Capítulo 13

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- Le he pedido permiso al señor Smith para que podamos salir un momento - le comentó Chris, un rato más tarde.

- No estará muy feliz con todos los permisos que me viene ofreciendo - comentó Fernando, pero no opuso resistencia.

Dejaron el negocio a manos de sus otros compañeros y se subieron al auto rumbo al museo de Bahía Ausente. Fernando estaba un poco más calmado al respecto de las visiones que tenía, aunque seguía sin poder concebir qué era cierto y qué no.

Mientras miraba a Chris conducir, se preguntó si acaso tendría una visión real sobre él. Pero se obligó a enfocarse. Jugar con la fantasía en ese momento no iba a ayudar en nada.

El museo de Bahía Ausente estaba ubicado a dos cuadras de la plaza central y era un edificio enorme, ambientado con un estilo gótico que ciertamente le brindaba una estampa tétrica. Fernando se dio cuenta, en ese momento, que jamás lo había visitado.

- ¿Viniste alguna vez? - le preguntó a Chris.

- Traje de paseo a algunos sobrinos de Lorelei - contestó su amigo. - Ellos querían ir al cine, así que imagínate que no estuvieron muy felices ese día.

Ingresaron al lugar y un aire fresco los envolvió. Fernando sintió que estaba frente a un sitio sagrado, plagado de cuadros de fotos en blanco y negro, objetos antiguos e historia. El museo era destinado, más convenientemente, hacia los turistas que a los lugareños.

Había tres empleados vestidos de camisa blanca y pantalones de azul oscuro. Como no tenían ningún colgante que revelara sus nombres, Fernando optó por preguntar quién era Abel. Para no caer en una confusión penosa, eligió preguntárselo a una chica de cabellos colorados. Ella asintió.

- Está en su oficina - respondió. - Voy a ver si puede atenderlos.

- Vaya, tiene su propia oficina - dijo Chris, cuando la mujer los dejó solos. - Debe ser importante, ¿no crees?

- Me siento un ridículo viniendo con este problema - confesó Fernando. - El hombre se encarga de historia. Eso significa hechos. Y yo estoy por salir con una maldición gitana. Se reirá de mí.

- Quien quizá no se ría tanto sea un psiquiatra - lo animó Chris. - Si quieres, podemos ir a pedir un turno ya.

Estuvo interesado en aceptar pero la misma pelirroja volvió a aparecer.

- Está disponible - les anunció.

La siguieron hasta que la empleada se detuvo frente a una puerta de madera semiabierta. Les hizo una seña, invitándolos a pasar a su interior.

El tan promocionado Abel Lobos debía de tener la misma edad que sus dos visitas inesperadas. Era un joven robusto, de baja estatura y unos ojos color miel. Vestía igual que el resto de sus empleados, con su camisa blanca y unos pantalones azul oscuro. Pero además, tenía unos lentes de un gran marco negro.

- Buenos días - se incorporó para estrechar la mano de ambos y luego volvió a sentarse. - Por favor, tomen asiento.

Fernando y Chris lo hicieron en las sillas ubicadas frente al escritorio.

- ¿En qué puedo ayudarlos? - preguntó.

- Verá... - Fernando no tenía idea por dónde empezar. - No sé bien cómo plantear este problema... Fui a hablar con Theo Costas anoche y me dijo que viniera a hablar contigo... Pero lo cierto es que ahora, teniéndote enfrente... Me siento como si te estuviera a punto de decir una locura...

- Mi amigo tiene una maldición gitana - dijo Chris, de repente. Se volvió hacia su amigo. - Lo siento, estamos en horario de trabajo. Ibas a tardar una vida hasta llegar al punto.

Fernando lo miró con asombro. Abel lo miró sin ninguna expresión en particular.

- ¿Disculpa? - preguntó, mirando intercaladamente a ambos.

- La otra noche fuimos a la feria gitana - dijo Fernando, volviendo a retomar el control de la situación. - Por una clase de situaciones que no vienen al caso, hice enfadar a un gitano y me echó una maldición. Desde entonces, han estado sucediéndome cosas insólitas. Estoy teniendo experiencias que creo que son reales, hasta que me doy cuenta que no lo son. Hay voces en la radio que quieren humillarme. Objetos que no tendrían que estar en un sitio, aparecen en otro.

Abel se llevó una mano al mentón y Fernando tuvo miedo de que rompiera a reír. Por fortuna, sólo siguió escuchándolo con atención.

- Estoy un poco desesperado, porque creo que me estoy volviendo loco - informó Fernando. - Y si voy a un psiquiatra, el cual es mi siguiente paso a seguir, probablemente me interne en un sanatorio porque estoy empezando a representar un peligro para la sociedad.

- ¿Cómo es eso? - preguntó Abel.

- Hoy se masturbó en un gimnasio mientras creía que tenía sexo con su entrenador - comentó Chris. Luego volvió a dirigirse hacia su amigo. - Lo siento, Fernando, pero de verdad demoras mucho en explicar.

Fernando pensó que Abel iba a echarlos, acusándolos de estar gastándole una broma, pero el hombre continuó con el rostro inexpresivo.

- Bien - dijo Abel, asintiendo tras una breve pausa. - Creo que sé contra lo que estamos lidiando.

- ¿De verdad? - preguntó Fernando, sorprendido.

- ¿Lo sabes? - preguntó Chris, más sorprendido aún.

- Sí - respondió Abel. - Cuando supe que los gitanos vendrían con su feria, me puse a investigar mucho sobre ellos. No estaba ajeno a que pudieran hacer alguna de las suyas. Honestamente no esperaba esto, pero me previne por si acaso.

- ¿Qué es lo que no esperabas? - preguntó Fernando. - ¿Qué es "esto"?

- El gitano que te maldijo liberó un demonio - respondió Abel. - Según la mitología gitana, claro. Pero un demonio al fin y al cabo. Y todo lo que te ha sucedido en estos días, no hará más que empeorar. 

Maldición GitanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora