Capítulo 16

274 26 0
                                    

Todo lo que ocurrió a continuación, fue un desastre de proporciones épicas.

Christian y él intentaban detener el video que, en bucle, seguía mostrando una escena erótica. Se veía a la perfección su rostro, su cuerpo desnudo y el juguete ingresando en su cuerpo.

¿Cómo pudo suceder una cosa así? ¡Había borrado ese video! ¡Nunca se lo había pasado a nadie! Era algo que había quedado en una carpeta bloqueada de su celular. ¡Aquello era imposible!

La gente lo miraba con asombro, furia o expresiones de burlas. Algunos padres, tapaban el rostro a sus niños. Otros, salían de la tienda espantados. Algunos transeuntes se detenían en la vereda, porque el video se reproducía en las pantallas de la vitrina.

Detuvieron la reproducción pero ya era demasiado tarde. El señor Smith estaba en el salón, apreciando el panorama como si una bomba hubiera caído sobre su negocio.

- Señor Smith... - se intentó disculpar Fernando.

- Retírate de aquí - murmuró el señor Smith. - Vete ya mismo.

Miró a Christian esperando alguna clase de apoyo moral, pero su amigo asintió.

- Es mejor que le hagas caso - le aconsejó.

Muerto de vergüenza y al borde de una crisis nerviosa, Fernando abandonó su trabajo. Corrió desesperado hasta llegar a su refugio, su departamento.

Todo se había arruinado. La maldición era real y no se detendría nunca. Tenía que hacer algo urgente.

Dos horas más tarde, ni siquiera estaba cerca a procesar lo que había ocurrido cuando su compañero de trabajo y amigo personal apareció en su departamento. Su rostro no anunciaba buenas noticias.

- Todo el mundo está hablando de esto - anunció.

- He evitado las redes sociales - comentó Fernando. - ¿Le dijiste que no fue mi culpa?

Chrstian hizo una expresión confusa.

- Lo intenté, pero no tenía forma de defenderte sin quedar como un loco que cree en historias de fantasmas - explicó su amigo y Fernando tenía que darle la razón. - Esto fue muy grave. Puede denunciarte por esto. Podría manchar tu expediente y cualquier posibilidad de otro empleo.

- ¿Qué tendría que hacer? - preguntó Fernando. - Tal vez puedo negociar con él si presento mi renuncia.

Se produjo un silencio tenso entre ambos. Estaban en un callejón sin salida.

- Lo mejor que podemos hacer - dijo Christian, como quien hubiera tenido una brillante idea de repente. - Es ir en búsqueda del gitanito.

- He perdido todo...

- Podrías perder más - resolvió su amigo. - ¿Realmente quieres correr el riesgo de comprobar hasta qué punto puede llegar esta maldición?

Fernando asintió. Tenían que terminar con aquello esa noche.

Maldición GitanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora