casa, mejor. Se giró para ir hasta el baño, lavarse la cara, orinar y cepillarse los dientes.

Cuando volvió a salir al comedor, Kavi lo esperaba con el desayuno listo. Como si en realidad, él fuera el anfitrión y Fernando fuera el intruso.

- Estás enojado - advirtió Kavi.

- ¿También lo pudiste ver en el futuro? - gruñó Fernando.

- Lo veo en tu rostro - dijo Kavi.

Fernando suspiró. No tenía sentido ocultar lo que sentía.

- Corrí muchos riesgos por ti - respondió Fernando. - Pasé una semana terrorífica. Y todo ha sido para...

- ¿Para qué? - interrumpió Kavi, sin mostrarse molesto por el berrinche que escuchaba. - Querías estar libre de la maldición y lo estás. Querías poseerme y lo hiciste anoche.

- Tú también querías - se defendió Fernando, sintiéndose como si hubiera sido acusado.

- Nunca dije que no - respondió el gitano. - Claro que quería. Pero, ¿qué más quieres tú?

La pregunta lo tomó por sorpresa. Estaba tan concentrado en su furia, que no sabía cómo responder. Volver el tiempo atrás era imposible. ¿Recuperar su trabajo? ¿Cómo podía volver después de ese video? No sabía lo que quería y tenía que reconocerlo.

- No lo sé - dijo, al fin. - Me siento un poco... Perdido.

- De acuerdo - convino Kavi. - Lo haré.

- ¿Qué es lo que harás?

- Voy a decirte tu futuro - afirmó el gitano, como si hubieran mantenido una charla sobre el tema. - Voy a decir qué tanto va a cambiar tu suerte, después de la interrupción.

- ¿Qué interrup...?

Llamaron a la puerta.

Fernando vio por las ventanas de la cocina y confió en que Kavi había visto que alguien se acercaba. No creía que tuviera tanto poder como para aquella sincronización.

No obstante, no dijo nada y fue a atender.

Del otro lado, estaba Lucio.

Su ex novio. 

Maldición GitanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora